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El Archivo de Indias constituye uno de los mayores exponentes del patrimonio documental de España, en íntima vinculación con América y Filipinas, que siempre ha despertado la curiosidad de los investigadores y eruditos de todo el mundo.

La prioridad de esta institución es la conservación de nuestro patrimonio artístico y documental de muchos siglos de historia.

En 1799 presentaron al rey la necesidad de escribir una Historia General de las Indias autorizada con documentos seguros e incontestables de la Ilustración al siglo XXI. Carlos III ordenaba la creación del Archivo. Barajaron emplazarlo en el Castillo de Simancas o en Madrid, pero decidieron alojar los documentos en el edificio de La Lonja de Mercaderes sevillana. Inicialmente cerrada a la investigación libre. En la época de Isabel II se permitió ya la libre disposición de los investigadores independientes. En el siglo XX, con motivo de la celebración del V Centenario, incorporaron en esta institución las nuevas tecnologías informáticas, garantizando así las dos principales funciones de los archivos históricos: la conservación de los fondos y la difusión de los mismos con el valor añadido de poder acceder a distancia a la información y a la posibilidad de obtener reproducciones digitales.

¿Y cuál es el contenido del Archivo de Indias? Citemos algunos ejemplos: 525 legajos del Archivo de Simancas (Secretaría de Guerra); 25 legajos del Archivo Histórico Nacional; 331 cajas de expedientes para el ingreso en las órdenes Militares de Caballeros de Origen Americano; 894 legajos de Ultramar; 220 del Consejo de Indias y Consejos suprimidos; 42 de la Inquisición, etc, que se completan con mapas, planos y otros documentos.

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Un archivo histórico no es un ente estático y muerto, todo lo contrario, es siempre vivo, activo y dinámico.

Pero veamos algunas curiosidades de su contenido. Junto a las gradas de la Lonja se encuentra una Cruz de Jaspe, obra de Miguel de Zumárraga, que presidía los tratos entre los cargadores a Indias: la cruz de los juramentos. Y nos entretenemos unos instantes en los dibujos de dos barcos, naos o carracas, de 1576 a 1577.

Ahora observamos un documento, del 30 de abril de 1492, firmado en Granada con la Real Provisión original de los Reyes Católicos, en la que se ordena a Diego Rodríguez Prieto y otros vecinos de la villa de Palos que, en cumplimiento de la pena impuesta por delitos previos, tengan preparadas dos carabelas que partirán con Colón en su primer viaje.

En 1498, vemos el escudo de Cristóbal Colón tras la ampliación de las armas con un castillo y un león, concedidos por los Reyes Católicos en 1493, como premio a los servicios del Almirante en el descubrimiento del Nuevo Mundo, colores óleo sobre piel, adheridos a la vuelta de la cubierta del Libro de los Privilegios de Veragua.

Tenemos delante de nuestra pantalla el documento del Tratado de Tordesillas, entre los Reyes Católicos y Juan II de Portugal, con las capitulaciones relativas a la demarcación y límites del mar océano, firmado el 7 de junio de 1494, ratificado por el rey portugués en Setúbal el 5 de septiembre del mismo año.

Ahora contemplamos el Libro Copiador de Cristobal Colón, que contiene cartas, relación de importancia capital de sus cuatro viajes y dos cartas que pueden considerarse de carácter íntimo, escritas a los Reyes Católicos el 4 de marzo de 1493 y el 7 de julio de 1503.

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En la búsqueda del paso: el Caribe y el Golfo de México, de 1734 con la descripción hidrográfica o carta reducida o de grados de las cartas de Tierra Firme, carta náutica a colores.

Una carta del 5 de febrero de 1505 de Cristóbal Colón a su hijo Diego, residente en la Corte, anunciando la salida de su amigo Diego Méndez y también la de Américo Vespucio.

Ponemos fin a nuestro recorrido virtual por el Archivo de Indias en la contemplación de un mapa de 1550 de la Nueva Galicia, a pluma, lavada levemente a colores. Y unas referencias gastronómicas de Filipinas, que incluye fórmulas culinarias locales y un libro de recetas.

 

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REDACCIÓN