22/11/2024 05:56
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Entrevista con Jaime Nogueira Pinto (Oporto, 1946). Licenciado en Derecho por la Universidade Clássica de Lisboa y doctor en Ciencias Políticas por el Instituto Superior de Ciências Sociais e Polícas de la Universidade Técnica de Lisboa. Ha impartido clases en las áreas de Ciencia Política y Relaciones Internacionales en el Instituto Superior de Ciencias Políticas y Sociales, la Universidad Católica, la Universidad Lusíada y la Universidad Autónoma. Es miembro de la Heritage Foundation (Washington DC), del Instut d’Études Poliques (Bendern, Liechtenstein), de Le Cercle (Londres) y miembro de la Real Academia de Ciencias Morales y Políticas (Madrid). Referente de la derecha política y cultural portuguesa, fue fundador de las revistas Política e Futuro Presente, director del periódico O Século y administrador de Bertrand. Es colaborador habitual de la prensa y distintos medios audiovisuales,  y autor de libros de Historia Contemporánea de Portugal, Ciencia Política y Relaciones Internacionales. Su último libro, “Hegemonía – 7 Duelos Pelo Poder Global», de la Editorial Crítica (Grupo Planeta), acaba de ser publicado.

Antes de hablar de su nuevo libro, quería preguntarle por la polémica que se ha desatado en Portugal por un mapa publicado por VOX el 12 de octubre en el que se representaban los dominios españoles en tiempos de Felipe II, incluidos Portugal y sus posesiones. Partidos políticos y medios de comunicación han atacado a Chega por su amistad con VOX. ¿Qué opina de este asunto?

Creo que es importante que se hable de ello porque para nosotros, los portugueses que somos nacionalistas, es un tema delicado. Ese mapa, con todo lo que era el imperio español y el portugués, está mal visto aquí porque en ese periodo, el de la unión real, los que mandaban eran los españoles. Hay un episodio, que me contó mi gran amigo Juan Velarde Fuertes que ocurrió al poco de empezar la Guerra Civil Española, cuando Salazar estaba apoyando a Franco. Un grupo de jóvenes falangistas de Valladolid publicó en una revista un mapa de España y Portugal sin la frontera, y el gobierno de Salazar se quejó a través del representante en Burgos, Theotónio Pereira. Franco casi los manda fusilar porque no podía permitirse perder el apoyo de Portugal por algo así. Lo que quiero decir es que hay que tener cuidado con estas cosas, y más cuando estamos insistiendo en la identidad, unidad e independencia de nuestras patrias. Hay que darle importancia porque es muy negativo para la imagen de unos y otros.

No obstante, el mapa se refería al conjunto de la Hispanidad no a una unión política.

La Hispanidad no nos concierne a nosotros, portugueses. Y hay que señalar que sobre todo la cuestión de la Unión Ibérica es algo propio de la izquierda republicana y masónica que quería una confederación ibérica. La derecha nacional portuguesa siempre consideró esencial que en la Península Ibérica hubiese dos estados independientes. Este periodo en el que España es un gran poder con influencia en Europa y una enorme proyección, y Portugal tiene su dominio de Brasil y el comercio de la cuesta africana del Índico, es muy importante, pero requiere la explicación de que se trata de una unión en una etapa imperial, y es mejor no publicar algo si tienes que dar explicaciones al respecto.

Yo no soy de Chega, pero creo que desempeñan un papel positivo como un equilibrio por la derecha frente a un sistema político que está muy a la izquierda. Por eso pienso que su existencia es positiva. Y entiendo que Chega haya pedido explicaciones y tiene sentido.

Pero los que más han puesto el grito en el cielo son los partidos que luego están encantados con entregar la soberanía portuguesa a la UE.

Sí, claro. En mi opinión este asunto sólo hay que esclarecerlo a la opinión pública que tiene una intención honesta y patriótica, los otros no me preocupan mucho. El gran problema de Portugal es que con la revolución de los claveles hubo una deriva hacia la izquierda del sistema político y sobre todo de los valores políticos. En el 74 y el 75, las tentativas de hacer partidos de derecha fueron liquidadas manu militari. Los partidos como el Partido del Progreso que venía de la derecha universitaria fueron prohibidos y sus dirigentes acabaron en prisión o en el exilio. Y toda la gente de derechas, como en mi caso, fuimos preventivamente objeto de orden de prisión o tuvimos que dejar el país durante varios años. La derecha admitida en el sistema fue la derecha de la izquierda. Este es un concepto muy importante para entender el sistema político portugués. Un sistema que Chega ha quebrado y ese es su mérito.

En España sucedía lo mismo hasta la aparición de VOX.           

