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Nos encaminamos con paso firme y seguro hacia la verdad y el pensamiento único, la verdad establecida por decreto, donde la información es tamizada y es monocorde de acuerdo con los parámetros establecidos, donde los canales de información son múltiples y aparentemente variados, pero lo que se nos cuenta es lo mismo. Se trata de limitar el acceso a la información y el debate, bajo la apariencia de que tenemos donde elegir, pero solo en lo superficial, en lo accesorio, en lo superfluo, no en lo crucial, en lo importante o en lo mollar. Es cierto que existen multitud de medios y canales, infinidad de televisiones y soportes, pero no es menos cierto que la información quedan cada uno de esos medios, canales, televisiones o soportes, es la misma. No se trata tanto de controlar el medio de difusión de la información, que también, se trata de controlar la información que el medio ofrece.

Se nos dice que nunca antes como ahora el ciudadano ha tenido tanta facilidad de acceder a la información, cuando en verdad, a lo que tenemos acceso es a elegir entre multitud de posibilidades para informarnos, pero la información es tamizada, sesgada y unitaria. Cuando un medio de comunicación ofrece la posibilidad de que sea el ciudadano el que se forje su propia idea de lo que está pasando, cuando un medio hace pensar al sujeto, hace replantearse cuestiones al individuo, mas allá de aceptar falsos dogmas o consabidos mensajes, es cuando el medio es censurado, perseguido y vilipendiado. En la sociedad que ahora nos están construyendo, no cabe más que aceptar la verdad por imposición y decreto. Tertulias y tertulianos donde todos dicen lo mismo y donde la discrepancia es mas estética que real, donde no cabe nada que se salga de la mal llamada corrección política y donde no tienen cabida debates ideológicos de fondo o de calado. La diversidad es solo en apariencia, en normalizar cuestiones que no son normales y en no permitir dudar del modelo que nos están diseñando. Vivimos instalados en la mediocridad, en lo absurdo de la imposición de la felicidad, en tonos crises y aburridos. Estamos en la sovietización de la sociedad, donde otros piensan por nosotros y donde el consenso se impone a la espontaneidad y a la libertad.

Aquellos a los que se les llenaba la boca con la libertad de expresión, son los mismos que se “alegran” de la censura impuesta por las redes sociales, felices de que se cercenen opiniones y se cierren canales. Radioya es un medio de comunicación libre que pretende que su oyente se forme su propia opinión, piense, debata y si lo cree conveniente, actúe en consecuencia. No sabe ni más ni menos que los demás, no quiere adoctrinar a nadie, no es su deseo estar en posesión de ninguna verdad absoluta. Radioya tiene entre otros soportes, un modesto canal de YouTube del que nos sentimos muy orgullosos, sobre todo gracias a sus sufridos suscriptores, pero debe ser que algunos de sus contenidos no se ajustan a esa verdad por decreto que se nos desea imponer. YouTube retira videos de nuestro canal y nos amenaza con cerrarlo si persistimos en querer que la gente piense por sí mismo. No decimos a nadie lo que tiene que pensar, le damos todas las variantes y el individuo elige creerse la opción que desee, pero al menos le damos esa posibilidad. Vivimos una época oscura de “libertad”, una época donde las grandes corporaciones deciden de lo que podemos informar y opinar, donde retiran el contenido que ellos deciden porque “infringe las normas de comunidad”, es solo una advertencia, “que permanecerá en tu canal”. Tratamientos médicos, dudas sobre la eficacia de algunas vacunas o el fenómeno Trump, son solo algunos ejemplos donde el consenso y la unanimidad se imponen a la libertad de pensamiento. Radioya es solo uno de los distintos medios que se ven amenazados y censurados, uno más de los muchos que sufren la amenaza constante de la muerte civil, la persecución y la desaparición. Todo lo que va, tiende a volver. Los que hoy se alegran de esta censura, no son plenamente conscientes de que mañana serán ellos los censurados y para cuando quieran reaccionar, será demasiado tarde. Lo políticamente correcto, desea cubrirlo todo, es un animal insaciable y no habrá espacio ni margen para salirse del carril, por muy en consonancia que se esté ahora en casi todo. Nosotros no estamos

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dispuestos a abandonar la batalla, otro ya se entregaron hace tiempo, y que nadie tenga la menor duda de que de una u otra forma, lo acabaran pagando. La corrección política no hace prisioneros.

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REDACCIÓN