09/05/2024 10:28
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En el pasado programa de La boca del Lobo, Javier García Isac alertaba de que pocas cosas nos pasan. Esto lo decía al hilo de los comentarios y denuncias de la situación política actual y de las consecuencias derivadas de aquella.

Ya puede pedir todo el perdón que quiera el señor Sánchez por la ley del sí es sí, pues dicho perdón debería extenderlo a toda su política que yo considero irracional. Desde aquella prisión domiciliaria a la que sometió a los ciudadanos con base en un COVID poco más que inventado, pasando por la ley del sí es sí, hasta la ley trans, y entre ellas todas las normas legales aprobadas para favorecer a los conmilitones separatistas, con clara burla a las decisiones judiciales, poder claramente intervenido desde el ejecutivo; finalizando en el olvido de una política del agua que debería ser claramente de ámbito nacional y de exclusiva competencia del Estado, amén de la ausencia de atajo del crimen en todas sus formas.

No podemos olvidar que a su lado caminan de la mano diversos partidos políticos, entre ellos su gemelo, el Partido Popular, que ha sancionado con sus apoyos, omisiones u olvidos una política en perjuicio de los intereses nacionales, bajo la apariencia de diferencias doctrinales que luego se diluyen en los objetivos para, en los resultados, asimilarse a los intereses que mantiene este sistema de partidos pretendidamente democrático.

Si observamos el plantel de los que son la imagen actual de la política española (mudable al espectro europeo) no son comparables a un Federico Silva Muñoz, por poner un ejemplo, que fue Ministro de Obras Públicas hasta 1970, el cual exponía los objetivos, fines y resultado de su ministerio sin un solo papel, solo acompañado de la espada de su experiencia y de su excelente memoria. Claro que antes había llegado a ser doctor en Derecho, abogado del Estado y letrado del Consejo de Estado. Como ministro estableció el sistema de construcción de las autopistas de peaje; modernizó cinco mil kilómetros de carreteras; estableció los enlaces ferroviarios directos con París y Ginebra, a través de los trenes Talgo y expreso Puerta del Sol. Comenzó y desarrolló las obras de aprovechamiento conjunto de los ríos Tajo y Segura, y se inició la construcción del superpuerto de Bilbao, aparte de llevar adelante el plan de modernización de los puertos españoles.

No hay nadie en la panoplia actual de políticos comparable a Federico Silva Muñoz. Busquemos en el rincón más oscuro y escondido de los edificios del Congreso o del Senado. Por eso bastantes pocas cosas nos pasan con el barro que se nos ofrece para ahormar las elecciones de los últimos treinta años y de las venideras, y donde debe reinar el orden impera la anarquía.

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Se me dirá que nuestro sistema es una monarquía y no una anarquía, pero ¡qué tan cerca está aquella de esta! De manera evidente cuando quienes gobiernan son muchachos y jovenzuelos, más bien afeminados sería la traducción del versículo 3.4 del Libro de Isaías. Muchachos sin experiencia alguna que han apartado al hombre maduro, incluso anciano, ya experimentado. Cambiado hombres fornidos y guerreros por débiles y pacíficos; cambiado hábiles notables por consejeros obedientes; cambiado jueces meritorios por simples hechiceros.

De ahí que entienda claramente a Javier García Isac ese lamento de que pocas cosas nos pasan, cuando somos conducidos a una situación de auténtica ruina y el pueblo, ese pueblo del que se decía tenía voz, ya no se alza contra quien debería, que no es otro que un sistema que nos lleva por un camino de mansedumbre en una situación de anestesia colectiva, y como nos revela Isaías, son niños los que dominan nuestro pueblo, mujeres le gobiernan y sus supuestos conductores le extravían.

El problema es que estos políticos nos llevan, como en otras ocasiones de nuestra Historia, al enfrentamiento de hombre contra hombre, de vecino contra vecino, y a una lucha completamente innecesaria, cuando la razón, el sentido y el bien comunes, deben ser las armas con las que eliminar la sinrazón, el particularismo y la división, volviendo a los hombres excelentes en esta Jerusalén profundamente arruinada.

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Luis Alberto Calderón
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