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Esta es la decimocuarta parte del repaso al libro Mis recuerdos, de Largo Caballero. Las partes anteriores están aquí.
Acabado el repaso al libro Mis recuerdos de Francisco Largo Caballero, procede un comentario final. Pero para empezar, el libro se puede leer aquí: Mis recuerdos – Telegraph
Como indicado, llegué a él a través de la biografía de Julio Aróstegui que ya comentamos aquí, y que se refiere a estas “memorias” de Largo Caballero. En aquel entonces, comentamos esto sobre la valoración de Aróstegui de los recuerdos de Caballero. El libro causó consternación a las filas socialistas, por el ajuste de cuentas con Prieto y Negrín fundamentalmente; no hay manuscrito y no se sabe hasta que punto detrás de ellas está también la mano de Enrique de Francisco. Se dice también que no habría estado en la intención de Caballero el publicar sus recuerdos, etc. En todo caso, no hubo desmentidos.
Caballero da detalles desconocidos de su infancia y comienzos. Trabaja como escayolista y se hace pronto socialista y sindicalista, de la UGT, que se hace paso entre las organizaciones obreristas españolas, que entonces eran sobre todo anarquistas. Empiezan las luchas sindicales y hay muchos detalles del paternalismo que usaban con ellos los gobiernos de la Monarquía.
La Huelga revolucionaria de 1917 es la primera incursión de Caballero en el golpismo. Va a ella arrastrado por las circunstancias, porque la UGT quedaría desacreditada si no participaba. Tras salir de la cárcel vuelve a su puesto de concejal y entra en la Diputación.
El asentamiento de la UGT tiene lugar con la Dictadura de Primo de Rivera, con la que los socialistas cooperan. Largo Caballero está al frente de la facción del PSOE que se impone en favor de esa cooperación.
Cuando la Dictadura pierde apoyos se pone contra ella y participa en las asonadas del año 30. Encuentro una pequeña joya en este párrafo:
Yo tenía que comunicar [el 15 de diciembre de 1930] a las Ejecutivas del Partido y la Unión General, así como a las Sociedades de la Casa del Pueblo, el acuerdo de declarar la huelga general pacífica; único compromiso contraído por nuestra parte. Lo demás lo harían los militares.
Aquellos revolucionarios no tenían empacho en ponerse detrás de los sables de los militares golpistas, pero ay de estos si los usaban para pararles los pies… Unos meses después España será una república.
Si Largo Caballero hasta aquí nos cuenta la historia de un sindicalista heroico y combativo, a partir de aquí -es decir, cuando empieza a tocar poder- pasa a la defensiva y a justificar sus desmanes criminales y su incompetencia. A veces llega a feísimos detalles, por ejemplo echando culpas fuera sobre las quemas de iglesias:
Lo más saliente de aquel período fue la quema de algunos conventos e iglesias. La sorpresa y disgusto del Gobierno fueron grandes; hizo lo posible por averiguar qué elementos lo habían realizado, porque eso no podía servir más que para desprestigiar la República. No pudo saberse nada; sólo se vislumbraba que lo hubieran hecho con aquel propósito elementos católicos reaccionarios, pero carecíamos de pruebas materiales.
Es uno de los rasgos más pronunciados de su carácter: nunca tuvo culpa de nada, siempre carga sobre otros los errores. Lo mismo pasa con Casas Viejas; el problema fue la posterior labor de fiscalización de la oposición:
Miguel Maura, Calvo Sotelo, Sánchez Román, Balbontín y Martínez Barrio pronunciaron discursos violentísimos. El último de los enumerados pronunció esta frase: «El Gobierno está hasta el cuello de sangre y barro».
No niega la participación en la Revolución de Octubre, pero asigna la culpa última a las derechas, como todos los participantes, y después se ríe de aquella “justicia burguesa” a la que engañó.
