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Guardias de Seguridad conduciendo a un detenido durante los disturbios

Las consecuencias de la Conferencia de Algeciras (1906), que da inicio a la intervención europea en Marruecos, y la cada vez más alarmante pérdida de poder e influencia del Sultán en las zonas próximas a nuestras plazas del norte de Africa provocó, a finales de la primavera de 1909, que se comenzase a valorar seriamente la posibilidad de producirse enfrentamientos armados entre fuerzas de nuestro Ejército y algunas kábilas de la región del Rif.

Dos años antes, en 1907, tras pactarlo con algunos de los notables de las kabilas de la región próxima a Melilla, se había logrado la concesión de una serie de explotaciones mineras en el macizo de Beni-Buifur, lo que dio origen al nacimiento de la Compañía Española de Minas de Rif, una empresa que pronto se convirtió en un objetivo a proteger por el Gobierno español habida cuenta de los beneficios que podían producir las explotaciones en una zona de tanta riqueza minera como aquella.

Existía la plena seguridad de que si España no iniciaba la explotación de la referida cuenca serían los franceses y los alemanes los que se encargarían de hacerlo. El mejor ejemplo lo encontramos en Argelia, un país donde el 70% del componente europeo era de origen español y sin embargo, España no gozaba de beneficio alguno en aquel territorio, otrora tan vinculado a la Corona española.

Durante los últimos meses del primer semestre de 1909, los partidos de izquierda -republicanos y socialistas, especialmente-, contrarios a nuestra intervención en Marruecos, comenzaron a manifestarse públicamente contra una eventual guerra que podría iniciarse en cualquier momento en la región fronteriza con las ciudades de Ceuta y Melilla; todo ello contribuyó a crear un estado de opinión que comenzó a hacerse patente en diferentes medios de comunicación y de forma más insistente en aquellos afines a las ideologías citadas. Sirva como ejemplo “La Correspondencia de España” que en su número correspondiente al 8 de junio de 1909 lo deja bien claro al señalar: “…no debemos gastar una peseta, ni aventurar un hombre, porque en Marruecos, ni aun gastando muchos millones, ni aun regándolo con arroyos de sangre, podremos encontrar beneficio alguno para España…”, incluso más adelante añade: «… Antes iremos a predicar la sedición, que a participar de la complicidad…» Toda una declaración de intenciones de las que eran partícipes otros medios.

Tras algunas escaramuzas que ya delataban un estado de preguerra en la región, entre las siete y las ocho de la mañana del 9 de julio de 1909 se produjo un ataque de los rifeños a un grupo de trabajadores que efectuaba obras en la cimentación del puente sobre el arroyo Sidi-Muza como parte del trazado de la línea del tren minero entre Melilla y las explotaciones de Beni-Buifur, causando la muerte, a cuchillo, a trece obreros españoles. Este hecho provocó la inmediata respuesta de la guarnición de Melilla que, saliendo de la plaza, respondió a la agresión a la vez que ocupaba diferentes posiciones en los exteriores de la ciudad. 

La escasa guarnición de Melilla, por aquellas fechas unos 6.451 hombres de todas las Armas y Servicios, actuó con contundencia produciéndose las primeras bajas entre Jefes, Oficiales y Tropa. Esta situación obligó, ese mismo día, al Ministro de la Guerra a ordenar el inmediato refuerzo de la guarnición melillense, destacando a la mencionada plaza, en primer lugar, a la 3ª Brigada de Cazadores desplegada en Cataluña que contaba con los Batallones «Barcelona», «Alba de Tormes», «Mérida», «Estella», «Alfonso XII» y «Reus», al mando del General Imaz; a estos efectivos se añadirían tres Baterías del primer Regimiento de Artillería de Montaña, un Regimiento de Caballería, así como personal de Ingenieros, Administración Militar, Sanidad, etc. Lo que en la práctica suponía dejar prácticamente inerme la Región Militar de Cataluña.

Soldados de Infantería descansando tras los enfrentamientos

En esta Región, y de manera más acentuada en Barcelona, se vivía una permanente situación de alarma e intranquilidad provocada por los constantes atentados cometidos por los grupos anarquistas que actuaban con la mayor impunidad. Estos hechos reiterados sirvieron para que a Barcelona, que sufrió 192 atentados con artefactos explosivos entre marzo de 1907 y junio de 1909, causando cinco muertos y numerosos heridos, se le rebautizase como la «ciudad de las bombas». Por ello y por el hecho de tratarse de la Región más industrializada de España no parece excesivamente coherente dejarla desguarnecida como así sucedió.

