Getting your Trinity Audio player ready...
|
Y voté “NO” convencido de que la nueva Constitución abría las puertas al enemigo derrotado formado por un conglomerado de asociaciones y partidos más o menos secretos (masonería, comunistas, socialistas, anarquistas, separatistas, etc.), todos ellos al servicio de jefes extranjeros, que volverían pronto a proseguir su trabajo en la destrucción de nuestra Patria como nación libre e independiente.
Todo habría cambiado –y España sería hoy una de las tres primeras naciones de Europa – si hubiera asimilado el espíritu de las Leyes fundamentales y del Fuero del Trabajo, fruto del Régimen nacido del 18 de julio de 1936, y que la aupó desde la ruina heredada hasta el octavo lugar entre las potencias industriales del mundo.
Pero el pueblo español se tragó la trola y el paripé de un texto redactado por los Padres de la Constitución cuando estos se limitaron a poner en español un articulado dictado por los mandos extranjeros.
Luego, la prensa canallesca se encargaría de convencer al pueblo español de que el nuestro progreso se lo debemos a la Constitución y no a Franco, cuando fue él quien dejó los riñones de España con grasa suficiente para permitirnos vivir bien cuarenta años más en la cacareada democracia. Sin el llamado “franquismo” -que fue sencillamente “el triunfo de un pueblo unido”- habríamos acabado siendo un miembro más del llamado tercer mundo, desde hace ochenta años. Con la vergüenza consiguiente por haber caído desde lo alto, pues fuimos el mejor de los Imperios que han existido.
Nunca he logrado explicarme -y me imagino que, a las próximas generaciones les ocurrirá lo mismo—porqué, muerto Franco, cambio el signo de la pendiente: ascendente hacia la cumbre empujado por el Régimen que presidía, o descendente a partir de 1975 y a tal velocidad que aquel pueblo alegre -donde no faltaba el trabajo, ni el dinero en el bolsillo para los caprichos, con libertad absoluta de movimientos-, enfiló hacia la esclavitud marxista, sin alegría, esquilmado por Hacienda, asustado y encadenado a todos los miedos imaginables… La España de hoy y la “franquista” se parecen como el cielo al infierno. Y todo por obra de políticos embusteros, ineptos, ladrones, sin conciencia, ni vergüenza.
Ocupa el primer puesto entre tanto canalla, está un mentiroso con cara de tungsteno – dado que el cemento, al lado del rostro de Don Pedro Sánchez, ¡es cera pura! –. Nunca más podrá nacer otro igual, pues -como decía el torero: –“¡Eso no es posible y, además, es imposible!”
Pedro Sánchez no votó la aprobación de la Constitución, –tenía seis años— pero ha demostrado no tener muchas más luces que quienes votaron ¡Sí!
No haré más comentarios. Los españoles inteligentes examinando los frutos que ha producido ya deben tener una opinión sobre aquel tremendo como lo han demostrado los cuarenta y ocho años que nos han conducido a esta cloaca que hoy es España. Dejaría muy mal a la inteligencia y visión de futuro de aquel pueblo que aprobó un texto preñado de trampas y bombas de relojería que pretendía dar a España una muerte dulce, pero ¡muerte! Algunos lo vimos claro pero sin poder evitar lo que ahora todo el mundo teme. ¿Tan escasos de luces estaban sus entusiastas partidarios que no vieron cómo acabaría el hecho de crear “diecisiete nacionalidades”? Si hasta Julián Marías intentó abrirles los ojos. No digamos de Blas Piñar y cuantos teníamos su misma visión.
Hay una frase que usan siempre los tontos en todas las ocasiones para cubrirse su escasa inteligencia…” ¡Todos tenemos la culpa!” A lo que yo respondo siempre: “¡A mí no me juntéis… yo vi claro y nunca me hiciste caso!”.
No tengo ningún inconveniente en que intenten demostrarme que estoy insultando a todos los demócratas. Decir la verdad no es insultar. El admitir por verdades infalibles, afirmaciones “no demostradas”, conduce a juicios erróneos como el de creer que la Democracia es el “menos malo de los regímenes existentes”… Sin ir más lejos, los años de paz y progreso que nos dio Franco, prueban que el suyo daba sopa con honda a esta porquería que llamamos la “democracia constitucionalista” y nos ha conducido a esta pocilga de la política imperante.
Lo triste del caso es que los españoles no comprenden que con palabras no se ganan las guerras y que al comunismo que nos gobierna no se le para con gritos. Mientras tanto, los españoles dejamos las manos libres al traidor y por demás embustero de la Moncloa para aplicar un proyecto perfectamente estudiado por la Sinagoga de Satanás que llevará a España a la muerte dulce, arrullada por las Autonomías.
Los asesinos de España ya los conocemos y es hora de preguntar por quienes deberían impedir su muerte. Tengo entendido que la Constitución alago dice sobre el tema. ¿Lo habrán leído su majestad el Rey y los jefes de los estados mayores de nuestros Ejércitos de Tierra Mar y Aire? ¿Cuándo piensan hacer algo por España, cuando ya no exista?
Yo no voté NO a la Constitución, pero la acaté; y ahora pregunto: ¿para qué sirve acatarla si los que deben defenderla se ríen de nosotros y nos toman el pelo? A mis 95 años ya no puedo hacer otra cosa que escribir y tengo que preguntar a mis compatriotas por este medio ¿Dónde están los herederos del alcalde de Móstoles, de Daoiz y Velarde, de Mola y Yagüe, del “timbalero” del Bruch, de don Pelayo, del tercio de Montserrat, de las falanges castellanas y los carlistas –que liberaron el norte, acudieron a Teruel y acabaron en Vic o en la frontera francesa?
Pobre España, la nación que perdió la virilidad y es hoy nación de féminas y boabdiles; irenes, belarras y apolíneos sin vergüenza.
Autor
- GIL DE LA PISA ANTOLÍN. Se trasladó a Cuba con 17 años (set. 1945), en el primer viaje trasatlántico comercial tras la 2ª Guerra mundial. Allí vivió 14 años, bajo Grau, Prío, Batista y Fidel. Se doctoró en Filosofía y Letras, Universidad Villanueva, Primer Expediente. En 1959 regresó a España, para evitar la cárcel de Fidel. Durante 35 años fue: Ejecutivo, Director Gerente y empresario. Jubilado en 1992. Escritor. Conferenciante. Tres libros editados. Centenares de artículos publicados. Propagandista católico, Colaboró con el P. Piulachs en la O.E. P. Impulsor de los Ejercicios Espirituales ignacianos. Durante los primeros años de la Transición estuvo con Blas Piñar y F. N., desde la primera hora. Primer Secretario Nacional.