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El correo de España, que tan amablemente me publica los artículos que le envío, me ha propuesto que escriba sobre el 18 de julio, fecha en la que se inició la guerra y el subsiguiente sistema político en el que viví hasta los 25 años.

Se estaba preparando algo. Tras el fracaso de la llamada “Sanjurjada” en la sociedad española había un malestar que, en muchos casos, demandaba la sublevación de los militares. Corría el mes de julio del treinta y seis y muchos generales esperaban la posición que el general Franco iba a adoptar ante la grave situación,  por su prestigio profesional, pero él no se decantó hasta que se produjo el asesinato de Calvo Sotelo, que le movió a unirse a los sublevados el 18 de julio volando desde Canarias a Marruecos para asumir la jefatura del ejército de África. Antes de efectuar el vuelo Franco tuvo conocimiento de que la sublevación había triunfado en Burgos, Sevilla, Valladolid y Zaragoza. Dos días después la cabeza de la sublevación, el general Sanjurjo, murió en un accidente de avión, quedando los sublevados sin Jefe.

            El hecho de que hubiese actuaciones populares simultáneas en diversas provincias es prueba de que, estrictamente,  no se trataba de un golpe de Estado militar, como pudo ser la Dictadura de Primo de Rivera, sino de un alzamiento, al que se adhirieron una parte significativa de militares, motivado por la deriva de enfrentamiento que se iba extendiendo en la sociedad.

            ¿Fue necesario el alzamiento? Ocurrió. Como ocurrió el levantamiento contra la invasión napoleónica el 2 de mayo de 1808 en Madrid y, simultáneamente, en Móstoles, donde su alcalde, Andrés Torrejón declaró la guerra al francés. Igual que en 1808 participaron en batallas los generales Castaños, Palafox, etc., en 1936 se constituyeron varios ejércitos, el del Sur bajo el mando del general Queipo de Llano el 1 de agosto y el del norte, mandado por el general Mola, el 10 de agosto. La situación aconsejaba que hubiera un mando único y tras la liberación del Alcázar de Toledo por el Ejército de África, se nombró a Franco Generalísimo de los Ejércitos y él exigió ocupar también la Jefatura del Estado, lo que se realizó el 1 de octubre, esto es, a los 75 días del 18 de julio. Franco era consciente de las grandes necesidades que sufría España y quiso disponer del máximo poder para la reconstrucción nacional, y consecuentemente al redactar el último parte de la guerra, expresó que se habían alcanzado los últimos objetivos militares, dando a entender que se proponía conseguir objetivos que no fueran militares.

            Es cierto que Franco acumulaba el máximo poder, si bien no disponía de un poder ilimitado, pues en toda la legislación se reflejaba expresa o tácitamente la aceptación de la Ley de Dios, la Ley Natural, el logro del Bien Común, y con sujeción a éstos límites ejercía el poder, él como Jefe del Estado y todos los miles de colaboradores que incorporó en todos los ámbitos sociales, económicos, de la administración de justicia, de la administración civil así como en la militar, a lo largo de los treinta y nueve años durante los que ejerció la Jefatura del Estado.

            El tiempo transcurrido con Franco ocupando la Jefatura del Estado se puede dividir en dos etapas. La primera marcada por las guerras, la nacional, la II mundial, y el inicio de la guerra fría y, asimismo vino marcada por el aislamiento impuesto por los aliados que provocó la recomendación de la ONU de que todos los países retiraran los embajadores en España en 1946, aunque en octubre de 1945 se había concedido indulto total de las penas por haber cometido los delitos de rebelión militar hasta el final de la guerra, siempre que no fueran actos de crueldad, muertes, violaciones, o latrocinios. Esta etapa se puede considerar cerrada con la visita del Presidente de los Estados Unidos de América, Eisenhower, en 1959, que implicaba un reconocimiento del proceso político español, una vez que el comunismo contra lo que se combatió en España, dio su auténtica cara con el levantamiento del muro de Berlín en 1961. Con esta visita se expresaba la progresiva normalización de las relaciones con las democracias liberales, beneficiarias de la ayuda a la reconstrucción europea financiada por los norteamericanos, conocida como el Plan Marshall.

