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Si en España el tiempo medio de las concesiones públicas es de 25 años, ACS está operando una media de 6 años. Esto se traduce en que, desde 2011, ACS vende concesiones en España por valor de 10.500 millones de euros tan solo a los 6 años de haberlas obtenido.

Plusvalías como la producida por la venta/fracaso de Cobra, pero en concesiones administrativas, que es peor, que pagamos todos, que es patrimonio de todo y cada uno de los españoles.

Pelotazos que han hecho huir a sus principales accionistas más prudentes. Llama poderosamente la atención la permanente renovación de la cartera de accionistas que se ha venido produciendo durante la última década en ACS, la constructora más potente de nuestro país. Sus grandes accionistas han abandonado la compañía o han disminuido sustancialmente su participación, dejando a Florentino Pérez como único inversor histórico.

En 2009, el grupo ACS contaba con un núcleo duro del 55% del capital, que incluía también a los March, a los Albertos y a la familia Fluxá. A punto de cerrar el ejercicio 2021, solo los Albertos siguen confiando en Florentino Pérez, aunque han reducido considerablemente su participación, pasando del 13,9% que ostentaban en 2009, hasta quedar ligeramente por debajo del 5%.

En la última década, cerca del 40% del capital de ACS propiedad del núcleo duro histórico ha dejado de confiar en la compañía y ha cambiado de manos y, en la actualidad, Florentino Pérez, a través de Rosan Inversiones, es el primer accionista, con un 12,93%, por delante de Blackrock – se convirtió en accionista en 2016 con un 3% y alcanzó el 5% en 2020 – y de los Albertos. A ello hay que sumar el nivel de autocartera que tiene la compañía en este momento, que se aproxima al 10%, una cifra absolutamente anómala en cualquier sociedad.

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A tenor de estos datos, parece que ACS ha perdido la confianza de sus principales apoyos históricos, algo que podría guardar también relación con el modus operandi que viene practicando Florentino al frente de la compañía.

Si bien la rotación de activos forma parte del ADN de las constructoras, lo cierto es que la estrategia de desinversión de ACS es muy llamativa, ya que se dedica a vender concesiones con plusvalía de forma recurrente.

El esquema operativo es el siguiente: una administración pública licita una concesión y, una vez que la constructora gana el proyecto, opera esa concesión por un espacio de tiempo ridículo que, inalterablemente, culmina con su venta por parte de ACS antes del vencimiento de la plusvalía, un aumento de valor que la compañía de Florentino se embolsa.

Como hemos dicho, si en España el tiempo medio de las concesiones públicas es de 25 años, ACS está operando una media de 6 años. Esto se traduce en que, desde 2011, ACS vende concesiones en España por valor de 10.500 millones de euros tan solo a los 6 años de haberlas obtenido.