La siguiente medida adoptada por el Gobierno, ante la gravedad de la situación, aparece publicada en la Gaceta de fecha 11 de julio que se hace eco de un Real Decreto, fechado el día anterior, por el que se autoriza al Ministro de la Guerra a llamar a filas a los soldados de la reserva activa que considere precisos, a fin de reforzar debidamente los Cuerpos y Unidades del Ejército que estime necesarios, lo que en la práctica supone una movilización general en previsión de un conflicto a mayor escala.

Esta medida alienta a los sectores discordantes con la política observada por el Gobierno en Africa y de manera especial por el hecho de haber decretado la movilización general lo que suponía embarcarnos en una nueva guerra de consecuencias imprevisibles. Si un coyuntural conflicto armado en territorio no nacional era ya de por sí impopular, más lo era la Ley de Reclutamiento que contemplaba la figura de la llamada «redención en metálico», lo que permitía eludir la prestación del Servicio Militar a todos los jóvenes que pudiesen satisfacer el pago de 6.000 reales (1.500 pts.), lo que suponía que tan solo fuesen movilizados aquellos de las clases más desfavorecidas. 

El inicio de hostilidades con las consiguientes primeras bajas se traduce, de inmediato, en mítines exhortando a la huelga general, artículos en prensa contra la guerra y algaradas en diferentes puntos de España, articuladas y dirigidas, como siempre, por los sectores de la izquierda. 

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El día 19 de julio comienza en Barcelona el embarque de las tropas de la 3ª Brigada de Cazadores lo que provoca importantes disturbios en la zona portuaria donde se concentran familiares de los embarcados entre los que se mezclan elementos agitadores, especialmente mujeres que, haciéndose pasar por esposas de los movilizados, sin serlo, incitan con sus gritos a la deserción de los Soldados.

Por otra parte, se procede a la movilización y remisión a la zona del conflicto de la 1ª Brigada de Cazadores de Madrid, compuesta por los Batallones «Madrid», «Barbastro», «Arapiles», «Figueras», «Las Navas» y «Llerena», al mando del General Pintos que parten de la Capital en la madrugada del 21 de julio entre fuertes medidas de seguridad y un importante despliegue de efectivos de los Cuerpos de Vigilancia y Seguridad, en tanto que la Guardia Civil se mantiene acuartelada.

La salida de los Soldados de los cuarteles madrileños, camino de la estación de Mediodía, se produce por la noche y la encabeza una Sección montada del Cuerpo de Seguridad, mientras que otras fuerzas del Cuerpo son desplegadas, tanto a pie como a caballo, a lo largo de la columna que se confunde entre la multitud salida a las calles aquella noche que no cesa en proferir un griterío ensordecedor.

Religiosos desenterrados. El macabro carnaval provocado por estos de la “superioridad moral”

Volviendo al conflicto, en las inmediaciones de Melilla, durante estas jornadas, se registraron nuevos enfrentamientos; especialmente grave resultó el que se produjo en el Atalayón, posición ocupada tras la acción del día 9, donde los moros atacaron por sorpresa causando bajas y logrando que la Compañía de Policía Indígena desplegada en el referido enclave desertase en masa, pasándose al enemigo con el armamento e impedimenta.

En este clima enrarecido, las protestas populares arreciaron especialmente en Cataluña donde fue convocada una huelga general en protesta por la guerra.

Convocada la huelga por la Federación Socialista de Cataluña que se hace efectiva el día 26, un día antes de la fecha en la que tiene lugar la tristemente célebre acción del Barranco del Lobo que supone la pérdida de 154 soldados españoles, a los que hay que sumar la de un General, 5 Jefes y 12 Oficiales, a manos de los rifeños, Barcelona y su comarca quedan literalmente paralizadas, cortadas todas las comunicaciones e incluso el fluido eléctrico, comenzando lo que pasó a la historia con el nombre de la «Semana Trágica». 

