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Al fin encuentro el momento para abordar un tema que me excita cada vez que oigo pegar ese adjetivo repugnante –“latino”- a dos sustantivos queridos para mí, América y americano, En tantas décadas vividas no he conseguido escucharlo sin sentir que me daban una bofetada, Y me resulta inexplicable que un español o un hispanoamericano pueda consentir que llamen “latinoamericanos” a los mejicanos, a los argentinos, a los chilenos, etc. sin protestar. Les garantizo que si yo hubiera nacido en América y alguien me llamase “latinoamericano” recibirían en el acto la respuesta adecuada de alguien que se siente ofendido.
Para mí es una vergüenza –tanto para España como para Hispanoamérica—estar aceptado por todo el mundo, como normal, que los despojen del orgullo de ser descendientes de España y –casi– los hagan de padre desconocido.
Vamos a ver, ¿ qué tiene un argentino, un mejicano o un chileno de “latino”? Me avergüenza la poca personalidad de los descendientes de aquellas generaciones que dominaron el Orbe y convirtieron el Pacífico en un “lago de España”. Un hispanoamericano que se deja llamar latinoamericano yo diría que es despreciable aunque no lo sepa, como lo es cualquiera que no se sienta orgulloso de sus padres.
Hispanoamérica y los hispanoamericanos tienen padres universalmente conocidos y mundialmente famosos puesto que no existe una Historia más gloriosa que la de España.
Y me subleva aún mucho más cuando eso ocurre en los Estados Unidos. Evidentemente, hoy, es la primera potencia mundial pero ¿en qué admite comparación con la nación que dejó a México dueño de los dos tercios del suelo del actual Estado de la Unión si hablamos de la contribución de ambos al progreso moral de la Humanidad? Me indigna que los sajones se permitan menospreciar a los millones de hispanos que hoy contribuyen a la grandeza de la nación norteamericana. Nunca nadie por cuyas venas corra sangre hispana puede ser humillado por otros cuyos antecesores han dejado muy pocos motivos de orgullo. Su religión ha sido siempre la del “Becerro de Oro” y sin dar el más mínimo valor a las almas de los pueblos conquistados y expoliados. Por los frutos se conoce el árbol.
Nuestra Patria al dominar a otros pueblos los igualaba a nosotros y les reconocía los mismos derechos, trasmitiéndoles toda nuestra cultura y eliminar distancias de todo tipo. En muy poco tiempo un indio era un español más con todos sus privilegios. En el polo opuesto, Estados Unidos hizo un dogma creído y practicado, la afirmación de uno de sus dirigentes: “El mejor indio” es el “indio muerto”. La obsesión de nuestros hombres era un ansia –tan fuerte como la aventura o la riqueza–, por convertirlos a la Fe y a la Cultura, apoyando a los misioneros, creando Universidades e iglesias. Con los soldados iban los misioneros y los sabios religiosos. Basta recorrer Hispanoamérica y los Estados Unidos para ver las diferencias provocadas por la distinta forma de ver la colonización de los pueblos: España los protegía, e integraba, los sajones, los discriminaban, los explotaban y, frecuentemente, los mataban.
Tan evidente es todo eso que no han podido esconderlo y hasta las películas han tenido que reconocerlo. Eso sí, han sabido “endulzarlo” con el “estilo Oeste” de las mismas. Digo “endulzarlo” porque han conseguido “convertir en comedia” lo que realmente fue un “terrible y trágico drama, la práctica eliminación de la mayor parte de los indios, que los españoles respetaron y catequizaron. (¿Era católico “Jerónimo”?, ¿hablaba español?)
No podemos olvidar tampoco la “desaparición del bisonte”, una prueba más de salvajismo. Si “ambos éxitos” hubiesen sido obra de España, dejo a su imaginación lo que habrían escrito de nosotros. Pero los sajones no tienen “Leyenda Negra”…
Volviendo al tema central Hay algo que sin duda me duele más y es ver que la Jerarquía católica hispanoamericana, que por cultura, formación, y vocación pueden y deben valorar la herencia española más bien parece ignorarla o menospreciarla. ¿Quién fue el genio que a la Conferencia Episcopal que reúne a los obispos de toda la América Hispana la bautizó y llamó “CELAM”? (“CONSEJO EPISPCOPAL LATINAMERICANO Y CARIBEÑO”) He luchado toda mi vida contra la masonería que intenta deshacer la obra cristianizadora de España en América y veo con pena cómo todo parece indicar que esa sociedad secreta e instrumento de la Sinagoga de Satanás cuenta con la ayuda impagable de la Jerarquía Católica de las naciones hispanas. ¿Son tontos o son malvados… o ambas cosas a la vez?
A mi entender la mayoría de cuantos dedicamos el tiempo a escribir lo hacemos con el fin –entre otros– de mejorar algún aspecto de la vida de los hombres o al hombre mismo. Yo al menos lo hago por eso. Pues bien, daría por bien pagado mi tiempo si consigo que un mayor número de españoles e hispanoamericanos sientan náuseas antes de utilizar los vocablos insultantes “Latinoamérica” o “latinoamericano” y usen con orgullosa satisfacción los sonoros “Hispanoamérica” e “hispanoamericano” y que siempre que oigan a alguien utilizar los citados como insultantes, le rectifiquen y, si se presenta la ocasión los ilustren y enseñen que ningún ciudadano de las veinte naciones que engendró España tiene nada de “latino”.
Y mi dicha sería completa si mis lectores se convirtieran en luchadores en esta causa, o sea, en la eliminación del español de los vocablos “latinoamericano” y “Latinoamérica”.
Me avergüenza –y me revuelve el estómago- leerlos en nuestra prensa o escucharlos en nuestras televisiones y emisiones radiofónicas.
Autor
- GIL DE LA PISA ANTOLÍN. Se trasladó a Cuba con 17 años (set. 1945), en el primer viaje trasatlántico comercial tras la 2ª Guerra mundial. Allí vivió 14 años, bajo Grau, Prío, Batista y Fidel. Se doctoró en Filosofía y Letras, Universidad Villanueva, Primer Expediente. En 1959 regresó a España, para evitar la cárcel de Fidel. Durante 35 años fue: Ejecutivo, Director Gerente y empresario. Jubilado en 1992. Escritor. Conferenciante. Tres libros editados. Centenares de artículos publicados. Propagandista católico, Colaboró con el P. Piulachs en la O.E. P. Impulsor de los Ejercicios Espirituales ignacianos. Durante los primeros años de la Transición estuvo con Blas Piñar y F. N., desde la primera hora. Primer Secretario Nacional.