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La parte octava y final de esta serie corresponde al capítulo III del libro, en que se recogen diversas opiniones sobre la Batalla de Brunete.

Capítulo III Opiniones sobre la Batalla de Brunete.

Valoración del historiador Luis María de Lojendio en su obra Operaciones militares en la guerra de España:

En los días de Brunete – precisamente cuando comenzaba la contraofensiva del general Franco-, cumplió el Movimiento Nacional el primer año de su iniciación. En la Batalla en Brunete se vio el tiempo transcurrido y la perspectiva de las nuevas etapas de la contienda. Se sentía el momento decisivo. Muchas veces sobre el campo sacudido por los bombardeos, en el que dura y heroicamente lucharon los soldados españoles, oímos de labios plenamente autorizados: “El vencedor de Brunete será el vencedor de la guerra”. (p. 312)

Igual juicio le mereció al que fue jefe de Estado Mayor del Ejército Popular de la República, Vicente Rojo. en uno de los numerosos libros que sobre la contienda española escribió en el exilio decía que, de haber ganado la Batalla de Brunete, El Pardo estaría ahora habitado por el general Miaja en lugar de estarlo por Franco. (p. 312)

Ricardo de la Cierva, en su Historia ilustrada de la guerra civil española dice:

… pero la más célebre y eficaz de todas las resistencias decisivas en esta primera fase de la Batalla de Brunete es la que mantienen los falangistas y los moros de Quijorna y Vértice los Llanos contra las brigadas mixtas, al completo, de la famosa División comunista 46, mandada por Valentín González, el Campesino, que atacaba así el flanco izquierdo del dispositivo nacional de la defensa para proteger las ganancias de su compañero Enrique Líster sobre Brunete y para conquistar así una posible base de envolvimiento con que soñaba Miaja, incluso años después de la batalla, cuando horas antes de su muerte repetía un nombre que se había convertido en la obsesión de sus recuerdos: QUIJORNA. (p. 313)

El teniente general López Muñiz:

Y superior a toda la alabanza la conducta de aquellas guarniciones de los Llanos, Quijorna, Villanueva de la Cañada y Villanueva del Pardillo, que aprecian en todo su valor la intensidad del esfuerzo enemigo, que saben que no pueden acudir en su socorro y que, sometidas a una acción de una violencia extraordinaria, se sostienen en sus precarias posiciones dispuestas a sucumbir.

 

La energía con que se aferran los defensores al terreno sobrecoge el ánimo de los mandos subalternos enemigos, que no comprenden cómo fuerzas tan escasas son capaces de tanta arrogancia… (313 y 314)

El historiador Luis Antonio Macho, en el número 18 de Temas españoles escribe:

… los marxistas, que hasta ahora habían tenido en sus manos las bazas rotundas de las primeras sorpresas, no salen de su estupor. Pero, ¿cómo es posible que aún resistan?

Verdaderamente, solo el milagro del heroísmo podía explicarlo….

Pero hicieron quizás lo más importante, lo que, según veremos, resultó decisivo para el curso de la batalla: resistir. Resistir en un esfuerzo inverosímil y, contra toda lógica, contra toda esperanza….

… cada minuto, cada hora que pasa, esos pobres soldados que, ya sin oficiales apenas, se dictan a sí mismos la única y tremenda orden de aguantar hasta morir, están deshaciendo la pomposa ofensiva del alto mando rojo, que no los tuvo en cuenta. (p. 315-315)

Otra vez José María de Lojendio:

Cuando aún no se había podido orientar ni la más ligera reacción nacional, se notó una doble tendencia en el campo rojo. En la primera línea de las fuerzas infiltradas, una cierta desorientación causada por la ausencia de enemigo enfrente y, en cambio, su presencia en los ataques de flanco y espalda por parte de las guarniciones de Quijorna y Villanueva de la Cañada. Temían ser juguetes de una maniobra. Pero al mismo tiempo, desde Valdemorillo, el mando marxista continúa metiendo tropas, Brigada tras Brigada, en la pequeña brecha abierta en las líneas nacionales. Esto creó en los atacantes una enorme confusión…. En este desorden, debido sobre todo a la falta de mandos intermedios, perdieron los marxistas gran parte del éxito inicial. No supieron aprovecharlo plenamente. Pudieron haber llegado aquella mañana a Navalcarnero

 

En una palabra: los rojos se pasaron de listos. Al comparar la encarnizada resistencia que se les ofrecía en los flancos con la completa facilidad de penetración que encontraban en la parte de Brunete, no se detuvieron a pensar que, como en realidad sucedía, el frente estaba en ese momento totalmente desguarnecido de tropas nacionales, sino que acabaron por sospechar que se les estaba tendiendo una monumental encerrona… ¡y pensar que el temor del mando rojo, con sus 60,000 hombres armados hasta los dientes y apoyados por una acción tremenda de artillería y aviación, se había producido, en realidad nada más que por la heroica resistencia de dos pueblecitos como a Quijorna y Villanueva de la Cañada, guarnecidos por tres o cuatro centenares de falangistas irregulares!. (p. 319-320)

Bueno, algo más que cuatro centenares, pero sí, la desproporción entre atacantes y defensores es increíble.

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Ricardo de la Cierva en el número 27 de Francisco Franco, un siglo de historia afirma:

… la penetración es de casi 10 km y la línea del frente queda entre Brunete y Sevilla la Nueva, en peligrosísima flecha sobre el nudo de Navalcarnero, cuya caída hubiera supuesto el hundimiento de todo el Frente Nacional de Madrid. (p. 320)

Las resistencias decisivas que hemos visto desbaratan toda la operación.

