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España, año 2011. Indignados, jóvenes sin futuro, la “generación mejor preparada de España” salió a la calle a protestar contra la casta, la casta política. Luego el Movimiento 15-M, colectivos, acampadas, perros, flautas, Mareas y mareados pidiendo democracia real y participativa instantánea contra el bipartidismo del “PPSOE”. Sí se puede, asambleas, manitas agitadas y de allí a Podemos y su profesor universitario Pablo Iglesias en 2014 para limpiar el “Estado” o “este país”, eufemismos para no decir nunca España. Después la llegada de la “nueva política” al poder, a los parlamentos, los ayuntamientos y el gobierno nacional.
Italia, año 2009. El cómico Beppe Grillo funda el Movimiento 5 Estrellas (en italiano, Movimento 5 Stelle, M5S). También democracia directa, desparpajo y elocuencia escénica, discurso anticorrupción, en contra de la partidocracia, ni izquierda ni derecha, en definitiva, venían a limpiar Italia con un “Vaffanculo Day” (en español “El Día del Vete a tomar por culo”) permanente contra la casta política. Después la llegada de la “nueva política” al poder, a los parlamentos, los ayuntamientos y el gobierno nacional.
Paralelos, divergencias, similitudes y diferencias, pero la cuestión es que tanto en España como en Italia hoy estos “antisistema” están al frente de los gobiernos, mandan, imponen. Hoy ellos son la casta.
Mientras tanto, ambas naciones van en la misma dirección, es decir a la deriva en medio de un mar de inoperancia, ineptitud, corrupción, colapso sanitario, económico y social donde ni las fronteras ni el Covid-19 existen si vienen en patera o “barcone”, pero sí cuando se quiere ir a trabajar o que los niños vuelvan a las escuelas.
Son la casta globalista al servicio de sí mismos donde lo que importa es conservar el sillón de los privilegios lo más caliente posible durante el mayor tiempo.
¿Democracia directa y participativa? En Italia está por verse en este mes de septiembre que tenemos por delante con las elecciones regionales y el referéndum constitucional. En España, Dios dirá.
“Cuando se deja de creer en Dios enseguida se cree en cualquier cosa” dijo una vez un inglés. “Para que el mal triunfe solo se necesita que los buenos no hagan nada” dijo una vez un irlandés. Se está creyendo en cualquier cosa sin hacer nada y eso no es bueno. No es cuestión de religión, filosofía o política sino de sentido común.
“Estos son mis principios. Si no le gustan, tengo otros” dijo una vez un americano. En ambas naciones mediterráneas hermanas se está tomando al pie de la letra la clásica máxima groucho-marxista. Es la que rige el principio de la casta, la de los sillones de los privilegios, calientes, duraderos y sin fronteras.
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