La segunda etapa que se conoce como el “desarrollismo” estuvo dirigida por los tecnócratas y se inició igualmente en 1959, con el Plan de Estabilización y los Planes de Desarrollo que dieron lugar a un importante proceso emigratorio de trabajadores hacia Alemania, Suiza y Francia, -de mano de obra sin cualificar, no como ahora que “exportamos” titulados- lo que dio lugar a una remisión de fondos en moneda extranjera, las llamadas “divisas”, que posibilitaron la disponibilidad de reservas monetarias importantes que, junto a la expansión del turismo, financiaron un crecimiento económico espectacular.

Para enjuiciar la primera etapa lo correcto es ponderar todas las circunstancias y las realizaciones que se llevaron a cabo en esos años. Lo más importante desde el punto de vista político es la promulgación de seis leyes fundamentales, publicadas antes de 1959, publicándose solo la Ley Orgánica del Estado en 1967. Esta legislación venía a ser la Constitución política, pues establecía que España era un reino, regulaba las Cortes y el proceso de refrendar las leyes por el voto del pueblo, y resulta muy significativo valorar que la primera ley fundamental que se promulgó fuese el Fuero del Trabajo, fundamento de las mejoras sociales y de previsión que se iniciaron prioritariamente.

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En aquellos años, con las dificultades derivadas de las guerras y del aislacionismo de que fuimos objeto, se velaba por los intereses nacionales, como demuestra el que la legislación obligaba a las empresas con participación de capital extranjero que éste no superara el 50 % del capital social, así en una situación de graves circunstancias se iniciaron aun en tiempo de guerra, las mejoras económicas en la agricultura con la creación del Servicio Nacional del Trigo, en 1937, que liberaba a los agricultores de las especulaciones comerciales; así mismo se inició la transformación en regadío de grandes zonas regables y los proceso de concentración parcelaria. En el mundo industrial se crearon industrias como la SEAT en Martorell (Barcelona) en 1950, la FASA-Renault en Valladolid en 1953, y la Citroën en Vigo, en 1958. La economía había empezado su transformación y así se refleja en la distribución de la población por sectores económicos que de acuerdo con los datos del Instituto Nacional de Estadística son:

 

Sectores económicos

Año

Primario

Secundario

Terciario

TOTAL

1940

50,5

22,1

27,4

100

1960

39,7

33,0

27,3

100

 

La afiliación a la Seguridad Social pasó de 9,8 millones de afiliados en 1945 a 18,3 millones en 1960. Estos datos económicos pueden completarse con otros referidos a la enseñanza y construcción de viviendas, etc.,

Los datos ofrecidos son un botón de muestra que evidencia que el desarrollo que se produjo tras el Plan de Estabilización de 1959, partía de una realidad económica sobre la que podía fundarse.

En esta situación existía un problema de tipo político que se evidenciaba con el acercamiento a los demás países europeos, y era que el sistema político español no era homologable con los existentes en el resto de Europa, por ello en España la atención a las bases políticas sobre las que se fundaba el sistema político fue paulatinamente abandonándose para evolucionar hacia una sociedad sin posicionamiento político. Ese proceso se hizo sin valorar que en España había una participación real para la elaboración de las leyes, una participación real en la colaboración de personas de la más alta preparación en la Administración y el sector público empresarial, y un respeto absoluto a los que administraban la justicia. En aquella España la participación real de muchos procuradores en Cortes nunca se hizo llegar a la opinión pública, que no tuvo conciencia del mismo, y a base de no aparecer apenas en los medios, y de no interesar a la mayoría de las personas, que viendo cómo las realidades iban mejorando no mostraban interés por los que ocupaban los asientos en el Parlamento o en los altos cargos de la Administración.

En la primera etapa cuando se realizaba una proposición de Ley tenía que ser presentada por cincuenta procuradores cada uno de los cuales aportaba su conocimiento personal sin disciplina alguna de voto. Las Cortes devolvían al Gobierno proyectos de Ley, cosa hoy impensable. En el mundo laboral estaban prohibidos tanto las huelgas como el cierre patronal, y la Magistratura de Trabajo, se reconocido que fallaba en muchas más ocasiones a favor del trabajador que de la empresa.

