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Quijorna, Madrid 4 de Julio de 2009. MADRID M2. Recreacion de la batalla de Quijorna de la Guerra Civil. Fotografia Carlos Alba.

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La iglesia de Quijorna tras la batalla de Brunete. En la torre tenían emplazada los nacionales una ametralladora.

En la sexta parte de esta serie se reflexiona sobre el final de la resistencia en Quijorna y las consecuencias del cese confuso de la lucha.

Quijorna, pueblo mártir, es conquistado

Los defensores supervivientes salen de Quijorna sobre las 11:00 h de la mañana del 9 de julio.

… Los supervivientes de las 3 unidades que habían defendido Quijorna no tienen más remedio que abandonar el pueblo. Las versiones que ellos le facilitan y lo mucho que se ha escrito sobre ello me hace pensar en que hay mucha variedad en cuanto a calificar esta salida como “retirada” – la más benévola-, “desbandada” o “chaqueteo”. Creo sinceramente que ninguna de esas calificaciones se ajusta a la realidad, como ya casi está demostrado, y ante las muchas pruebas de desprecio y vejaciones que sufrieron estas fuerzas no faltó en aquellas quien alzó su voz, además autorizada, para llamar esta operación evacuación. (p. 237)

Realmente no puede considerarse una evacuación. El calificativo más acertado, en mi opinión, es el de retirada en un ambiente de confusión general y sin mandos.

Está comprobado que con la gran concentración de fuegos que hizo el enemigo destrozó totalmente las defensas, causando numerosísimas bajas, y al faltar munición, en esas condiciones, la defensa era imposible: había llegado a su límite, pues todo tiene en esta vida su principio y su fin, y éste llegó, también, para los defensores de Quijorna. (p. 238)

… los defensores del cementerio, batallón de Toledo, y los defensores de la carretera de Villanueva de la Cañada, Tabor Ifni-Sáhara, al ser atacados por numerosos tanques y grandes masas de infantería, no tuvieron más solución que la evacuación, pues el quedarse en las trincheras era una muerte segura o, como mal menor, ser hechos prisioneros. Los que trataron de salvarse, su instinto de conservación les indicó que la única salida era la carretera de Navalagamella, y para llegar a ella lo mejor es atravesar el pueblo, a pesar de estar batido; este camino siguieron la mayoría, y otros por los parapetos de las eras; de ahí la sorpresa de los falangistas de la 5ª Bandera al ver a los soldados y moros en franca huida. (p. 238)

Por eso no se puede llamar evacuación a esta retirada. Materialmente fue una desbandada, iniciada por la caída de los defensores del cementerio. Formalmente, no sabría decir, porque sin jefes suficientes, con una cadena de mando rota y sin apenas munición, la defensa era ya del todo imposible. Un asunto clave sería quién estaba al mando en esos momentos y qué órdenes dio y si pudieron comunicarse. Nunca podrá aclararse.

Otro asunto interesante es trato que se les dio a los soldados. Revilla Cebrecos se queja de las vejaciones que sufrieron.

Piensen que unos mil hombres, al cabo de cuatro días de lucha continua, han quedado reducidos a la mitad, siendo la otra mitad heridos o muertos, de estos últimos unos 200; que muchos de los heridos quedaban en Quijorna sin poder ser evacuados careciendo de asistencia médica por falta de material sanitario; que durante más de 3 días no habían tomado ningún alimento sólido, solo habían tomado algo de agua, y de un pozo que no era del todo potable; que carecían de la munición necesaria para combatir en circunstancias normales, además de haberla tenido desde los primeros momentos racionada; que habían estado incomunicados con el exterior… (p. 239)

… considero que los defensores, en conjunto, hicieron méritos más que suficientes para la concesión de una medalla o laureada colectiva…. (p. 240)

Este capítulo tiene también un retrato del pírrico conquistador de Quijorna, Valentín González el Campesino. Como repasaremos pronto su libro Vida y muerte en la URSS, no repetiremos aquí la información que expone esa novela, pero apuntaremos algunas curiosidades específicas del libro:

… dice Cosme de la Torriente: Carece de vicios que tantas veces acompañan, cómo adorno inevitable, al caudillo popular. No es borracho, jugador ni mujeriego, aunque como en España todo el mundo bebe, él también, pero por el noble vino de España hace que nunca esté borracho. Tampoco le vi jugarse un céntimo.

