20/09/2024 06:35
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Las expectativas creadas por alguna referencia al libro A Sangre y Fuego, de Chaves Nogales (Sevilla, 1897-Londres, 1944), me llevaron a leer ese texto, olvidado hasta hace poco y ahora famoso. Al parecer de los agitadores de la llamada “Tercera España” estaríamos ante el mejor testimonio de una de las plumas de referencia de esa fabulosa ensoñación sobre una tercera España que más literaria que real. El libro se compone de ocho mas dos relatos relacionados con la Guerra Civil.

 

Chaves Nogales es un periodista liberal, republicano de Azaña por más señas. Se dice de los relatos que evitan la demagogia y el maniqueísmo, que hay un “deseo de imparcialidad que provoca el estremecimiento en el lector”, que no hay “ni buenos ni malos, ni verdugos ni mártires; tan sólo hay crueldad, absurdo, desorientación y obcecación de unos y otros”. Esto es de la anotación del texto enlazado al final de este artículo, probablemente del editor, pero que también vale para casi todas las reseñas que nos encontraremos. El listón no puede quedar más alto tras leer esto, pero inmediatamente se comprueba no es cierto: en el libro hay buenos y malos, verdugos y mártires a discreción.

 

Podemos leer tres prólogos en esta edición, uno de Ana R. Cañil, que insiste en subir el listón con esta cita del autor: «Cuento lo que he visto y lo que he vivido más fielmente de lo que yo quisiera». Este primer prólogo resume la historia del propio libro, escrito por Chaves Nogales tras la huida de la España republicana:

 

Chaves cruzó la frontera cuando tuvo la íntima convicción «de que todo estaba perdido y ya no había nada que salvar, cuando el terror no me dejaba vivir y la sangre me ahogaba».

 

Chaves Nogales era azañista y Azaña -otro personaje de esa “tercera España”- seguía fungiendo y viviendo como Presidente de aquel régimen de terror. Como eso es difícil de obviar, Chaves Nogales tiene que cargar las tintas contra la otra parte, por eso de ser “imparcial”. Esto hace ya sospechoso su testimonio, porque él conoció solo una de las partes, y echó su cuarto a espadas por ella.

 

Hay que notar también que nuestro señorito, una vez en el exilio, envió a su señora esposa y familia de vuelta a la España que el califica de “fascista”, en los peores años de la posguerra. Una de dos, o fue un canalla por enviar a sus seres queridos a aquel supuesto infierno fascista, o no hubo tal regimen “fascista” y Chaves Nogales posturea y miente bellacamente.

 

El análisis político de la prologuista tampoco es demasiado fino. En su prólogo hay una referencia a Trapiello, otro de los prologuistas, en que se habla de la “determinación de dos Españas minoritarias y extremas para acabar con la otra, la mayoritaria tercera España, en la que podían haberse integrado gentes de toda condición, edad, clase e ideología, excluyendo de ella a aquellas otras dos, la fascista por un lado, y la anarquista, comunista, trotskista o socialista radical por otro…”.

 

Esto es historia ficción, la tercera España de la CEDA y de gran parte del Partido Radical no pudo “integrarse” -y bien que lo intentó- en esa tercera España (calificada además de “imposible” por la prologuista) porque la otra tercera España, formada por parte del partido socialista y por los republicanos de izquierda, no se lo permitió.

 

El segundo prólogo es del propio autor. Chaves Nogales se presenta como “eso que los sociólogos llaman un «pequeño burgués liberal», ciudadano de una república democrática y parlamentaria.” Suena muy bonito, pero en el mismo párrafo vemos que hace trampas:

 

“Cuando iba a Moscú y al regreso contaba que los obreros rusos viven mal y soportan una dictadura que se hacen la ilusión de ejercer… Cuando al regreso de Roma aseguraba que el fascismo no ha aumentado en un gramo la ración de pan del italiano…”

 

Decir que en Rusia los obreros se hacían la ilusión de ejercer la dictadura tiene su qué, pero lo que es innegable es que Italia volvió a funcionar con el fascismo. Por si fuera poco, Chaves Nogales deja fuera de la comparación a Alemania, donde era bien sabido que “la ración de pan” aumentó, y mucho. Y si ahí nos escamotea a Alemania, porque no le conviene, tres párrafos más adelante nos la mete en fraude flagrante:

 

“Los caldos de cultivo de esta nueva peste, germinada en ese gran pudridero de Asia, nos los sirvieron los laboratorios de Moscú, Roma y Berlín, con las etiquetas de comunismo, fascismo o nacionalsocialismo, y el desapercibido [sic] hombre celtíbero los absorbió ávidamente.”

 

El nacionalsocialismo no fue absorbido por estas tierras en ningún caso y del fascismo se tomó un escaso cuarto y mitad: los aspectos que coincidían con los de la ideología organicista de la tradición española.

 

Es fácil ver que Chaves Nogales incurre en muchos detalles de postureo moral, haciéndose víctima de ambos bandos aunque pertenecía a uno:

 

“Me consta por confidencias fidedignas que, aun antes de que comenzase la guerra civil, un grupo fascista de Madrid había tomado el acuerdo, perfectamente reglamentario, de proceder a mi asesinato como una de las medidas preventivas que había que adoptar contra el posible triunfo de la revolución social, sin perjuicio de que los revolucionarios, anarquistas y comunistas, considerasen por su parte que yo era perfectamente fusilarle.”

