22/11/2024 05:29

No caigas en la trampa que te tiende el sistema de los partidos.

¿En qué consiste?

Salvas a unos partidos y condenas a otros. En suma justificas que el régimen de partidos es imperfecto y que puede mejorar. Así todo el sistema queda salvado porque hay una parte buena, buenísima, que lucha contra otra mala, malísima, ya que, en resumen, el sistema de partidos es necesario y sus imperfecciones son inevitables o ya se irán enmendando paulatinamente en el futuro. Pero la política no es del orden de la ética.

Pero con esas consideraciones, ciertamente, el tema acaba de comenzar. Y sigue con la apuesta personal a favor de uno de los partidos, que automáticamente se convierte, en ese instante, en el bueno. Pero, a su vez, derivada de esa elección previa se desliza que el otro o los otros partidos sean malos. Esa es la elección, la única elección posible. Y no va más allá.

Es pues una elección restringida a la nada y que, en realidad, no decide absolutamente sobre nada. Y no es necesario votar, o dejar de hacerlo, por la razón coyuntural de cómo es la condición personal de los políticos sino por la razón imperecedera a que constriñe la propia razón política.

Votando se consuma el tránsito desde un elector consciente hacia un siervo inconsciente del sistema oligárquico de partidos políticos: la que convierte al elector en un auténtico apologeta del régimen de partidos … y en su cómplice.

Lo repito: por muchos odios que se proyecten contra Sánchez no va a caer antes del momento que le toque y que ya está trazado. La razón de ser todo político es mantenerse en el puesto que ocupa contra todas las inclemencias de los adversarios (otra cosa, en el caso de la España actual, es carecer de un opositor que tenga la altura y la habilidad política necesaria para desbancarlo).

No entender ese principio, tan esencial, tan básico, es no entender absolutamente nada sobre la dinámica política. Pero esa incomprensión delirante que nos ofrece la mayoría de los medios de comunicación y de la que se hace eco sórdido los pocos que los leen, no es culpable de que continúe Sánchez en su cargo: porque es la razón política objetiva la que opera y no las apreciaciones ‘subjetivas’ de sus detractores.

No gastes esfuerzos innecesarios ni excesivo rencor. Sánchez caerá mucho más pronto si se le vota en masa. Sorprende esa afirmación. Sin embargo, contra toda apreciación ingenua, todos los sistemas humanos entran en fase de disfunción por un exceso no por un defecto. La obesidad produce excrecencia. La infección está muy avanzada en el Estado y su cuerpo está buscando desesperadamente cómo convertirse en cadáver. Lo analizaremos en otra colaboración.

No seas como los doctores de la Iglesia del siglo XVIII cuando cuestionaban, en los debates teológicos, que sin Dios no íbamos a ninguna parte. No podían pensar siquiera en la posibilidad de una existencia sin Dios. Ahí tienes a Spinoza. Pero también el actual nihilismo posmoderno que esos doctores no podían siquiera pensar como eventualidad.

A muchos le sucede lo mismo: su horizonte de comprensión de la gestión política de las sociedades complejas no es posible sin concebir la existencia de los partidos políticos. A lo que hay que recordar, por su proximidad en el tiempo y en el espacio, que España, hasta 1975, fue una sociedad compleja y moderna gestionada sin partidos políticos y sus dinámicas.

No te tortures, solo hace falta una perspectiva histórica y teórica un poco más amplia y lúcida. O, si lo prefieres, ser menos dócil con la estulticia y mucho más beligerante contra el cinismo.

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Bueno, también puedes seguir con tus mistificaciones.

Porque para muchos la única realidad política posible es la democracia política y liberal (que se basa, en España, en elecciones periódicas para llenar el espacio del legislativo que elige al ejecutivo) ya que de otro modo no se entiende que le opongan la dictadura. Democracia y dictadura no se oponen como una dicotomía incompatible. Son una unión perfecta.

No hay dejarse llevar por los sustantivos. Toda democracia es una dictadura (entre las élites). Pero, simultáneamente, toda dictadura es una democracia (entre las élites). Incluso el término dictadura no se utiliza con sentido propio y actual hasta principios del siglo XX. Antes de la revolución francesa los regímenes políticos eran estigmatizados como tiranías (un poco teniendo en cuenta los efectos sobre otras élites o sobre la población en general). Estamos simplificando.

Las soluciones políticas para gestionar las sociedades complejas son y han sido siempre en la historia dictatoriales. El núcleo de todo poder es el empleo de la fuerza o de la violencia. No puede ser de otro modo.

Otra cosa es la imagen refleja (significado) que nos viene al pensamiento al evocar el concepto ‘dictadura (significante)’: se nos abre un panorama mental, cinematográfico, de detenciones arbitrarias, torturas, asesinatos, imposiciones … demasiado simple. Pero es lo que precisa una inteligencia infantil y adocenada para construir su mundo de auto referencias múltiples. Mentalidad que olvida la política de ‘lucha’ contra un virus de ficción (en realidad fue una lucha contra los desafectos) y los efectos violentos, con poderes extraordinarios, que ejerció sin piedad el poder ‘democrático’.