La acción del Barranco del Lobo, aumentando intencionadamente de forma desmesurada el número de bajas, de las que dicen que la mayoría son Soldados catalanes, provoca que la insurrección revolucionaria vaya en aumento produciéndose graves incidentes callejeros, así como voladuras de estaciones eléctricas, vías férreas y puentes. Como suele hacer la izquierda canalla -esa de la supuesta “superioridad moral”- y lo repitió en más ocasiones de nuestra historia, se queman iglesias y conventos y se desentierran a sacerdotes y monjas que se encontraban sepultados en los recintos religiosos, exhibiendo sus restos en las calles en una especia de macabro carnaval y toda la ciudad cae en un estado de anarquía que obliga a que actúe la escasa guarnición militar que queda en Barcelona apoyada por los Cuerpos de Vigilancia y Seguridad y de la Guardia Civil, en tanto se procede a destacar Unidades militares de otras plazas como Valencia y Lorca.

Solamente en la primera jornada resultan heridos un total de siete Guardias de Seguridad en la zona del Clot en enfrentamientos con los huelguistas; otro Guardia cae herido en el Paseo de Colón y otro muy grave en Pueblo Seco. 

La mayor virulencia de la revuelta revolucionaria se alcanza al día siguiente, 27, lo que exige que se declare el Estado de Guerra en las provincias de Barcelona, Tarragona y Gerona, a donde se había propagado la insurrección. En esta jornada resultaron heridos varios Guardias de Seguridad y Agentes del Cuerpo de Vigilancia, encargándose efectivos del Cuerpo de Seguridad, armados con máuser, de proteger la libre circulación de tranvías que habían sufrido notables daños al igual que la línea férrea.

El día 28 se decreta el Estado de Guerra en toda España ya que la llama de la insurrección, alimentada por la izquierda, había prendido en localidades como Valencia, Alcoy, Pamplona, Bilbao, etc., donde también tuvieron que emplearse a fondo efectivos de los Cuerpos de Vigilancia y Seguridad para contenerla.

En el transcurso de estas sangrientas jornadas es atacada y asediada, durante más de doce horas, la Delegación de Vigilancia de Atarazanas que fue heroicamente defendida por el retén de Seguridad, en unión del personal de Vigilancia, hasta su liberación por las fuerzas militares. La defensa fue dirigida por el Inspector Jefe de Sección Manuel Brabo Portillo, jefe de la Delegación, quien junto a sus hombres soportó heroicamente el ataque de los sediciosos que hicieron fuego de fusilería contra la fachada del centro policial y contra la Bandera Nacional que ondeaba en uno de sus balcones. Esta meritoria actuación le valió que fuese posteriormente condecorado con la Gran Cruz al Mérito Militar con placa. 

Guardia de Seguridad ante una barricada levantada por los revoltosos

También fue asaltada la Delegación de Pueblo Nuevo, que fue defendida por el personal de Vigilancia apoyados por la Guardia Civil; en esta acción resultó muerto el Agente Santos Juanes de Elera.

La rebelión popular se da por finalizada el día 2 de agosto en que la ciudad y su comarca vuelven a la calma. Atrás quedan siete largos días de enfrentamientos callejeros, tiroteos, incendios, devastación, controles de identidad, cacheos y detenciones.

El trágico balance final fue el siguiente: 83 muertos; 153 heridos, sin contar los que se ocultaron en domicilios para evitar ser identificados lo que podría elevar la cifra a cerca del medio millar; 112 edificios incendiados, de los cuales 73 pertenecían a la iglesia, destruyéndose, como es habitual, gran cantidad de obras de arte. Se efectuaron más de 2.000 detenciones que provocaron la instrucción de 739 causas con un total de 1.725 procesados, de los cuales 5 fueron condenados a muerte; 59 a reclusión perpetua; 18 a reclusión temporal; 13 a prisión mayor y 39 a prisión correccional, imponiendo a otros de los encausados diferentes penas. 

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Dentro de las detenciones que se practicaron destaca la del Guardia de Seguridad Eugenio del Hoyo quien fue sorprendido, alrededor de las 14,00 horas del día 26, haciendo fuego, desde un balcón, contra las fuerzas militares en las proximidades del Cuartel de Artillería, en la calle Montserrat. Este Guardia fue sometido a Consejo de Guerra y fusilado a las ocho de la mañana del día 13 de septiembre, en unión de otros sediciosos cabecillas del motín popular. 

Con relación a cumplimiento de la pena impuesta al Guardia del Hoyo, cabe resaltar que hasta el último momento defendió su inocencia argumentando que el disparo que realizó fue fortuito. Pese a todo la sentencia se cumplió en los fosos del castillo de Monjuich ante diez Guardias en representación de las siete Compañías de guarnición en la ciudad Condal, otros diez pertenecientes al Escuadrón de Caballería, un Clase (Cabo o Sargento) por cada Compañía y un Capitán. 

