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Los Templarios fueron reclutados por los hebreos para llevar a cabo su plan de infiltración dentro del Cristianismo, mandando como carne de cañón a cristianos, con el supuesto fin de limpiar Tierra Santa de musulmanes. Es cierto que los descendientes de los judios (sacerdotes) expulsados de Jerusalén por Herodes Agripa 2, se habían trasladado a Europa después de la primera guerra judeo-romana (año 70) en la que los romanos (el general Tito) destruyeron el Segundo Templo.​ Aquello marcó el inicio del «Exilio Edom». En tiempos del rey Salomón, existía ya un sacerdocio hereditario en Jerusalén y los sucesores: precisamente 9 caballeros templarios regresaron a su ciudad perdida un milenio después (en 1099) para recuperar los manuscritos sagrados hebraicos que habían enterrado sus ancestros antes de la destrucción del templo. Esteban Harding (abad de la Orden Cistercience de Cîteaux) encargó a sus monjes la tarea de descifrar estos textos con la ayuda de los sabios rabinos de la Alta Borgoña.

De hecho, los templarios tenían entre ellos parentesco de consanguinidad: el caballero Hugo de Payens fue pariente del Conde de Champagne. Bernardo de Claraval fue sobrino de André de Montbard (quinto Gran Maestre de la Orden). Línea de sangre de la tribu israeli de Dan cautelosamente camuflada dentro de la nobleza merovingia (428-751) que, de hecho, nunca se extinguió. El merovingio Dagoberto 2 se casó con Gisela de Rhedae, princesa visigoda y, en 676 nacio Sigisberto IV “el Plant Ard”(brote ardiente de la vid merovingia) quien sobrevivió a un intento de asesinato y se mantuvo oculto, hasta hoy.

El Temple desarrolló considerable autoridad: a los pocos años, la Orden benedictina del Císter (1098) resultó ser tan poderosa y acaudalada como la orden benedictina cluniacense que, de igual manera, se había pretendido reformar mediante la pobreza en 910. Perseguía secretos milenarios como el paradero del arca de la alianza. De hecho, las principales catedrales góticas tienen como elemento iconográfico dominante el Arca de la Alianza (Antiguo Testamento) y no muestran ni una sola escena de Cristo crucificado. Los templarios fueron el origen de la aparición repentina del arte gótico en 1130 en Francia, con construcciones inusitadas para un tiempo en que la arquitectura se reducía al tosco y monolítico arte románico. Depositarios de una tradición oculta, con sus capiteles y gárgolas, con la altura de sus agujas y campanarios, desvelaban saberes antiquísimos heredados del Templo de Salomón e incluso de Moisés (XIII a.C), quien sin duda estaba formado en las técnicas constructivas del antiguo Egipto. La iglesia de Saint-Merry en París contiene expresiones iniciáticas ritualisticas. En el pórtico, se encuentra la representación más clara que conocemos del Baphomet.

Los Caballeros, gracias al apoyo del rey de Jerusalén (Balduino 2) establecieron su cuartel general debajo de la mezquita de Al Aqsa, donde se encontraba el “Templo Salomonis” y la “vajilla sagrada” de Salomón, que debía estar enterrada allí desde el siglo IX a.C. Perseguían fines arqueológicos y excavaron en las ruinas en cuyas paredes subterráneas estarían inscritas las genealogías de los sumos sacerdotes, cuyo linaje se remontaba a Aarón (hermano mayor de Moises), rescatando patrones y medidas propias de la geometría sagrada hermética empleada para el Templo y que Bernardo de Claraval logro descifrar.

Los templarios bebieron de este conocimiento previamente recopilado en las logias benedictinas por monjes como San Beda “el venerable” en 700.

Casi treinta años antes de su entrada triunfal en Jerusalén en 1099, Godofredo de Bouillon: duque de Lorena, había cedido los terrenos de Orval a un misterioso grupo de monjes calabreses, de los que formaba parte Pedro de Amiens, “El Ermitaño” predicador francés que instigó el comportamiento violento de los cruzados. Estos monjes habían sido los fundadores de la misteriosa Orden de “Nuestra Señora del Monte Sión”(Priorato de Sion) en Jerusalén y propusieron a Godofredo como rey. De Orval emanaron las principales profecías que anunciaban la llegada del Gran Monarca (Mesías judio) y allí pasaron enigmáticas temporadas personajes como San Malaquías y Nostradamus. Este lugar está situado muy cerca del lugar donde, cinco siglos antes, había sido asesinado Dagoberto II, el último rey merovingio cuyo santuario quiso recuperar su descendiente Godefredo de Bouillon (1093) y cuyo cráneo fue a parar en Orval en 1591.

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Los Templarios poseían más tierras y siervos que el propio Rey y se adueñaron además de los castillos del “Camino de santiago”. Auténtico estado dentro del estado cuya propiedad estaba totalmente eximida de impuestos, se convirtieron en el primer banco internacional de la historia. Inventaron lo que actualmente conocemos como cheques que solo podían ser descifrados por los miembros de la orden. En 1139, el papa Inocencio III les concedió unos privilegios exorbitantes, haciéndoles independientes hasta de la propia Iglesia : se les permitió tener sus propios capellanes y sacerdotes, construir fortalezas e iglesias propias, dejándolos operar libremente en toda la Cristiandad. Otra bula papal (1163) les otorgó la capacidad de conservar íntegros los botines capturados a los sarracenos.

