17/05/2024 06:40
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Señalaba el filósofo y matemático británico Bertrand Russell, en su obra “El Poder”, que “hay una gran diferencia entre el poder deseado como un medio y el poder deseado como un fin en sí mismo. El hombre que desea el poder como un medio tiene primero algún otro deseo y luego desea hallarse en situación de poderlo satisfacer. El hombre que desea el poder como un fin en sí mismo elegirá su objetivo teniendo en cuenta la posibilidad de asegurarlo”. Resulta evidente que Pedro Sánchez -teniendo en cuenta su naturaleza amoral y narcisista y su maquiavélica forma de hacer política- es un fiel representante de esa estirpe de políticos para los cuales la consecución del poder justifica cualquier tipo de conducta, por indecente que ésta sea.

Facilitando su habitual trilerismo político, P. Sánchez se ha encontrado con una ley electoral” que parece hecha a su medida, ya que la misma le permite alcanzar acuerdos de gobierno con formaciones políticas cuyo proyecto pasa fundamentalmente por la destrucción del régimen del 78 y la deconstrucción de la nación española. Desde una lógica irreprochable parece absurdo el que a unas elecciones generales puedan presentarse partidos políticos sin implantación nacional y con objetivos meramente regionalistas y casi siempre contrapuestos a los intereses del conjunto de los españoles. De hecho, demostrando su perniciosa condición, el escenario dibujado por la “ley electoral” conlleva el que partidos políticos marcadamente antiespañoles puedan estar en disposición no ya de condicionar sino de determinar la política nacional. Obviamente, para que esta situación cristalice resulta necesario que un partido político con suficiente representación parlamentaria esté dispuesto a pactar con formaciones políticas orientadas a quebrantar el orden constitucional vigente, y es aquí donde entran en escena el psicópata monclovita y la secta sanchista, ya que el ansia de poder que anima a tan lamentable personaje y a sus deplorables secuaces les permite traspasar con creces toda limitación moral.

Ya en la pasada legislatura pudimos ver un anticipo de la situación que acabamos de describir cuando P. Sánchez, obligado por sus malos resultados electorales, se dedicó con indisimulable ahínco, por un lado, a blanquear a ETA, justificando de esta manera al terrorismo vasco, y, por otro lado, a desjudicializar el golpismo catalán, despenalizando en consecuencia el delito de sedición.

En contra de lo que en un principio pudiera pensarse, lo cierto es que en la legislatura que recién comienza el panorama no ha hecho otra cosa que empeorar, debido a que el PSOE ha seguido obteniendo un pésimo resultado electoral y los partidos independentistas de los que depende la investidura de P. Sánchez, conocedores de su situación de privilegio, han elevado sus exigencias, hasta adentrarse en el intransitable terreno de lo inadmisible.

Ante esta tesitura, solo cabe esperar que P. Sánchez muestre una vez más esa capacidad innata que tiene para humillarse cuando la ocasión así lo requiere y ceda ante el chantaje independentista. Buena muestra de ello es que nada más conocer los resultado electorales manifestó públicamente su inquebrantable adhesión al bloque formado por comunistas e independentistas, declarando que el Partido Socialista había ganado las elecciones, cuando en realidad era el PP el que había obtenido una victoria incontestable, si bien insuficiente para la formación de un Gobierno constitucionalista, debido a la conformación de un renovado Frente Popular constituido por socialistas (PSOE), comunistas (Sumar), independentistas de izquierdas (ERC, Bildu y BNG) y, paradojas de la política española, independentistas de derechas (Junts y PNV).

En consecuencia, para alcanzar un acuerdo que permita la constitución de un nuevo gobierno Frankenstein no se está discutiendo acerca de las medidas que se deben tomar para solucionar o al menos paliar los graves problemas que acucian a los españoles, como son, entre otros, la pobreza severa que afecta ya a 5 millones de personas, el deterioro de la sanidad, el fracaso escolar, la enorme tasa de paro, la inflación permanentemente al alza, la creciente inseguridad ciudadana, el riesgo de desertización, la dependencia energética, la violencia machista o el fenómeno de la okupación. Muy por el contrario, las negociaciones entre socialistas, comunistas e independentistas están delimitadas por las imposiciones planteadas por parte de golpistas indultados, prófugos de la justicia por delitos de sedición y malversación y filoterroristas que persisten en la defensa del sangriento historial etarra.

