06/05/2024 13:46

Este galán de tabla de espejo, este galán de entremés que se nombra Pedro Sánchez, conoce bien que todo arte político consiste en representar el papel con propiedad y en saber disimular y fingir; porque los seres humanos son tan débiles y tan incautos que cuando uno se propone engañar a los demás, nunca deja de encontrar tontos que le crean. Con su penosa epístola pública del 24 de abril, el doctor Sánchez no sólo está tratando de desviar la atención del asunto esencial, que es su delictiva actuación política, también se muestra preocupado por crear para sí un rol de víctima, de persona indefensa y desprendida que sufre los terribles e injustos lanzazos «de la derecha y de la ultraderecha».

Y ello es así porque el interés y la mentira saben hablar todas las lenguas y representar toda clase de personajes, incluso los del desinterés y la verdad. Generalmente los hombres juzgan por lo que ven y por lo que se les hace ver, y más bien se dejan llevar por lo que les entra por los ojos y por sus primarias emociones. Todos pueden ver y emocionarse, y muy pocos saben rectificar los errores que se cometen por la vista y por el sentimiento. La muchedumbre capta al instante lo que un hombre parece ser; pero no lo que es realmente. Y con esos trucos de ilusionista Pedro Sánchez lleva viviendo de lo público, a su gusto, desde hace muchos años.

Ahora, adaptándose a los complicados acontecimientos que lo envuelven, se ha sacado de la chistera un mensaje lacrimógeno, en forma de carta y carente de dignidad, que es todo un melodrama, pues quienes arreglan su conducta a las circunstancias, tienen menos ocasiones para ser desgraciados, porque la fortuna se muda solamente para los que no saben acomodarse a las cosas y al tiempo. Diversidad de caminos toman los ambiciosos: unos se dirigen hacia su objeto a bulto y a la buena ventura; otros, con discernimiento y medida; éstos usan de la astucia, y aquellos de la fuerza; unos no eluden la espera, otros son impacientes.

Y Pedro Sánchez ha dado ya suficientes ejemplos de su capacidad para la prestidigitación, sacando el conejo por una esquina mientras el respetable tenía la mirada fija en el rincón opuesto. Un ignorante no podrá jamás ocultar su ignorancia; pero un hombre astuto, que tenga interés en engañar al gentío, puede ocultarle por mucho tiempo su perfidia y mala fe. Y ahí sigue nuestro victimista presidente, procurando que se le siga creyendo un virtuoso a base de no darse a conocer como el traidor a la patria que es, como el individuo que renunció a la virtud desde el minuto uno de su carrera política, pues los que ya tienen unos años y conocen su veneno ideológico y dialéctico, saben que desde ese primer minuto su probidad se puso a prueba, con los resultados conocidos.

¿Pero quién creéis, amables lectores, que es Pedro Sánchez para permitirse tanta lágrima y tanta ambición? Pues un individuo sin otro fundamento que el del reconcomio, la conspiración y la maldad; es decir, un hombre que va de farol en lo moral, un siervo de sus amos y un déspota de sus subordinados, un falso diplomado, mísero y oscuro, que aborrece la verdad y se encuentra como miel sobre hojuelas entre las abominaciones y tentaciones de este diabólico mundo globalista o colectivista que nos están pergeñando los psicópatas. Sobre Sánchez recaen, principalmente, las mayores responsabilidades de la traición a la patria en esta hora, pues nadie puede pretenderse presidente absoluto sin resultar mayormente responsable.

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Es evidente que Pedro Sánchez ha dedicado toda su vida política a llegar al cargo que ocupa, y una vez que ha llegado a él, a conservarlo vitaliciamente. Luego es obvio que no va a abandonarlo por las buenas. Si dimite, pues, no será voluntariamente, sino por presiones ajenas a su naturaleza totalitaria y egocéntrica. Y aunque no sepamos qué se esconde detrás o al fondo de su último golpe de efecto (porque es obvio que algo se esconde), si ello tiene que ver con Marruecos, o con Pegasus, o con Soros, o con los restantes amos del Imperio Profundo, que ya han decidido pasar al plan B (Feijóo y su PP), porque el plan A ya no les conviene dado su desgaste, o si se relaciona con los secretos y fantasmas de su móvil particular despanzurrado y desenmascarado, el caso es que esta acción inesperada pretende, primero, producir sorpresa para desviar la atención de lo que de verdad le afecta y, segundo, como no puede ser menos en un narcisista, impresionar.

Impresionar para envolverse en la inmensa aclamación popular con la que fantasea todo Tirano Banderas y, a su rebufo, para permanecer instalado indefinidamente en el machito. Porque su misiva contiene mucho de espectáculo o de pompa exterior, esa burbuja o aureola fastuosa en la que vive envuelto el enamorado de sí mismo y que tantas veces mueve a veneración a los tontos con su envoltura e incluso encadena con falsas apariencias a alguna que otra alma nada torpe.

En fin, lo cierto es que ya Pedro Sánchez huele mal, y muchos millones de españoles desean que ese mentiroso que sufre terribles pesadillas porque sueña que dice la verdad, deje de dormirlas en la Moncloa. Y desean, así mismo, que su carta del miércoles no sea tal, sino la esquela política del firmante. Particularmente, no lo creo así, pero quién sabe… Gracias a los misterios del azar, también a aquellos que no han dejado de correr en pos de la gloria o de las riquezas, de diversos modos y aun contrarios, y que han conseguido su intento con creces y han creído que su destino era imperecedero, les llega su San Martín.

Autor

Jesús Aguilar Marina
Jesús Aguilar Marina
Madrid (1945) Poeta, crítico, articulista y narrador, ha obtenido con sus libros numerosos premios de poesía de alcance internacional y ha sido incluido en varias antologías. Sus colaboraciones periodísticas, poéticas y críticas se han dispersado por diversas publicaciones de España y América.
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