17/05/2024 03:41

Falta un escaso mes para la Navidad y el 28 de Diciembre: España no está para bromas. Y no porque carezcamos de sentido del humor; de hecho, si no fuese por este don divino que mitiga los esfuerzos de diario por sobrevivir en un orbe desatado de inconsciencia, mal y estupidez, y el dolor que provocan, el mundo sería absolutamente insoportable. La mala broma es permanente desde que un impresentable Pedro Sánchez llegó con trampas al desgobierno de España que ha transformado en un circo de trapisondas deleznables convertidas en seguras criminalidades encubiertas, subyugando un país otrora maravilloso y sí, paradigmático, a pesar de sus defectos de forma y de fondo; a pesar de sus criticables deficiencias y de sus imperecederas lacras que, arrastradas históricamente, suponen la herencia de la que se alimenta, y devora, hacia los nuevos destinos que durante más de 40 años fueron democráticos, para encaminarse ahora hacia la incertidumbre provocada por unos zafios y malintencionados politicastros, con el sátrapa de La Moncloa encabezando una mafia institucional a la que no son desafectos los sicarios que antes se denominaban garantes del Orden Público.

España no está para guasas salvo para los cientos de miles de carroñeros invitados al banquete propiciado por el malgasto público, el saqueo de las arcas del Estado que alimenta a una comparsa innúmera y parasitaria a costa de la vida de millones de ciudadanos que asisten estupefactos a la continuidad de la estafa sanchista, por medio de fraude electoral que, aunque parezca una broma de mal gusto, se ha convertido en el modus operandi de un gran engaño que facilita, con el control artificioso de las urnas y la compra por prevaricación de los votos, la permanencia de una minoritaria panda de forajidos dispuestos a destruir nuestra sociedad integrada y despedazar España sin otra legitimidad que la impunidad por la intervención totalitaria del Estado de Derecho. ¿Qué maldita broma es esta?

En un mundo donde los honrados están en evidente desventaja, en una España donde Satanás ha concentrado sus aspiraciones por medio de un elemento que reúne virtudes malévolas e indiferentes al sufrimiento ajeno, con extraño sentir sectario, no vivimos tiempos para rememorar la normalidad de otras décadas cuando a pesar de tantos desastres y tragedias la existencia parecía algo ordenada y los Derechos elementales prevalecían en el escaparate de este Constitución: la deficitaria que hoy se nos rompe en pedazos de tanto adornarse de artificios e ilusiones diluidas ante un público desencantado. Padecemos a un grupúsculo de íncubos con apariencia homínida. Monstruos del averno que ya tuvieron su gran oportunidad durante la pandemia para aplicar una eutanasia encubierta que masacró a propósito, protocolariamente, a decenas de miles de ancianos representativos de una generación de constructores que no era conveniente para el cambio ideológico que se pretendió desde el primer momento, desembocando en una España desestructurada por un plan de ingeniería social que no fue espontáneo ni causal. Las cifras de España, muy diferentes a las del resto de Europa, fueron orquestadas por una planificación criminal con origen en La Moncloa. No olvidamos así pasen los años. Sánchez ya tiene su propio año de celebración de matanzas: el 2020.

28 de diciembre, ni otro día, ESPAÑA no está para celebrar bromas ni para reír las gracias de un maniaco cuyo postrero destino es el Infierno. Se revolverá en la tumba, con el espíritu rumbo a las abisales entrañas del averno. Pero celebraremos la Navidad. En tanto, sobre esta tierra nuestra que apesta a su azufre, continúa la resistencia contra el mal impuesto, aunque los hijos de Satanás prohíban rezar el Rosario. El día que desaparezca Sánchez y toda la barredura que secunda sus malicias demenciales, España esbozará una sonrisa sincera de alivio y compensación.

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Editor ÑTV ESPAÑA
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