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Así, nos encontramos con una mesa de diálogo en la que las fuerzas separatistas catalanas y vascas han dejado bien claro al Partido Socialista que si P. Sánchez quiere ser investido presidente del Gobierno con sus votos debe antes comprometerse a cumplir con una serie de demandas que deambulan entre lo descabellado y lo obsceno. Entre estas exigencias cabe destacar el desarrollo de un sistema de financiación propio para Cataluña semejante al del País Vasco y Navarra, la condonación de la deuda contraída por la Generalidad catalana con el Estado español a través del Fondo de Liquidez Autonómica, la creación de un Tribunal Supremo tanto en Cataluña como en el País Vasco, la transferencia de la gestión de trenes de cercanías, puertos y aeropuertos, la expulsión de la Guardia Civil del País Vasco y Navarra, la amnistía general para los golpistas catalanes y, por último y rizando el rizo, la celebración de un referéndum de autodeterminación en Cataluña y el País Vasco.

Si bien intentará ocultar y disfrazar los acuerdos alcanzados en la mesa de negociación, parece obvio que P. Sánchez accederá a satisfacer todas y cada una de las demandas planteadas por los independentistas catalanes y vascos, ya que, como hemos comentado, su inconmensurable ansia de poder se ve acompañada por un grado de inmoralidad y una falta de escrúpulos difícilmente superables.

De esta forma se vislumbra en el horizonte cercano una España donde se romperán los nexos de unión interterritorial comprometiéndose así la cohesión nacional, se eliminará el principio de solidaridad que debe regir en el seno de toda nación para dar lugar a un España de ricos y otra España de pobres, se fragmentará el Poder Judicial y con ello se debilitará el Estado de Derecho y se suprimirá el principio de igualdad ante la ley característico de toda sociedad verdaderamente democrática, se destruirá la unidad de mercado provocándose de esta forma un aumento de la pobreza y, en definitiva, se reproducirá la ausencia de diálogo y el enfrentamiento entre españoles. Esta España decadente, con un pasado adulterado, un presente sin fundamento y un futuro desesperanzador, es la fiel representación de un pueblo que, a fuerza de reabrir viejas heridas y añadir otras nuevas, ha perdido la fe en sí mismo y se ha entregado sumisamente a la ominosa tarea de rendir pleitesía a las oscuras fuerzas que pretenden sin disimulo alguno su destrucción.

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Puede leerse en el Evangelio según San Mateo (21, 12-13) que “Entró Jesús en el Templo y expulsó a todos los que vendían y compraban en el Templo; volcó las mesas de los cambistas y los puestos de los que vendían palomas, mientras les decía: -Escrito está: Mi casa de oración será llamada casa de oración, pero vosotros la estáis convirtiendo en una cueva de ladrones”. Y así como el Templo se convirtió en cueva de ladrones, el Congreso de los Diputados se ha convertido en refugio de mercaderes sin escrúpulo alguno, para mayor gloria del psicópata monclovita y sus abyectos compañeros de viaje.

Autor

Rafael García Alonso
Rafael García Alonso
Rafael García Alonso.

Doctor en Medicina por la Universidad Complutense de Madrid, Especialista en Medicina Preventiva, Máster en Salud Pública y Máster en Psicología Médica.
Ha trabajado como Técnico de Salud Pública responsable de Programas y Cartera de Servicios en el ámbito de la Medicina Familiar y Comunitaria, llegando a desarrollar funciones de Asesor Técnico de la Subdirección General de Atención Primaria del Insalud. Actualmente desempeña labores asistenciales como Médico de Urgencias en el Servicio de Salud de la Comunidad de Madrid.
Ha impartido cursos de postgrado en relación con técnicas de investigación en la Escuela Nacional de Sanidad.
Autor del libro “Las Huellas de la evolución. Una historia en el límite del caos” y coautor del libro “Evaluación de Programas Sociales”, también ha publicado numerosos artículos de investigación clínica y planificación sanitaria en revistas de ámbito nacional e internacional.
Comenzó su andadura en El Correo de España y sigue haciéndolo en ÑTV España para defender la unidad de España y el Estado de Derecho ante la amenaza socialcomunista e independentista.
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Aliena

Se contradice usted pues Sánchez puede formar gobiernos con las gentes sobrerrepresentadas que odian a España gracias precisamente a que la constitución les da carta de naturaleza y sólo les pone obstáculos mínimos en cuestiones de procedimiento, luego el gobierno Frankenstein o Drácula, el anterior y el que esté por venir, son tan constitucionalistas como podría ser otro de signo contrario. Eso es lo que no quieren admitir ustedes, señores a quienes gusta tanto el término «constitucionalista», pero fingiendo que significa sólo lo que les place.

Enrique

Joer Aliena , que rojica eres

Enrique

Que Dios te bendiga

Geppetto

En España cualquier politico de la tendencia que sea busca el poder que lo encumbre a el personalmente.
Por eso estamos a punto de hundirnos, porque ya no hay mas que repartir.
Los politicos en España no sirven para nada bueno

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