No es honrado acudir a “confidencias fidedignas” indemostrables; ni hablar de grupo “fascista” para no nombrar a la Falange, que además no lo era; ni hablar de algo “perfectamente reglamentario” sin identificar el reglamento; ni describir como “revolución social” una revolución comunista. ¿Y que es lo que hace cuándo se desencadena el golpe de estado?

LEER MÁS:  Así vivió la República y la Guerra Civil: La tercera España de Chaves Nogales. Por Julio Merino

 

me comprometí únicamente a defender la causa del pueblo contra el fascismo y los militares sublevados

Es decir, colabora con “la causa del pueblo”, es decir, con aquellos revolucionarios, anarquistas y comunistas que lo consideraban “perfectamente fusilable”. Pero solo hasta cierto punto: “Cuando el gobierno de la República abandonó su puesto y se marchó a Valencia, abandoné yo el mío. Ni una hora antes, ni una hora después. Mi condición de ciudadano de la República Española no me obligaba a más ni a menos.”.

 

El gobierno de la República había abandonado su puesto mucho antes; el mismo día en que Giral dio armas “al pueblo”.

 

“Cuando llegué a esta conclusión abandoné mi puesto en la lucha. Hombre de un solo oficio, anduve errante por la España gubernamental confundido con aquellas masas de pobres gentes arrancadas de su hogar y su labor por el ventarrón de la guerra. Me expatrié cuando me convencí de que nada que no fuese ayudar a la guerra misma podía hacerse ya en España.”

 

Pero ¿cómo querría “defender la causa del pueblo contra el fascismo y los militares sublevados” sin ayudar a la guerra misma? Contradicciones de este tipo son muy propias de la “tercera España”.

Esta fue su predicción, ganara quien ganara:

 

“No habrá más que una diferencia, un matiz. El de que el nuevo Estado español cuente con la confianza de un grupo de potencias europeas y sea sencillamente tolerado por otro, o viceversa. No habrá más. Ni colonia fascista ni avanzada del comunismo. Ni tiranía aristocrática ni dictadura del proletariado. En lo interior, un gobierno dictatorial que con las armas en la mano obligará a los españoles a trabajar desesperadamente y a pasar hambre sin rechistar durante veinte años, hasta que hayamos pagado la guerra.”

 

La guerra se pagó más o menos al contado. Más difícil fue reconstruir los destrozos de la zona roja. Recordemos que puso a su familia a los pies de ese gobierno “fascista” de la posguerra.

 

Sigue el prólogo de otro famoso “tercerespañolista”, Andrés Trapiello (este prólogo no aparece en el texto enlazado abajo). Se titula Historia de un libro único y trata del olvido del libro, que solo se reeditó 75 años después. Se insiste en los mismos tópicos y cabe destacar este párrafo:

 

“Ni unos ni otros le perdonarían sus escritos, confirmando con ello que si algo detestaba más que ninguna otra cosa cada uno de los dos bandos no era el bando contrario, sino cualquiera que se resistiese a pertenecer a uno de ellos. Así que el día que Chaves escribió en La defensa de Madrid (México, 1939), acabada aquella «estúpida guerra», que «la verdad es esta: los heroicos y gloriosos ejércitos que luchaban en Ciudad Universitaria estaban formados con la escoria del mundo. Basta fijar los ojos en la lista de las fuerzas que los componían. Frente a la Brigada Internacional de los rojos, la Novena Bandera del Tercio Extranjero de los blancos, una y otra, receptáculo de todos los criminales aventureros y desesperados de Europa», el día que escribió esta frase y otras parecidas, decía, firmó su sentencia de muerte literaria y civil, y empezando por su amigo el comunista Jesús Izcaray y siguiendo por el delator antisemita César González Ruano, lo calumniaron sin piedad a partir de entonces. El olvido vino por esta correa de transmisión.”

 

Nos alegramos aprender que las Brigadas Internacionales eran receptáculo de todos los criminales aventureros y desesperados de Europa, porque eso no es como nos la venden (incluido él mismo en una de las narraciones del libro). En cuanto a los legionarios, en efecto, “nada importa su vida anterior”; la intención, muy loable, es dar una nueva oportunidad a criminales, aventureros, gentes sin oficio ni beneficio -no todos- y convertirlos en “caballeros legionarios”. Cuando los “progresistas” lo proponen como política penitenciaria llaman a eso “reinserción”.

 

Nótese también la banderilla a César Ruano, “delator antisemita”. Curiosamente, en el primer prólogo leemos esto: “… el gran César González Ruano describe despectivo a Chaves como «un gitano rubiasco, muy fuerte, violento y alegre»”. No parece tan despectivo, incluso se advierte el fondo de admiración.