Las Cortes buscando una participación real de los distintos actores de la sociedad, implantó una forma de participación que denominó “democracia orgánica”, forma política de la que era partidario Salvador de Madariaga, ministro de la República y destacado opositor al régimen del 18 de julio. Para ello se establecía la participación representativa de muchas instituciones, oficiales y profesionales que nombraban a sus representantes y estaban totalmente desvinculadas de la política del régimen, siendo lo más característico la representación de los tres tercios: Sindicatos, Municipio y Familia, elegidos popularmente y suponiendo éstos el sesenta por ciento de los procuradores de la única cámara legisladora. El resto eran personalidades e instituciones y unos y otros opinaban y se interesaban por los asuntos que conocían y comprendían por la experiencia o la formación, aunque ello que no daba lugar a debates o programas de radio o televisión, la realidad era que  los problemas se enfocaban y resolvían.

ENTIDAD REPRESENTADA

Miembros del Gobierno

19

Consejeros Nacionales

109

Presidente del Tribunal Supremo de Justicia

1

Presidente del Consejo de Estado

1

Presidente del Consejo Supremo de Justicia Militar

1

Presidente del Tribunal de Cuentas del Reino

1

Presidente del Consejo de Economía Nacional

1

REPRESENTANTES ELEGIDOS POR LOS SINDICATOS

150

REPRESENTANTES ELEGIDOS POR LOS MUNICIPIOS

58

REPRESENTANTES ELEGIDOS POR LAS FAMILIAS

100

Rectores de las Universidades

10

Presidente del Instituto de España

1

Representantes de las Reales Academias

2

Presidente del Consejo Superior de Investigaciones Científicas

1

Presidente del Instituto de Ingenieros Civiles

1

Asociaciones  de Ingenieros

1

COLEGIOS PROFESIONALES

13

Representantes de las Cámaras Oficiales de Comercio

3

Representantes de las Cámaras de la Propiedad Urbana

1

Representante de las Asociaciones de Inquilinos

1

Designados por el Jefe del Estado

25

 
 

TOTAL

500

 

            Fiel a la Iglesia, en 1957 se fundó el Centro de Estudios Sociales del Valle de Los Caídos, que tenía por objeto que las leyes, fundamentalmente las de contenido social y económico, fueran acordes con la Doctrina Social de la Iglesia, siguiendo los criterios del Cardenal Herrera Oria. Lo dirigió durante 12 años el Catedrático Luis Sánchez Agesta y en él participaron Alvaro D’ors, García Añoveros, García Enterría, González de Cardedal, Ruiz Jiménez, Garrigues Walker, Gil Robles, Alonso Manglano, Díaz Alegría, Martín Ferrán, López Rodó, José Barea, Carrero Blanco, Julio Feo, Fernández de la Mora, Fernández Miranda, Fraga Iribarne, Martínez Esteruelas, Marcelino Oreja, Otero Novas, Pilar Primo de Rivera, Suárez, Ullastres.

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Cuando se juzga el régimen franquista muchos comentaristas reconocen como extraordinario el crecimiento de los años sesenta y también suelen tratar de oscurantismo, tristeza y pobreza la etapa primera. Los tecnócratas fueron despolitizando la vida pública y acercándose al estilo de vida de los demás países europeos que estaban alcanzando un nivel de bienestar elevado, y esa labor de acercamiento se plasmó en la firma del Acuerdo preferencial con la entonces Comunidad Económica Europea, que resultó muy beneficioso para los intereses económicos de España.