A los cuatro días me pusieron en libertad. ¿Hice bien o mal al proceder como lo hice? ¿Debía entregar a la voracidad de la justicia burguesa a un defensor del proletariado? Mi conciencia está tranquila. Estoy convencido de haber cumplido con mi deber, pues ofrecerme como víctima sin beneficio alguno para la causa del proletariado hubiera sido tan inocente como inútil.
En la campaña electoral del 36 el PSOE está dividido y los caballeristas están a punto de asesinar a Prieto en el mitin de Écija. Caballero sigue la labor de agitación de los obreristas contra el gobierno republicano que el PSOE había traído con sus votos, impidiéndole su labor. La guerra fue el único medio de parar la deriva revolucionaria. Caballero, desde luego, tiene otra opinión, y se pone los hechos por montera:
La República —se decía— ha asesinado a los sacerdotes, ha violado a las monjas, ha robado las iglesias ha destruido el arte español… Usted sabe perfectamente que todo eso es absolutamente falso. La República no ha cometido tales crímenes, ni los podía cometer.
Si es capaz de negar los hechos, sus explicaciones de estos son realmente disparatadas. Además, muestra en el asunto de El Alcázar una mezquindad moral repugnante:
En seguida di orden de suspender los bombardeos por aire y tierra. Pensé que era mejor un ataque decidido al asalto, aun a costa de muchas bajas. Había que acabar con aquella situación embarazosa para el Gobierno. Mas existía una dificultad para la realización del plan: el Coronel Moscardó había encerrado con él, además de guardias civiles y hombres de la población, a muchas mujeres y niños familiares de aquéllos, los cuales podían perecer en el asalto…
Si tenemos en cuenta hay fotos de su desplazamiento para presenciar la voladura de la mina con que los milicianos pretendían hacer saltar el Alcázar con todos los civiles dentro, hay que concluir que no tenía memoria alguna y aún menos escrúpulos, o quizás que estamos ante alguien tan sectario que es capaz de engañarse a sí mismo.
Su testimonio del desbarajuste del gobierno frentepopulista que presidió y de la conducción de la guerra es demoledor. En los asuntos del envío del oro a Moscú y del fusilamiento de José Antonio echa balones fuera sin más. Lo del oro fue Negrín; al Consejo se enteró del fusilamiento de Primo de Rivera a posteriori.
El fusilamiento de Primo de Rivera fue motivo de profundo disgusto para mí, y creo que para todos los ministros del Gabinete. … Estábamos en sesión con el expediente sobre la mesa, cuando se recibió un telegrama comunicando haber sido fusilado Primo de Rivera en Alicante.
Tras los sucesos de mayo del 37 pierde los apoyos para gobernar, y tras su salida del gobierno los compañeros del PSOE le siegan la hierba debajo de los pies quitándole todo el poder en el partido y el sindicato.
La huida a Francia es el inicio de su calvario. Fue confinado por el régimen de Vichy e internado en el campo de concentración de Oranienburg en Alemania, donde recibe trato especial. Tras la ocupación de Alemania, regresa a París donde recupera algo de protagonismo entre los exiliados. El entierro es una reivindicación póstuma de su figura. La publicación de estas memorias 10 años después supone una banderilla para los restos de ese partido que es la desgracia de España.
El neo-PSOE de la “Democracia” le pone una horrorosa estatua en Nuevos Ministerios: Largo Caballero como Mazinger Zeta.
En fin, es un personaje nefasto del que no se puede decir casi nada bueno. Es cierto que defendió sinceramente a los trabajadores, pero eso estaba en su propio interés y su trabajo como sindicalista. No hubiera ganado mayores honras ni dineros siguiendo como escayolistas, así que lo pagado por lo servido. La única cosa que un español le puede reconocer es que se opusiera a los manejos soviéticos. Y aún eso lo hizo sin resultados y le acabó costando el tener que dejar el gobierno en manos del prosoviético Negrín.
FIN
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ordeno a la cruz roja que se marchara del Asedio de Santa Maria de la Cabeza durante la evacuación impedida por Largo Caballero, si no se entregaban los pocos combatientes, masacrando a decenas de ancianos, mujeres y ñiños inocentes.