Claro. Y como en España está en cuestión la unidad nacional, la gente se movilizó mucho más deprisa. En otros países era una cuestión de identidad nacional con los problemas de la inmigración. En Portugal no tenemos nada de eso, lo que tenemos es todavía el resultado de una revolución de izquierdas que anuló cualquier respuesta intelectual o de valores.

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Hablemos de su libro, “Hegemonía”. ¿Lo presenta este martes?

Sí, el martes 19 Octubre en El Corte Inglés en Lisboa. Tiene una buena sala para presentaciones y estaré acompañado en un debate por dos expertos en las inversiones chinas en Portugal, porque la última parte del libro trata del naciente conflicto entre EEUU y China. EEUU como la potencia dominante y China como la potencia ascendente.

El conflicto que viene.

Graham Allison escribió en “La trampa de Tucídides” que siempre que hay un poder dominante y aparece un poder ascendente, el shock, la guerra, es prácticamente inevitable. En el libro de Allison es curioso que uno de los ejemplos que da de guerra evitada es el caso de España y Portugal a finales del siglo XV. Con el tratado de Tordesillas hicieron un reparto previo de conquistas y navegaciones y así evitaron un choque, algo que ayudó a la expansión de ambos. Esto es interesante, pero estaban hablando de cosas que aún estaban por llegar. Siempre es más fácil arreglar las cosas antes que cuando ya existen.

Mi enfoque no es ese aunque también parte de Tucídides. Cuando Tucídides habla de los motores de la acción humana: el miedo, el honor y la codicia. El miedo es un motor, los pueblos y los políticos tienen miedo. El miedo de Esparta al poder ascendente de Atenas desencadenó la guerra del Peloponeso. El honor, el deseo de gloria, algo que se ve mucho en la guerra de los grandes conquistadores como Alejandro, César, Napoleón, hasta de Hitler. Y por último la codicia representada por los grandes intereses económicos, una forma más racional para explicar un conflicto. Lo que he hecho ha sido intentar explicar cómo han influido estos tres elementos en siete grandes conflictos, que he llamado duelos: la guerra del Peloponeso, las guerras Púnicas, las guerras de Carlos V contra franceses, protestantes y turcos, las guerras franco-inglesas en el siglo XVIII, las guerras de Alemania, la guerra fría y ahora este conflicto que está empezando ahora.

José Javier Esparza, uno de nuestros mejores autores, opina que en el enfrentamiento entre España e Inglaterra en los siglos XVI y XVII, España es Roma e Inglaterra es Cartago. Son dos modelos de imperio antagónicos.

No lo conozco personalmente, pero sé muy bien quién es y lo aprecio. Y sí, se podría decir así. No obstante, hace dos semanas escribí una crónica sobre Lepanto para el diario Observador. Viendo las fuentes literarias de la batalla, por supuesto Cervantes, encontré una gran influencia también en Inglaterra. En Othelo, de Shakespeare, está volviendo de una gran victoria de los cristianos contra los turcos que creo que podría ser Lepanto. Jaime I de Inglaterra publicó también un poema cuando era príncipe titulado “The Lepanto” en el que celebraba la batalla como una gran victoria de la Cristiandad. Y creo que esto, la Cristiandad, está por encima de esa rivalidad. La revolución oligárquica que se da en Inglaterra a mediados del XVII hace que los intereses comerciales y financieros tengan un peso mucho mayor sobre el Estado que el que tuvieron en nuestras monarquías. Y ese ethos distinto es interesante.

Hay siempre una mezcla de muchos factores en los conflictos y ese es el estudio de mi libro. Lo que hay de racionalidad económica, lo que hay de honor o deseo de gloria y lo que hay de miedo en los jefes y en los pueblos. Todas las ideologías que pretenden reducir los motores de la acción humana a una sola razón son muy peligrosas. El marxismo, por ejemplo, con su reducción a la cuestión económica y a la división de clases. Claro que las clases y el conflicto social existen, es algo muy importante para estudiar la historia, pero no es una explicación única. No podemos caer ahí.

En este conflicto futuro entre EEUU y China, ¿Qué cree que le espera a Europa?           

Europa, la UE, siempre quiso quedarse con lo mejor de ambos lados, los negocios con China y la protección militar de los EEUU. Eso no va a ser posible y EEUU va a pedir a la UE que se decida. El pilar natural de defensa de Europa era Rusia, un país cristiano ortodoxo, pero por razones ideológicas se la ha rechazado. Además Rusia ha conseguido, con una economía que es la 17ª u 18ª del mundo, ser una potencia importante gracias a los factores militares y energético. Y algo muy importante, es un país que salva a sus aliados. Putin salvó a al-Assad en Siria, era su aliado y lo mantuvo en el peor momento. El desprecio hacia Rusia de Europa y Biden es un grave error geopolítico.