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Se consideraba como un tipo único y le molestaban las comparaciones….

 

Recuerda con asombro Cosme de la Torriente que, no habiendo estudiado nunca, se estaba dos horas seguidas diciendo barbaridades desde la tribuna…

 

Era implacable con el enemigo y el cobarde, y con el valiente, complaciente hasta la debilidad casi… (p. 233)

 

Con anterioridad a la guerra estuvo muy vinculado a Quijorna. Vivió en este pueblo durante varios años con motivo de la construcción de la carretera de Villanueva de la Cañada – Quijorna – Navalagamella, con el cargo de capataz de la obra, de ahí que fuese muy conocido en la población. (p. 236)

Muchos han sido los calificativos que le han sido aplicados, que no quiero comentar, pero sí dejar constancia que muchos de mis camaradas que fueron hechos prisioneros en Quijorna deben su vida a él, que en varias ocasiones se opuso que fueran fusilados por sus huestes, que no tenían miramientos, mientras que el Campesino con unas preguntas a los prisioneros, se daba cuenta de la clase de individuo que tenía enfrente así, y tuvo por normal no fusilar a los valientes ni a los que habían luchado en defensa de un ideal, aunque fuese contrario al que él sostenía. (p. 237)

La evacuación, con la muerte del comandante González

La vía natural de escape era por la alameda del arroyo de Quijorna, que conduce al río Perales y desde allí a Navalagamella. No fue fácil, porque son atacados por la infantería y la caballería.

Hay varios testimonios sobre la muerte del comandante. La más creíble la proporciona el capitán médico del tabor Ifni-Sáhara que lo vio transportado en una camilla y herido gravemente. Dos de los falangistas que lo transportaban le indicaron después que fue muerto por una ráfaga de ametralladora junto con uno de los que portaban la camilla durante la huida.

Carrera hacia la salvación

En principio, llegados al río Perales podían considerarse a salvo. Sin embargo, la aviación republicana les ametralló en vuelo rasante en su camino hacia Chapinería. Por el camino, empiezan a insultarles otros soldados y al llegar a Chapinería, muchos de ellos sin calzado y con la ropa destrozada, les ordenan entregar las armas.

Su situación era crítica. Habían sido desarmados. ¿Se les consideraba desertores? Dentro del sufrimiento material y moral, no tenían fuerzas para reaccionar; estaban totalmente desfallecidos…

La situación no solo era crítica para ellos, sino para todos los nacionales. El enemigo achuchaba de lo lindo; había roto el dispositivo nacional, aunque se desconocía su alcance, y por esto la confusión reinaba en Chapinería. (pp. 252 y 253)

Un capitán se toma la iniciativa incluso de proceder a un fusilamiento sin más. Caparrini lo detiene, y también hace callar de esta manera a un coronel que está llamándoles cobardes: “Estos muchachos, de los que yo respondo, están dispuestos a volver a Quijorna, siempre que vaya usted también”. El general Varela, que llega en estos momentos, los reconforta. Sin embargo, los concentran en un corral poniéndoles centinelas.

Solo a la mañana siguiente les dejan en libertad. Pronto se reconoce su valentía. Sin embargo, su valentía recibe pocos reconocimientos. Verdaderamente hubieran merecido una laureada colectiva.

La conquista de Quijorna, según los rojos

Esta parte presenta el testimonio de Modesto, jefe del V Cuerpo de Ejército de Maniobra tiene poco interés. El autor del libro lo contradice.

