21/11/2024 15:40
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El zar Sánchez Sanchina posee, de hecho, todos los atributos de la soberanía: poder legislativo, ejecutivo y judicial, jurisdicciones especiales, impuestos y regalías decretados a su voluntad, policía y ejército a su disposición, funcionarios y asesores de todo pelo nombrados por él, redes clientelares, lóbis y oenegés a su servicio. Si la monarquía republicana española del zar Sánchez difiere del absolutismo es por la mayor extensión de sus derechos.

En la práctica no existen leyes que puedan oponerse al arbitrio de este soberano fáctico de pantalones modelo pitillo, ni derechos propios del individuo ni de las instituciones, si él no lo consiente. De hecho, sólo él puede titularse majestad, y si así no lo hace es porque aún no le conviene. De hecho, mangonea a su antojo al teórico Rey, e incluso podría instituir notarios apostólicos y exhumar cadáveres bajo techo eclesial en todas las autonomías y en todas las poblaciones, si le apeteciera.

Como no se conforma con destruir sólo a la patria o a la familia, también a los más indefensos, a él le corresponde la conducción de los intereses generales de los nasciturus, y de los de la infancia, a la que ha puesto bajo la garra de los pedófilos, para que se refocilen en sus perversiones. Y a él le corresponde, cómo no, ser el generalísimo de la cruzada contra los fachas, los negacionistas, los conspiranoicos y todo hereje perteneciente a la «caverna crítica». Porque también se halla en camino de destruir la Historia.

Ha logrado actualizar la lucha de clases, a mayor gloria de su sucia ideología, pues él y los suyos, y sus antecesores, llevan décadas atizándola. El PSOE, devenido en esa mezcla explosiva de capitalsocialismo y socialcomunismo, ha sido, una vez más, generador de la misma: la media España de vagos y delincuentes contra la otra media del esfuerzo y del trabajo; la media España que depreda contra la media España que produce. Y tras esta lucha de clases aparece la figura del Estado zariano-sanchina como árbitro y señor.

Ahora, con gorgoritos de déspota que trata de maquillar el próximo pucherazo electoral, este ambicioso de alma lúgubre ha salido a la palestra para anunciar a la plebe la concesión de unas migajas socioeconómicas. Hincha las insignificancias, todas ellas engañosas, que generosamente dispensa, como si las entregara de su propio bolsillo, pero calla los tesoros que él y los suyos expolian diariamente a la ciudadanía, en provecho particular o de los numerosos enemigos de España que, como vampiros, han usado la nefanda Transición para succionar la riqueza de la patria, y con ella su preponderancia internacional.

Mientras que desde el estrado pregonaba dichas ridículas concesiones, el líder parecía estar allí condescendiendo, haciéndonos un favor. Este buen señor se ha instalado en el Olimpo y nos ve a todos como a enanos molestos. Sin fuelle moral, incapaz de transmitir coraje y entusiasmo a la buena gente, sólo sirve para recaudar un voto de confianza en su colectivo de subsidiados. Para proporcionarles argumentos justificativos del saqueo, gramáticas pardas y consignas para seguir resistiendo en el pillaje, y hacerlo permanente mientras España exista.

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El zar Sánchez Sanchina, un jefe Monipodio más de la ínclita escuela sevillana, no puede hacer otra cosa, debido a su odio por la abnegación y la excelencia, que colocar a la España patriótica y laborante frente a la patulea que pulula ociosa en esta neobarroca sociedad socialista: maleantes, okupas, asaltafronteras, pícaros declarados o encubiertos, criminales, lobistas, elegetebeis, truhanes visa-oro… todos aquellos que viven a la sopa boba y que cometen sus robos, mentiras, refriegas y jactancias en la impunidad del capitalsocialismo.

Al anunciar las miserias que concede -ocultando, insisto, los recursos nacionales que malversa y rapiña-, el tono paternalista y ufano de este narciso no sólo queda fuera de lugar en la actual situación, sino que abochorna a los ajenos. ¿Qué le complace tanto, teniendo la nación por los suelos como la tiene, salvo la seguridad de detentar -no ostentar- todo el poder por el mango? Él, como dios que es, propone, dispone y, si le da la gana, se pone en situación de gripe o se acerca con su Falcon para disfrutar de cualquier espectáculo que le mole.

El caso, amables lectores, es que esta actitud sanchina no es sino la consecuencia de que el poder socialista lleva casi cincuenta años reunido; ni más ni menos que desde que es poder. Iba a representar una España abierta, popular, próxima, universalmente respetable, como si la España del período franquista no lo fuera previamente, pero sus líderes y sus segundones permanecen ya mucho tiempo reunidos consigo mismos y con la plutocracia, es decir, con la grandeza financiera y con la biútiful, y no han tenido ocasión de realizar su solidario programa ni de mostrar un solo minuto de su pregonada honradez.

Y el caso, amables lectores, es que no podemos olvidarnos de los millones de votos comprados a los clientes que, a estos faraones socialistas de hogaño, que son los líderes obreros de antaño, les parecen ya el homenaje natural de lo más deleznable del pueblo. Ese pueblo detestable que sigue dispuesto a ocultar los crímenes de sus ídolos, socapa abigarrada de sobredorados ornamentos y de engrasado agitprop. Dispuesto a soslayar, así mismo, el contubernio que sus líderes socialistas mantienen con las oligarquías financieras globalistas, ese «capitalismo popular» que no les parece contradictorio, sino afinidad justa, racional y congruente.

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Los amos mandan y los socialistas les sirven. Toda alianza es lógica si contribuye al mismo fin. Y el objetivo de ambos es destruir a la humanidad, España mediante. Esta doctrina del Imperio Profundo responde a sentimientos e intereses vivos, y nadie es capaz de atacarla con la fuerza necesaria. Pero, de hecho, ideas, intereses y sentimientos cambian a lo largo de la historia sin que los interesados se den cuenta siempre.

Dicha concepción de un Imperio de agendas, irrespetuoso con los individuos y con las diversas naciones e instrumento de desunión entre pueblos hermanos o de similar civilización, se confunde con la de un Mundo Feliz, en la idea hegemónica de una plutocracia omnipotente y depredadora que absorbe y asimila sin cesar conceptos, doctrinas, pueblos y territorios varios, a quienes obliga a someterse a su voluntad.

Y de la mano del más alto poder, como le agrada ir siempre, el PSOE y sus líderes gustan aducir que la soberanía está en el pueblo. No obstante, cuando los votos de ese pueblo les abandonan y dejan de ampararles, rompen las urnas e incendian la calle, en nombre, claro, de la democracia. Pero la convivencia, la democracia y, sobre todo, la buena voluntad, no empiezan ni acaban en los votos, y menos si están trampeados, algo que es habitual con los socialistas, sino en el uso que se hace, no de ellos, sino, más allá, de la verdad, de la razón y de la prudencia.

De momento, el zar Sánchez Sanchina ha echado unas migajas a la plebe para que siga silenciosa y subyugada. Él, entre tanto, sigue en lo más alto, impávido en su impunidad. ¿Y la plebe? ¿Cómo está? A usted, que la trata día a día, le dejo el juicio, amable lector.

Autor

Jesús Aguilar Marina
Jesús Aguilar Marina
Madrid (1945) Poeta, crítico, articulista y narrador, ha obtenido con sus libros numerosos premios de poesía de alcance internacional y ha sido incluido en varias antologías. Sus colaboraciones periodísticas, poéticas y críticas se han dispersado por diversas publicaciones de España y América.
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