Rusia se ha decantado por China.

Sí, pero históricamente no había muchas razones. Son vecinos, tienen culturas completamente distintas y en el pasado se han enfrentado militarmente. En la Guerra Fría los chinos ayudaron a EEUU a aislar a la Unión Soviética. Por tanto, no había una base para un buen entendimiento, pero toda esta ideología políticamente correcta ha echado a Rusia en brazos de China.

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Una ideología muy bonita, pero luego no les importa que los talibán, que no son muy respetuosos con los derechos humanos, las mujeres o los homosexuales, se apoderen de Afganistán. Ahora hay una especie de campaña para mostrar al “buen talibán”, diciendo que han cambiado mucho, pero se ve que no han cambiado nada. Esta es una desgracia de nuestro mundo, esa retórica maniquea de “somos los buenos, somos los puros, los defensores de los derechos humanos”. Y ahora ya no son sólo los derechos de los humanos, son también los de los animales, y pronto tendremos los derechos de los vegetales y los de las piedras. Lo peor es que se toman decisiones políticas tomando en consideración toda esta locura.

Una figura contraria a todo esto y que cada vez tiene un mayor peso político es el primer ministro húngaro, Viktor Orbán.

Sí, precisamente le entrevisté en Oporto para el semanario “Expresso”. Le conocí hace unos años y es una figura que está centralizando una resistencia a todo esto, combinando bien los valores populares, nacionales, conservadores y religiosos y la libertad económica. Creo que lo está haciendo bien y cuidando el aspecto de la batalla cultural, que es algo que gran parte de la derecha desprecia continuamente.

Orbán está tocando los grandes temas, como la decadencia demográfica de Europa que está combatiendo con políticas para favorecer la natalidad. Y sobre todo tiene una cualidad, no tiene miedo de decir las cosas, lo negro es negro y lo blanco es blanco. Esto marca la diferencia y le coloca en un punto de vista correcto estratégico e ideológico. En las fuerzas nacionales o de derechas emergentes hay dos tipos de familias: Una más populista, muy dinamizada por la decadencia económica de Europa, la deslocalización de industrias y las perdidas económicas de las clases medias y trabajadoras por culpa del globalismo; Y otra más tradicional, más aferrada a los valores cristianos de familia y más conservadora. Orbán hace un buen centro geométrico de ambas corrientes, de lo que podríamos llamar las derechas nacionales de Europa y del mundo occidental.

Lo que ha quedado claro es que Fukuyama se equivocaba, no es el fin de la historia.

Así es. Coincidí varias veces con Fukuyama en conferencias e incluso estuvo aquí en Portugal y ya entonces lo discutí con él, la historia no ha terminado. Yo creo que aquello era un comentario a Hegel. Hay tener cuidado con estos filósofos alemanes porque son muy seductores, se entusiasman con la cabalgada de la historia y se van, como Don Quijote contra los molinos, pero hay que tener el consenso de Sancho, el sentido común. Fukuyama estaba convencido por el fin de la Guerra Fría, estaba entusiasmado con los mercados porque todo el mundo iba a ganar mucho dinero y era una teoría de fácil comprensión. Y a la gente le gusta cuando alguien les da la llave para entender el mundo. “Mire Usted, el mundo ahora funciona porque va a ser todo democracia y mercado”, o cuando te dicen que algo no funciona por una razón ideológica reductora o una teoría de la conspiración. Respecto a China, ¿Cuál era el diagnóstico? Empieza a tener hombres ricos y una clase media por lo tanto va a ser una democracia. Se ha dicho eso porque ni siquiera han visto que hay cantidad de regímenes autocráticos y hasta autoritarios en los que había economía de mercado y partido único. Es una idea absurda pensar que el mercado conlleva la democracia.

Recuerda al marxismo.

Claro. El gran capitalismo americano y sus valores es una forma paralela al marxismo de pensamiento único. La mentalidad de los grandes millonarios es muy parecida a la de los marxistas, una regla mundialista con una o dos normas esenciales y un desprecio total a la identidad nacional y familiar, y a los valores religiosos. No les interesa nada, el mercado lo va solucionar y liquidar todo.

Por eso el globalismo asume todas las tesis de la izquierda moderna.

Sí, ahí hay una alianza objetiva. Además, Marx era un gran admirador y entusiasta del poder de destrucción del capitalismo, y decía que el capitalismo iba a destruirse a sí mismo. En ese sentido, creo que los que pensamos que el mundo es mejor y más libre con Estados nacionales, con familias independientes del Estado, con valores religiosos, con libertad hasta de decir tonterías e imbecilidades, tenemos que luchar por eso.    

Autor

Álvaro Peñas
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