Si nos atenemos a los datos de los que se dispone y que hemos podido analizar, así como al escalafón publicado en octubre de 1910 en el que figura la fecha de antigüedad en el destino de cada uno de los integrantes del Cuerpo de Seguridad, podemos aventurar que Barcelona disponía ese año de una guarnición policial superior a 1.000 hombres entre Jefes, Oficiales, Clases y Guardias, de los que 83 eran de Caballería y el resto de Infantería. 

Por su parte, el Cuerpo de Vigilancia disponía en la ciudad Condal de los siguientes efectivos de acuerdo con el Escalafón publicado a 27 de febrero de 1908: 1 Inspector General; 1 Secretario de Inspección General; 7 Inspectores Jefes de Sección; 10 Inspectores de 2ª; 9 Secretarios de Comisaría; 13 Inspectores de 3ª; 168 Agentes; 51 Aspirantes y 18 escribientes; en total 278. No aparece destinado personal alguno de los empleos de Vigilante ya que sus funciones habían sido asumidas con anterioridad por el Cuerpo de Seguridad, presente en la ciudad desde 1902.

Con relación a las bajas, su resumen final fue el siguiente:

Cuerpo de Seguridad: un Guardia muerto y 23 heridos de distinta consideración (dos Tenientes, tres Sargentos, tres Cabos y quince Guardias).

Cuerpo de Vigilancia, un Agente muerto, cuatro Agentes heridos y uno desaparecido.

Sirvan estos renglones como un homenaje de reconocimiento y recuerdo a los hombres de los Cuerpos de Vigilancia y Seguridad que, durante estas luctuosas jornadas, se esforzaron valientemente por restablecer el orden, garantizando el libre ejercicio de los derechos de los españoles.

Autor

Eugenio Fernández Barallobre
Eugenio Fernández Barallobre
José Eugenio Fernández Barallobre, español, nacido en La Coruña. Se formó en las filas de la Organización Juvenil Española, en la que se mantuvo hasta su pase a la Guardia de Franco. En 1973 fue elegido Consejero Local del Movimiento de La Coruña, por el tercio de cabezas de familia, y tras la legalización de los partidos políticos, militó en Falange Española y de las J.O.N.S.

Abandonó la actividad política para ingresar, en 1978, en el entonces Cuerpo General de Policía, recibiendo el despacho de Inspector del Cuerpo Superior de Policía en 1979, prestando servicios en la Policía Española hasta su pase a la situación de retirado.

Es Alférez R.H. del Cuerpo de Infantería de Marina y Diplomado en Criminología por la Universidad de Santiago de Compostela.Está en posesión de varias condecoraciones policiales, militares y civiles y de la "F" roja al mérito en el servicio de la Organización Juvenil Española.

Fundador de la Comisión Promotora de las Hogueras de San Juan de La Coruña, del Museo Policial de la J.S. de Policía de Galicia y de la Orden de la Placa y el Mérito de Estudios Históricos de la Policía Española.

Premio de narrativa "Fernando Arenas Quintela" 2022

Publicaciones:
"El Cuerpo de Seguridad en el reinado de Alfonso XIII. 1908-1931" (Fundación Policía Española)

"La uniformidad del Cuerpo de Seguridad en el reinado de Alfonso XIII 1887-1931 (LC Ediciones 2019)

"Catálogo del Museo Policial de La Coruña". Tres ediciones (2008, 2014 y 2022)

"Historia de la Policía Nacional" (La Esfera de los Libros 2021).

"El Cuerpo de la Policía Armada y de Tráfico 1941-1959" (SND Editores. Madrid 2022).

"Policía y ciudad. La Policía Gubernativa en La Coruña (1908-1931)" (en preparación).


Otras publicaciones:

"Tiempos de amor y muerte. El Infierno de Igueriben". LC Ediciones (2018)

"Historias de Marineda. Aquella Coruña que yo conocí". Publicaciones Librería Arenas (2019).

"El sueño de nuestra noche de San Juan. Historia de la Comisión Promotora de las Hogueras de San Juan de La Coruña". Asociación de Meigas (2019).

"Las Meigas. Leyendas y tradiciones de la noche de San Juan". Comisión Promotora de las Hogueras de San Juan de La Coruña (2011).

"Nuevas historias de Marineda. Mi Coruña en el recuerdo". Publicaciones Arenas (2022). Ganadora del premio de ensayo y narrativa "Fernando Arenas Quintela 2022".