La segunda etapa, es decir tras la visita de Eisenhower a España y el Plan de Estabilización, el crecimiento fue espectacular y así ha sido reconocido por la mayoría de los autores, dando lugar al nacimiento de una clase media, una población con buen nivel educativo y con un civismo que mejoraba año a año, una administración moderna y eficaz fruto de una legislación brillante, y la irrupción de la televisión, y de los coches “utilitarios” etc., llevó a España a situarse dentro de los diez primeros países por su riqueza. En esta segunda etapa también se concedió el indulto para extinción definitiva de responsabilidades políticas en noviembre de 1966 y en marzo del 1969, se declaró la prescripción de todos los delitos cometidos con anterioridad al 1 de abril de 1939. En aquellos optimistas años la sociedad iba despolitizándose paulatinamente y acercándose culturalmente a los modelos de las democracias liberales occidentales y pero como no valoraba la participación real en la cosa pública, fue albergando el deseo de contar con partidos políticos, sistema inorgánico que limita la participación de la sociedad a elegir quien ejerce el poder entre los líderes de los partidos políticos, entonces prohibidos y hoy una de las instituciones peor valoradas por la opinión pública.

El deseo de contar con partidos, para lograr la homologación con los demás países occidentales, era una realidad que ejercía una presión absoluta y consecuentemente, parecía conveniente abandonar los planteamientos políticos que respondían a los Principios del Movimiento, para buscar las formas políticas europeas. Se hizo. Y se hizo con la conformidad de la inmensa mayoría de la población. Los políticos de las Cortes al fallecimiento de Franco se auto-disolvieron, sin que apenas nadie reconociera su desapego al poder, ese poder que ahora se dice que corrompe. Los procuradores se dispusieron a formar “Asociaciones políticas”, auténticos embriones de los partidos y muchas de ellas integradas en el conglomerado de tendencias políticas que supuso la UCD, y abandonaron casi todo aquello que hizo que España hubiese recuperado su sentido histórico.

En la sociedad las personas del “Movimiento” que hacían carrera política dentro de las estructura políticas, no incidían en la sociedad; su vida se traducía en ser designados para ocupar puestos en los Gobiernos Civiles o en la Organización Sindical, pero, especialmente en la segunda etapa, no pasaron de ostentar una representación protocolaria en actos oficiales y de intervenir en acontecimientos de orden público protagonizados por quienes rechazaban el sistema establecido y organizaban actos en la calle, manifestaciones, asambleas o huelgas, demandando generalmente la legalización de los partidos políticos. Solo la Sección femenina mantuvo una constante labor importante y generosa que incidía en las capas más necesitadas de la sociedad.

Franco creía en el Movimiento Nacional y sus principios. Pocos, muy pocos participaban de esa fe, y como él era perspicaz, no quiso que el rey le sucediera en vida, lo que le habría quitado independencia y condicionado, por ello viendo la evolución de la situación, prefirió no abandonar el barco hasta la última hora por lealtad a su obra, y como es sabido, al sucesor no le dio consejo alguno diciéndole: Cuando llegue el momento, usted sabrá lo que tiene que hacer. ¿Quiénes estaban dispuestos a defender la singularidad de España? Un grupo de muy pocas personas, porcentualmente, inapreciable. Por eso la octava Ley Fundamental del Movimiento, la Ley para la Reforma Política, aplicando la Ley de Referéndum Nacional una de las leyes fundamentales del régimen del 18 de julio, fue aprobada por el 80 % de los procuradores en Cortes y refrendada por el 94,17 % de los votantes españoles, un 77% del censo, participación que no ha sido superada. Las primeras elecciones con partidos políticos se celebraron también bajo las Leyes Fundamentales aplicando la ley de Referéndum Nacional para aprobar la propia Constitución la cual, con una participación fue del 58,97 %, fue aprobada por el 91,81 % de los votantes, es decir por un 54 % de la población con derecho a ejercer el voto.

¿Se puede hablar de traición o abandono de los principios políticos? Parece más real hablar por un lado de desidia y por el otro la fascinación por el bienestar económico de la Comunidad Económica Europea. Siempre habrá gente defendiendo que lo económico es lo único importante, sin embargo en su testamento Franco alertó que el problema venía de los enemigos de la civilización cristiana, exhortó a logar la justicia social y la cultura e hizo hincapié en la necesidad de mantener la unidad nacional exaltando la rica multiplicidad de las regiones. Él era clarividente, el resto ya se está viendo.

Autor

Álvaro Peñas