 

Los prólogos no van a disponer favorablemente al lector crítico, salvo a los cruzados de la causa tercerespañolista, pero se sigue al menos esperando un testimonio sincero y realista en las narraciones, especialmente al leer la nota que las precede:

 

“Estas nueve alucinantes novelas, a pesar de lo inverosímil de sus aventuras y de sus inconcebibles personajes, no son obra de imaginación y pura fantasía. Cada uno de sus episodios ha sido extraído fielmente de un hecho rigurosamente verídico; cada uno de sus héroes tiene una existencia real y una personalidad auténtica, que sólo en razón de la proximidad de los acontecimientos se mantiene discretamente velada.”

¿Será verdad? Vayamos al primer texto: ¡MASACRE, MASACRE!. Empieza con el bombardeo de Madrid por los “aviones fascistas”, literalmente. La Escuadrilla de la Venganza, con un tal Enrique Arabel a la cabeza, planea precisamente venganza. El nombre debe de estar inspirado en la Escuadrilla del Amanecer; y Arabel, en el famoso García Atadel, que comandaba un grupo chequista, aunque no esa “escuadrilla”.

LEER MÁS:  Jesús Hernández Tomás, Yo fui un ministro de Stalin - Parte primera. Por Carlos Andrés

 

Mal empezamos. Chaves Nogales está relacionando los desmanes de las checas con los bombardeos, presentando aquellos como una reacción causa-efecto de estos. A mayor abundamiento, otro tópico:

 

El general Mola había dicho por radio que sobre Madrid avanzaban cuatro columnas de fuerzas nacionalistas, pero que además contaba con una «quinta columna» en Madrid mismo que sería la que más eficazmente contribuiría a la conquista de la capital. Pocas veces una simple frase ha costado más vidas.

 

Esto ha sido barajado como excusa desde siempre. Por supuesto, necesariamente tenía que haber simpatizantes de la Causa Nacional en Madrid, muchísimos, pero eso no justifica su asesinato simplemente por ser potenciales enemigos. La imparcialidad de Chaves Nogales le impide insinuar queja alguna al respecto. 

Un detalle sobre el desbarajuste de la zona roja:

 

Los escaparates de las joyerías inverosímilmente repletos de oro, plata, brillantes y piedras preciosas, las tiendas de modas que exhibían aún los más provocativos y costosos modelos de robes de soirée y los grandes almacenes en los que, por raro contraste, empezaban a verse vacíos los anaqueles donde antes estaban los objetos de más humilde e indispensable consumo.

 

Y una referencia a André Malraux:

 

“—Todas las tardes vuelve del frente deshecho; es un francés que ha venido a España para batirse por la revolución. Está al frente de una escuadrilla de aviones, pero no es aviador. En su país creo que era poeta, novelista o algo así.

 

  Comenzaban a llegar los clientes. Un grupo de intelectuales antifascistas en el que iban el poeta Alberti con su aire de divo cantador de tangos, Bergamín con su pelaje viejo y sucio de pajarraco sabio embalsamado y María Teresa León, Palas rolliza con un diminuto revólver en la ancha cintura, fue a rodear solícito al desolado francés, que instantáneamente cambió la expresión desesperada de su rostro por una forzada y pulida sonrisa.

 

  —Salud, Malraux.

 

  —Salud, amigos.

 

El espectáculo emocionante del hombre tal cual es en su debilidad y su desesperación había sido sustituido por la divertida comedia de la vida bizarra.”

 

La vida bizarra es esa vida de excesos de Alberti y su cuadrilla viviendo a lo grande del expolio de la propiedad ajena en medio de las privaciones de la guerra. “Mucha puta y mucho hijo de puta”…

 

La tradición e historia de España eran fascismo para estos tercerespañolistas: “… los militares habían encontrado al fin un caudillo invicto, Franco, y un ideal nuevo que galvanizaba los viejos ideales periclitados, el fascismo.

 

Chaves Nogales insiste otra vez en presentar las sacas como una reacción a los bombardeos: “Se preparaba un asalto a las cárceles. En las comisarías de vigilancia, en los ateneos libertarios y las radios comunistas, se operaba el tránsito del verbo a la acción, del verbo nuevo a la vieja acción cainita. Los hombres de acción se aprestaban a la matanza”. En efecto, hubo sacar después de bombardeos, pero también antes, así que no vale la excusa.

 

La narración acaba con esto: “El parte oficial consignaba al día siguiente que a consecuencia del bombardeo aéreo habían muerto doscientas veintidós personas. Figuraban en el parte los nombres y apellidos de un centenar de víctimas y al final decía textualmente: «Los ciento veinticinco cadáveres restantes no han sido identificados»”.

Los no identificados eran oficiales del ejército retirados que vivían en Madrid y cayeron en una trampa: fueron convocados en el BOE de entonces para percibir una paga, y detenidos.

 

El primer cuento es suficiente para hacerse una idea del universo ideológico de la fementida “tercera España”. Los otros serán reseñados en la segunda parte. ¿No hay mejores plumas tercerespañolistas para que Trapiello nos presente esto como el no va más de esa endeble categoría política?

 

El texto de A Sangre y Fuego, de Chaves Nogales, se puede leer aquí: https://www.pdfdrive.com/a-sangre-y-fuego-e194197487.html

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