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Durante muchos años, he asistido de vez en cuando a corridas de la feria de San Isidro. Este año, me hice abonado, a modo de compromiso con la fiesta nacional. Con estas líneas quiero acercar un poco el mundo del toreo, mediante algunas reflexiones, a los lectores de este medio.
A falta de concluir en la Plaza de Las Ventas la cuarta y última semana de festejos taurinos por la feria de San Isidro, conocida como “El Mundial del Toreo”, podemos empezar a sacar algunas conclusiones.
Primera. Es la feria de la vuelta a la normalidad en 2022, tras más de dos años de pandemia. Ya no hay distancias de seguridad ni restricciones en la venta de localidades, y apenas se ven ya algunas mascarillas. Las ganas de salir y recuperar nuestra vida y tradiciones, son más que evidentes, a lo largo de los 29 festejos programados. El mundo del toreo ha sido duramente castigado por la pandemia. Los festejos, como casi todo en este país, fueron prohibidos primeramente, dándose en 2020 tan sólo un 10% de los festejos que hubo en 2019. El 2021 registró cierta recuperación, pero con asistencia muy restringida a las plazas. El gobierno negó ayudas a este sector, por motivos políticos más que evidentes. Muchos profesionales tuvieron que buscarse la vida en otras profesiones (algunos incluso hasta la abandonaron), los ganaderos tuvieron que sacrificar parte de sus cabañas de bravo ante la imposibilidad de darles salida en plazas de toros y festejos populares, y los rejoneadores tuvieron que mantener como pudieron, hasta que mejoraron las circunstancias, los caballos domados tras muchos años de esfuerzo. Se calcula que en 2024 habrá aproximadamente la mitad de los toros necesarios, tras haber mandado al matadero parte de sus vacas y sementales, con lo que se incrementará el precio de los mismos. Además de por esa razón (falta de oferta), por el creciente coste en su cría y cuidado, teniendo en cuenta la subida del precio de los piensos, como consecuencia de la Guerra entre Rusia y Ucrania.
Segunda. El masivo apoyo a la fiesta nacional por parte del público, hace que la feria madrileña roce máximos históricos de asistencia. El cartel de “no hay billetes” se ha colgado muchos días y el lleno total ha estado a punto de darse en la mayoría de los festejos, siendo difícil encontrar entradas casi cualquier día. Incluso en otros festejos como novilladas y corridas de rejones (toreo a caballo) -como la del pasado domingo 29 de mayo-, la asistencia a la plaza ha sido masiva. Es lógico que, ante la falta de apoyo del gobierno y de muchas comunidades autonómicas, la gente piense que la mejor manera de defender la fiesta es asistiendo a una plaza. En Madrid, una vez cerrado el plazo de renovación de abonos, y tras el alta de los nuevos abonados, la venta por internet de entradas a la plaza llegó a alcanzar el récord de 60.000 entradas vendidas en las primeras cuatro horas de venta.
Tercera. Hay una manifiesta renovación en el público de Las Ventas. Han fallecido en la pandemia muchos abonados veteranos. Por otra parte, es positivo que el público que no ha visto toros, se acerque a ver una corrida, y a vivir lo que es el ambiente de un día de feria. Tomarse algo antes o después, pisar el patio de arrastre, cruzarse con algún famoso, ver la entrada de las cuadrillas, visitar las salas de exposiciones que hay dentro de la plaza, contemplar los toros disecados expuestos a lo largo de varios pasillos de la plaza, ir a algunos de los locales con nombre y decoración taurina que hay cercanos a Las Ventas a comer o cenar rabo de toro, por ejemplo, son algunas de las cosas que pueden hacerse. Por la mañana, todos los días a las 12.30 hay presentaciones de libros y otros actos culturales diversos relacionados con el mundo del toro (estas actividades son gratuitas, hasta completar aforo). A las 11.30 de la mañana, cualquier día de festejo, por un euro, pueden contemplarse en los corrales los ejemplares que se van a lidiar en el día. Todo aficionado veterano debería de comprometerse a llevar a los toros a alguien que nunca hubiera ido antes, y explicarles la lidia. “El toreo, más que defenderlo, hay que enseñarlo” eso es lo que decía el torero Víctor Barrio, fallecido tras una cogida en 2016.
