18/05/2024 11:31
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Ayer viví una escena divertida (o triste, según se mire) en la tertulia a la que acudo todos los viernes del año… y en la que se discute hasta el sexo de Irene Montero (hay quien defiende que es un hombre disfrazado de mujer y que por eso vive con la palabra violación en la boca e incluso que cuando grita sus labios se mueven como si estuvieran haciendo otra cosa clásica en el mundo del sexo).

Bien, pues ayer se discutió por la alineación que había sacado Luis Enrique ante la derrota de España en Qatar, ya que uno de los fijos, el amigo Pere Maragall, lanzó y defendió que él prefería  que España perdiese si no estaba Cataluña como una selección independiente. Y se armó la marimorena, pues casi por unanimidad  todos defendían aquello de Calvo Sotelo el Bueno (se le llama así para distinguirlo del gafe don Leopoldo que llegó a ser incluso Presidente del Gobierno en la primera Transición):

«Yo prefiero una España Roja a una España Rota»

Pero, el que más polémica creó fue Don Antonio, el veterano de la tertulia, ya que con su voz ronca dijo:

  • —Pues yo, al que diga que prefiere que España pierda automáticamente le llevo a la guillotina. Porque yo prefiero que gane aunque sea con 11 jugadores de la LGTBI, ya que eso sólo es una circunstancia y si pierde no hay más y luego pueden ir otros…
  • O sea, lo de Calvo Sotelo el Bueno…pero dejadme que os lea sus palabras exactas. Casualmente las tengo preparadas para la entrevista que me va a hacer una emisora de Madrid.  Y leyó:
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Yo, en el Urumea, hice una frase que han combatido; dije que prefería una España roja a una España rota. Y conste que sabía y sé lo que sería una España roja. ¡Cómo no había de saberlo si en otro mitin que ha habido en el Urumea los comunistas han pedido mi cabeza y han anunciado que Calvo Sotelo y los suyos irán ante el pelotón de pistoleros obreros inmediatamente que triunfe el movimiento! Pero a mí, eso ¡qué me importa si va a sobrevivir la unidad nacional, si con una España roja que ha de ser pasajera y temporal, fatalmente pasajera y temporal, no se va a romper el vínculo o la unidad nacional de mi Patria! ¡A mí eso qué me importa si en definitiva ha de subsistir la Patria, mientras que con una España rota, la Patria quedaría para siempre muerta. Por eso dije que prefería la España roja a la España rota. Por eso dije que palabras como éstas podrían suscribirlas todos los españoles de bien, cualquiera que sea su doctrina política, republicana o monárquica. Vosotros (señalando a las izquierdas) queréis una España republicana, yo quiero una España monárquica; vosotros queréis una España atea, yo la quiero cristiana; vosotros la queréis a espaldas de la tradición, yo la quiero en continuidad con ella; pero vosotros queréis España y nosotros también. Es una coincidencia, señores, evidente, indiscutible, una coincidencia que no hay con estos señores (señalando a los nacionalistas vascos). Vosotros sois cristianos, nosotros también; pero vosotros queréis por encima de todo Euskaria, Euskaria cristiana, pero separada de España; por eso con vosotros no tenemos la coincidencia de España y dejáis de ser cristianos cuando supeditáis la propia cristianización de la nación española a vuestra independencia.

     Y la cosa terminó con un aplauso general amistoso:

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Dum Spiro Spero

No señor. España roja dejará de ser España.

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