Rafael Casas de la Vega, en su libro Brunete recoge las declaraciones de un soldado del Ejército de Maniobra frentepopulista:

Habían llegado el día 7, muy temprano, y habían atacado Quijorna. Nadie esperaba que hubiese tanta resistencia. El Campesino estaba negro. Creía que con solo llegar allí sería suficiente para que el pueblo se rindiese. Pero, nada de eso. Había dentro, por lo visto falangistas y moros, o sea, señoritos reaccionarios y tropas mercenarias. El primer día, bastante hemos tenido con dominar las alturas que rodean el pueblo por el norte. Los fascistas habían sufrido muchas bajas; nosotros, menos, pero también bastantes. (pp. 321 y 322)

Recoge la especie de que desde la iglesia tiraba una mujer con una ametralladora. Sigue:

El mismo Campesino por lo visto, había hecho un reconocimiento montado en un tanque. Había llegado hasta la misma iglesia y había hecho muchas bajas a los facciosos. Era una fiera, el tío, pero no se podía negar que era valiente. Allí la gente le tenía miedo… a los que chaqueteaban les mandaba fusilar, y si venía a mano les remataba el mismo con una pistola blanca que tenía, con las cachas de nácar. Gastaba barba y bigote y era más bien gordo. Por lo que me enteré, tenía muchas ganas de entrar en el pueblo porque había estado allí lo menos tres años trabajando en la carretera de Villanueva de la Cañada – Quijorna – Navalagamella. Él conocía a toda la gente de Quijorna, y ellos le conocían el. Por lo visto había cuentas pendientes, y el Campesino no era hombre que le gustase dejar esta clase de asuntos sin resolver. Decían que había sido capataz en la obra y que entonces no era mala persona. La única que armó en cierta ocasión fue robarle unas gallinas a la señora donde estaba de patrona. (pp. 321 a 325)

El libro recoge el artículo publicado de 5 de mayo de 1940 en el ABC en el que don Francisco de Cossío, se refiere a la cruz que mandó erigir en el cementerio de Quijorna en memoria de su hijo Manolo, que murió en la defensa, y demás camaradas de la 5ª Bandera de Castilla:

https://www.abc.es/archivo/periodicos/abc-madrid-19400505-4.html

https://www.abc.es/archivo/periodicos/abc-madrid-19400505-3.html

La cruz en la actualidad

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Unos párrafos del artículo:

… yo pensaba: a estos lugares debían venir los españoles olvidadizos de vez en cuando, a recordar. A aprender lo que es un sacrificio, lo que es una orden, lo que es un impulso de fervor, lo que es una fe…  a ver lo que es una tierra consagrada por muchos cuerpos juveniles, lo que es un paisaje desgarrado por el hierro y el fuego, lo que es un pueblo sin casas…

sería una profanación remover estas tierras para buscar dentro de ellas un hombre. Esta tierra les guardará maternalmente y, sobre ellos, la luz, las nubes, el viento, la tempestad…, las estaciones y los años. Muchos caminantes, en el curso del tiempo, pasarán junto a esta cruz. Que ante ella mediten lo que esta tierra significa. (pp. 326 a 329)

Y la opinión de Líster en Nuestra lucha:

Uno de los defectos de la batalla y de todas las posteriores fue el no acumular todas las fuerzas y medios que eran necesarios y que era posible acumular para la operación planteada. Las fuerzas destinadas a ejecutar la operación eran insuficientes para los objetivos señalados. Fue otro defecto que asimismo se iba a repetir a todo lo largo de la guerra, la excesiva dispersión de medios y fuerza y su incorrecta distribución entre la dirección principal del ataque y la secundaria, en perjuicio siempre y, claro está, de la acción principal. (p. 331)

Evidentemente, es una excusa. Las fuerzas acumuladas eran desproporcionadas para las guarniciones a conquistar. Y, en todo caso, él y los suyos quedan en muy mal lugar si estuvieron repitiendo los mismos errores durante más de dos años. Gentes de pocas ideas; pero eso sí, las pocas fijas. Es decir, tontos y contumaces.

Revilla Cebrecos escribe un Punto final para concluir el libro, y da la palabra a los jefes del Estado Mayor de ambos bandos. Vicente rojo:

La República tuvo en sus manos la superioridad y los mejores resortes para sostenerla y acentuarla, y ha dejado que se le escapase de la mano, como si un secreto designio impidiese prosperar la obra republicana. Pero, no ha habido tal designio, sino falta de gobierno, y falta de mando, al no haber jefe.

Y el teniente general López Muñiz, Jefe del Estado Mayor del general Varela en la batalla de Brunete:

Es la demostración palpable de que la victoria recompensa al que, por sus valores morales, sabe resistir hasta el último minuto… El espíritu de resistencia y de acción ofensiva, la voluntad de vencer que resplandece en el ánimo de todos, desde el general en jefe hasta el último soldado, es, en definitiva, lo que da la victoria a las fuerzas nacionales. (p. 345)

Repetimos lo dicho en un capítulo anterior. La resistencia de los falangistas en Quijorna fue heroica, solo el confuso final deja cierto regusto. Si hubieran tenido suficiente munición es más que probable que no hubieran abandonado la posición y hubieran pasado con todo merecimiento a los libros de historia.

¡Caídos por Dios o por España! ¡¡PRESENTES!!

La o en vez de y es por hacerlo inclusivo, como se dice ahora. Desde luego, los muertos por Rusia -muchos de aquellos milicianos gritaban Viva Rusia- que los honren los rusos.

Autor

Colaboraciones de Carlos Andrés
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