Cuarta. La importante asistencia de jóvenes. Hay que recordar que el bono cultural joven que ha concedido el Gobierno, excluye –fuera de toda lógica- los festejos taurinos. Sin embargo, por poco más de 100 euros, si tienes hasta 25 años, puedes sacarte el bono joven en Las Ventas, y asistir a todos los festejos de la temporada, no sólo a los de San Isidro. La posibilidad de tomarse algo y bailar incluso con música en directo, en los distintos sitios que tiene la plaza una vez concluida la corrida del día (en las terrazas de los tendidos altos y en la planta baja, y abiertos incluso al acceso gratuito de público de la calle), hacen que haya fiesta no sólo antes, sino después de la corrida del día. Un aficionado joven será un abonado entendido el día de mañana.
Quinta. Siguen siendo los tendidos de sol (especialmente el siete) donde están presentes los más entendidos entre los taurinos en esa catedral del toreo que es la plaza de Las Ventas de Madrid. Si bien es cierto que no ha habido tantos reproches y quejas como antaño, provocado por cierta renovación generacional, siguen siendo necesarios como público y como críticos taurinos. Para empezar, porque como se ha visto en festejos anteriores a la feria, son un tendido que asiste pase lo que pase, pese a quien pese, llueva lo que llueva y toree quien toree; y porque conocen bien las trayectorias de los toreros y de las distintas ganaderías con sus respectivos encastes. Ojalá el compromiso con la fiesta fuera en otros tendidos tan grande como lo es en los de sol, y especialmente en el siete. Algunas de las personas que han empezado a asistir a la plaza lo hacen en estos tendidos, porque consideran que es positivo tener cerca a alguien que sabe, y del que aprender, y en esos tendidos de sol, el porcentaje de aficionados y entendedores de la fiesta es mayor que en otros.
Doble Puerta Grande para los rejoneadores Lea Vicens y Guillermo Hermoso de Mendoza
Sexta. El concepto de “toro de Madrid” está empezando a estar en entredicho, tras el fracaso este año de algunos ganaderos conocidos. Es sabido que los ganaderos guardan sus mejores ejemplares para este tipo de ferias, los ejemplares con una mayor presentación y trapío. Sin embargo, ha habido muchas corridas en las que, a pesar de la buena presentación y la aparente seriedad de los toros, algunos se movían o embestían poco, dando menor juego a los toreros. Algunos ejemplares han llegado a rozar los 600 kilos de peso. Una cosa es el comportamiento del toro en el campo y en los corrales, y otra, en la plaza. Madrid es un escaparate, y varias ganaderías han echado su fama a perder este año. Sabemos que todas tienen altibajos, que hay mucho de suerte y genética de por medio, y que criar un toro no es una ciencia exacta. Tras el coronavirus, muchos han sido los ejemplares que se han lidiado, con cinco años y medio o más. Hace unos días, precisamente fue el tendido siete el que con un cartel que ponía “¿Dónde está el toro de Madrid?”, diera un toque a ciertos ganaderos cuyos toros han dejado mucho en esta feria.
Toros en los corrales, para reconocimiento veterinario.
Séptima. Las Ventas es una plaza donde aún se pueden contemplar grandes gestas, que muestran y engrandecen los valores del toreo. Ponemos varios ejemplos. Ginés Marín, tras una cogida con dos cornadas que le partieron el muslo derecho, en la corrida del 15 de mayo, día de San Isidro, reapareció en la misma feria apenas pasados diez días, el día 25. Tras la cogida, mató al toro, y luego por su propio pie fue camino de la enfermería, haciéndose viral el beso que su padre (que iba además como picador suyo) le daba en el callejón de la plaza. También el matador Román fue a la enfermería andando el pasado sábado 28 de mayo, tras haber recibido una cornada en el gemelo derecho, no sin antes haber entrado a matar. Otra gesta, no en la feria, sino anterior a la misma, se dio el Domingo de Ramos: Emilio de Justo, un torero que era también una de las estrellas programadas en los carteles de dicha feria, fue cogido tras entrar a matar el primer toro de la tarde (era una encerrona de él solo con seis toros de distintas ganaderías). Tras la grave cogida, un torero desconocido y que actuaba de sobresaliente (así se llama en el mundo del toro a los profesionales encargados de solucionar una tarde en la que pasa una desgracia como esta), el salmantino Álvaro de la Calle, hubo de solucionar la papeleta. Habiendo tomado la alternativa en 1999, toreó apenas 27 corridas en 23 años, pero fue capaz de lidiar los cinco toros que quedaban, con responsabilidad y pundonor, con tranquilidad que demostró ante el público, no habiendo nadie abandonado su localidad. Pudo incluso cuajar alguna oreja si no hubiera fallado con la espada, y llegó a torear uno de los ejemplares más bravos que se han visto esta temporada en Las Ventas, “Duplicado”, un toro de la ganadería de Victoriano del Río. Tras esto, volvió andando al hotel de la mano de su hija y su mujer, su foto se hizo viral con el comentario “eso es también hacer afición”. La presencia de Álvaro de la Calle también como sobresaliente en alguna otra corrida posterior a esa, hizo que el público le ovacionase de nuevo a su regreso a Las Ventas. La afición en general quiere ver a Álvaro en un cartel, y si puede ser en Las Ventas, mejor.