Ocurre que la solución democrática que aporta la apariencia de la elección de un gobierno a través de la existencia de dos o más partidos en lisa parece edulcorar el sistema. Pero no lo cambia en el fondo.

La democracia, en una definición simple, sería la dictadura de la minoría política dominante de las élites (por un plazo previsto) (¿ha dejado de serlo alguna vez esas formas políticas definidas por la monarquía absoluta o la república de las ciudades-estado italianas?). Han cambiado las formas pero ha permanecido el contenido.

Los EE.UU. aunque tienen varios partidos que concurren a las elecciones presidenciales (el tercer partido obtuvo en las últimas elecciones a la presidencia del 2024 algo más de 2 millones de votos) el sistema se ha simplificado en la práctica hacia una dualidad casi perfecta. No deja de ser más que la forma aceptada de resolución de los conflictos de los grupos hegemónicos de la sociedad. Pero, en su esencia, funcionan al margen del eco de los clamores de la población (incluso de la que ha votado).

En Europa, por el contrario, existe una forma de democracia dictatorial más compleja. No hay dos partidos sino una constelación de ellos, que aparecen y desaparecen, y que se suceden como forma de expresión del condensado de los bloques dominantes de cada nación.

La democracia política, olvídate, es una forma de solución de los conflictos de las élites pero no cambia la cuestión última para la que sirve: la gestión de los conflictos de las élites es totalmente indiferente a su representación (ya sea mediante un partido ya sea a través de un sistema de partidos).

Siempre permanece un núcleo duro ineludible: ser una dictadura de la mayoría de las representaciones de las élites en conflicto que se sucede y cambia a lo largo del tiempo. La temporalidad proporciona la alternancia (¿en el poder?) y proporciona la impresión de no ser una dictadura, concepto que suele asociarse al ejercicio del poder por una persona con cargo vitalicio.

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Otra cosa, muy distinta, es que esas representaciones plurales de las oligarquías nacionales se obtengan mediante la fuerza (una junta militar), la existencia de un partido único, de un sistema de partidos políticos, etcétera. Es evidente que la elección de ‘representantes’ mediante el sufragio universal es una de las modalidades. Pero no siempre ha sido la única y, claro, ni la más representativa en los conflictos históricos.

Repito, te guste o no, en la actualidad: toda democracia se define como una dictadura del sistema de partidos políticos que son los medios apropiados de los grupos hegemónicos de la sociedad que compiten por la gestión del Estado.

Pensar que una democracia es algo opuesto a una dictadura es consecuencia de una ignorancia política evidente: pensar que una forma de ejercicio del poder del Estado (la democracia o la dictadura) es de mejor condición que otra porque no ejercite la violencia o porque respeta los derechos humanos … El recurso a la violencia siempre ha sido extraordinario. Y lo de los derechos humanos, contra toda opinión, son una abstracción ilustrada que impide su ejercicio o práctica inmediata.

Por eso Sánchez es irrelevante (solo podría ser reputado objetivamente como el vértice de un poder del Estado, el ejecutivo) y reversible (puesto que su perspectiva es la ser de ser sustituido). Caerá cuando el grupo actual con hegemonía en los sistemas de poder estatales y privados (económicos, financieros, judiciales, culturales, mediáticos, etcétera) estimen la necesidad de su reemplazo. Y tu voto o el de cualquier otro, como la suma de todos los que se le oponen, tienen la misma irrelevancia.

Entre democracia y dictadura no hay extremos irreconciliables. Son los términos necesarios y complementarios de una misma realidad política: democracia autoritaria o democracia dictatorial o, lo prefieres, una dictadura democrática (que elige y gobierna para cada periodo de tiempo definido a través uno o varios partidos).

Las diferencias entre regímenes políticos, con un tipo u otro de gobierno, no es del orden político sino del orden del juego de los conflictos de sus oligarquías nacionales. Olvidémoslo: el gobernante se elige entre los diversos pretendientes que tienen mayores capacidades para mantenerse en el cargo. Esta elección no es el resultado de un cálculo racional o de un resultado electoral. Lo determinante sigue siendo las múltiples decisiones de las oligarquías concurrentes (económicas, financieras, internacionales, políticas, tecnológicas, religiosas, etcétera). El electorado, la verdad, es irrelevante en todo este proceso que marca el destino de la política, quedando limitado su papel al de actor y de espectador reflejo de su propia corrupción moral.

-Muy bien, pero, ¿ cuándo caerá Sánchez?

-Te contesto: mañana cuando las élites lo tengan por conveniente.

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Jose Sierra Pama
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Lord Enzo

A lo mejor a la gente le gustan los partidos porque en ellos se sienten identificados en sus ideas. Casi nadie cree que su partido sea la solución a los problemas. Se conforman con tener un lugar donde les gusta lo que escuchan y una ilusión de progresar en la vida trepando por sus estructuras o escuchar discursos que no tienen necesidad de esforzarse en rebatir. Sanchez hará todo lo posible por representar el papel del seductor de micrófono y durará hasta más de lo que sus élites quisieran que durara. O no

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