Los prisioneros de Quijorna

Presenta el testimonio de Dimas Asensio López, voluntario falangista de 20 años. Su posición estaba en la carretera de Navalagamella en Quijorna. El día 9 por la mañana recibe orden de ir a la iglesia. Allí le hacen prisionero. Unos milicianos matan a varios moros allí mismo, pero un capitán les ordena que aquellos prisioneros llegaran vivos al Campesino. Este los recibe de mala manera, preguntando dónde estaban los dinamiteros y los del fusil ametrallador. Los rojos comentaban que la ametralladora de la torre de la Iglesia estaba servida por una mujer, lo que no es cierto. Tampoco había dinamiteros.

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Sospechando Dimas del infortunio que a él y a sus compañeros les esperaba, se atrevió, dirigiéndose al Campesino, a preguntarle: ¿Podemos fumar? Contestando: El que tenga tabaco. (p. 265)

Les tienen firmes un buen rato. Al fin llega un camión y les ordenan subir. Pensaban que los iban a fusilar, pero los llevan prisioneros a Madrid. Los heridos son enviados al hospital y los demás al cuartel de Conde Duque, como prisioneros de guerra. De allí pasarán al penal de San Miguel de los Reyes, en Levante y después son enviados a construir fortificaciones. Sin embargo, junto con otro requeté se fugan y cruzan a la zona nacional.

Otro testimonio es el de Hilario Pérez Fernández, falangista de Aranda de Duero. Fue hecho prisionero en el monte, huyendo hacia Chapinería. Policarpo Cantón Guillén, cubano, jefe de la décima Brigada, le interroga:

… Le hace varias preguntas relativas a la defensa de Quijorna, asombrándose que siendo tan pocos hayan resistido tanto tiempo, y ante estas preguntas los curiosos mirones le quieren fusilar, pero Cantón se opone diciendo: “Este muchacho tiene que ir a presencia del jefe, del Campesino; le sigue preguntando si cree en Dios, y ante la respuesta afirmativa le dice que él también cree, y desabrochándose la guerrera le enseña un crucifijo que llevaba puesto.

Por la noche, nueva declaración en Quijorna, ahora en la presencia de Cantón y del Campesino, declaración que empieza con los soldados del Batallón, coincidiendo todos aproximadamente en el número de defensores, y una vez que Hilario ha declarado dice el Campesino: “Quinientos críos como estos necesito yo” (p. 270)

Se restablece la normalidad

La inyección de ánimo dada por el general Varela y la alimenticia del comandante Navarro levantan totalmente la moral de los falangistas de la 5ª Bandera de Castilla, Crespí, cuando están todos reunidos, no solo los de Quijorna, sino también los de los Vértices Mocha y los Llanos les devuelven su armamento y empiezan a prestar servicios por los contornos de Chapinería… (p. 271)

A principios de septiembre vuelve la Bandera al frente. Tiene que guarnecer unas posiciones al norte de Fresnedillas de la oliva… Después van a Navalagamella.

En estas posiciones había más tranquilidad, a pesar de que aún seguía su acción la artillería, pero no lo hacía todos los días y con menos intensidad. El enemigo estaba más cerca, de tal forma que algunas noches se entablaban de centinela a centinela diálogos, bastante sinceros, no con palabrotas e insultos, como era corriente en el frente del cerco de Madrid. Se preguntaban asuntos familiares, sin importancia, y llegando a concertarse una entrevista entre dos líneas; los rojos llevaron como un regalo papel de fumar, del que estábamos escasos, y nosotros llevamos tabaco, del que ellos tenían poco. Yo no fui, pero me contaron que fue una entrevista cordial, más que de enemigos, de hermanos, como lo que éramos; también se habló de jugar un partido de fútbol, que no se llevó a efecto. (p. 274-275)

Los episodios de confraterización con el enemigo son siempre fascinantes.

En el próximo episodio se dan detalles de las resistencias ofrecidas en otros puntos y pueblos de la zona: el Vértice la Mocha o Loma Artillera, cerca de Villafranca del Castillo, y Villanueva del Pardillo. Además se recogen diversas opiniones sobre la Batalla de Brunete, que es el capítulo III del libro.