Ginés Marín, besado por su padre, camino del quirófano.
Octava. Las Ventas es una plaza exigente sí, pero también con memoria, agradecida, y que da segundas oportunidades. Con memoria, lo hemos visto, con las ovaciones dadas una vez concluido el paseíllo y justo antes de empezar la lidia del primer toro, cuando han reaparecido toreros en la misma tras graves cogidas, como Gonzalo Caballero y Ginés Marín. Agradecida, como por los aplausos dados a una figura como Talavante, que, tras algunos años retirado del toreo ha elegido Madrid para reaparecer. Y que da segundas oportunidades, como con El Juli, un torero que llevaba tiempo sin grandes triunfos en Madrid, y que con su presencia y buen hacer este año, ha rozado la gloria de nuevo, al estar a punto haber salido por la Puerta Grande. El Juli volverá el próximo miércoles 1 de junio, en la corrida de la Beneficencia, sustituyendo a Emilio de Justo, que aún no está recuperado. Ojalá tenga buenas faenas y pueda con ellas salir por esa Puerta Grande que da a la calle Alcalá.
Novena. Es una plaza que sorprende, porque el toreo sorprende. Siempre puedes encontrarte algo nuevo. Bien es conocido el dicho “tarde de expectación, tarde de decepción”. Algunos de los más grandes toreros se amilanan ante la presencia de las más de 23.000 almas exigentes que se sientan cada tarde en los tendidos, mientras que otros, menos conocidos, juegan bien sus cartas, sabiendo que si no sorprenden de primeras, puede que tengan problemas para volver. Por eso, a veces hay novilleros que torean mejor que algunos toreros consagrados; por eso, los mejicanos vienen a darlo todo, sabiendo que de una gran faena, con una oreja o dos y la consiguiente vuelta al ruedo, depende el asegurarse las siguientes corridas de temporada en España y extranjero. Sorprende, porque vas a ver a un torero, y sales también siendo fiel seguidor de otro que “rompe esa tarde” y hace rugir Las Ventas con sus olés. No sólo los toreros tienen seguidores; en la plaza empieza a haber grandes seguidores de picadores significativos como Óscar Bernal, o de banderilleros como Fernando Sánchez, por poner dos ejemplos. Y es una plaza que sorprende, porque vas un día a ver una corrida y te encuentras que el maestro Vicente Ruíz “El Soro” a la trompeta es acompañado por la Banda de Música de Las Ventas. Sí, El Soro, el torero que ponía banderillas como nadie, y superviviente de aquel fatídico cartel de Pozoblanco compartido en su día con “Paquirri” y “El Yiyo”, ambos fallecidos tras sendas cogidas.
Vicente Ruíz “El Soro”, tocando la trompeta.
Décima. A modo de conclusión, podemos decir que la fiesta no está muerta. Tras todo lo anteriormente comentado, no sé si la fiesta está más viva que nunca, pero lo cierto es que no está tan muerta como nosotros pensábamos, y como los políticos y animalistas nos estaban haciendo creer. El torero es el último arquetipo de héroe que queda en este planeta. El toreo es un arte donde aún perviven aún muchos valores que se están perdiendo en la sociedad y con la educación de hoy en día. Mientras haya toros, toreros y público que asista y defienda la fiesta, hay esperanza. ¡Larga vida a la fiesta nacional! ¡Larga vida al toreo!
Paseíllo a las 7 de la tarde.
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