Por añadidura, su contacto con sociedades herméticas: hebreas (cabalistas) e islamistas (con sufíes y hashashins) confirmó el ecumenismo universalista de estos monjes guerreros. La orden de los hashashins tenía un gran maestre: el “Viejo de la Montaña”, que los dirigía desde un lugar secreto y que, al igual que el mayor jerarca del Temple, estaba en contacto con los monarcas de Oriente y de Occidente.  Bernardo de Claraval recurrio a la idea de guerra santa y del premio final: el paraíso, a semejanza del concepto musulmán que maneja la Yihad.

Se relacionaron asimismo con movimientos mágicos (hechiceros alquímicos del Antiguo Egipto), celtas (druidas), gnósticos (apoyando a Cátaros) para plasmar su idea del retorno a una religión sinárquica única. Pertenecían por lo tanto a una orden tanto pre-cristiana como anti-cristiana. En la misa, los capellanes no consagraban la hostia, convirtiéndola en una ceremonia pagana. Existía una ceremonia ritual secreta durante la cual el postulante era invitado a escupir sobre la cruz, a renegar de Cristo bajo amenaza de muerte, a adorar a Baphomet y al mismo diablo que recibían en sus celdas, además de proceder a ritos de iniciacion homosexual: besos en los labios del gran Maestre, besos impuros en sus zonas más íntimas.

Para más inri, la orden del Temple visitó América tres siglos antes de Cristóbal Colón, alrededor de 1200, extrayendo la plata (más valiosa que el oro) para sus monedas que acunaban con el sello» Secretum templi»o «Sigillum templi». Esclavizaban a los originarios del lugar utilizándolos como mineros o los mataban, de allí el origen de la leyenda negra. La flota templaria salía desde el puerto fortificado de La Rochelle en la costa atlántica francesa (cuando en el siglo XIII, el mar comercial por excelencia era el Mediterráneo) hacia Brasil, Paraguay, Perú y las minas de plata de la actual Bolivia o del Yucatán. En ídolos de culturas precolombinas, se encontraron cruces pattée grabadas, e incluso monolitos de piedra como “El Monje», idéntico a los apóstoles de la portada gótica de Amiens. Cristóbal Colón, financiado por la nobleza negra italiana (los Medici) fue utilizado luego para hacer el descubrimiento oficial. Consultó los archivos náuticos templarios que se encontraban guardados en la cripto-judía orden de Calatrava.

Finalmente, Felipe IV de Francia y el papa Clemente V disolvieron formalmente la orden. El golpe mortal se produjo el 18 de marzo de 1314, cuando el último maestre: Jacques de Molay fue quemado en la hoguera. De hecho, cuando murió Luis 16 durante la revolución francesa, un masón saltó sobre el cadalso, hundió su mano en la sangre, salpicó con ella a la multitud y gritó: «¡Jacques de Molay, estás vengado!».

La orden del Temple fue la excusa tras la que se parapetaron las actividades de sociedades secretas de los siglos XII-XIII, y de cuyas fuentes bebieron las órdenes rosacruces y francmasónicas en el siglo 18. Los templarios que lograron escapar se refugiaron en Escocia, apoyando a los nacionalistas escoceses (liderados por Robert Bruce) en su guerra contra los ingleses (Eduardo II, yerno de Felipe el Hermoso). Ahí continuaron sus acciones con la creación del rito escocés de la masonería cuya sede fue la capilla Rosslyn erigida sin baptisterio ni altar, que reproducía las estructuras del Templo de Salomón. Funcionaba como un “potente condensador de energías celestes y telúricas”, que tenía que permitir la llegada del Imperator Mundi (Anticristo). La Orden templaria continuó su soterrada labor mediante el concurso de cofradías militares: Calatrava, Alcántara, Santiago y la portuguesa Orden de Cristo. Donó sus riquezas a los Hospitalarios de San Juan y al reino Aragón-Cataluña mediante la creación de la Orden de Montesa. Una pequeña cantidad de templarios fueron permitidos por el Papa a permanecer en Aragón en tierras de los Borgia.

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En 1408, el rey Segismundo fundó la más célebre hermandad militar húngara: la Orden del Dragón que lleva la misma cruz que los templarios.

En cuanto a la guerra de los 100 años entre Francia e Inglaterra (1337-1453) fue en realidad una pelea de sucesión entre dos ramas de una misma familia:

Juana de Arco fue a explicar a Charles 7 que ella era la hija bastarda de la reina de Francia Isabeau de Bavière y que él era el hijo legítimo (Juana era su media hermana). Charles 7 no fue descendiente de Felipe el Hermoso pero el rey de Inglaterra si y tuvo que cargar con la maldición templaria. Lo que presupone la implicación y financiación de Juana por la Orden Templaria. Ella llevaba la cruz de Lorena en su estandarte, que es idéntica a la vera cruz templaria. Ejércitos escoceses enarbolando la cruz templaria, combatieron al lado de ella con mejores técnicas que las de la caballería francesa. Descendiente de la línea merovingia por su madre Isabeau y su abuela Taddea Visconti de Milán, en realidad no murió en Rouen y vivió con su marido “Robert des Armoises”, señor local hasta su muerte alrededor de los 40 años. Siguió guerreando hasta 1439, con la ayuda del mariscal Gilles de Rais, peligroso pedófilo y asesino en serie de decenas de niños que tanto la admiraba. De sangre real, no la podían quemar y usaron para fingir su muerte a otra prisionera.

En cuanto a Ignacio de Loyola, en 1527 logró escapar de la persecución de la

La Inquisición, con la ayuda del papa Pablo III (de la familia Farnese). Íñigo López de Regalde estaba sospechado de alumbradismo y erasmismo. Fue en realidad un agente, encargado por el cardenal Alessandro Farnese de crear la orden militar que continuaría con la labor de los Templarios. El punto de partida de la presencia ignaciana en Catalunya fue la abadía de Montserrat donde se alojó en 1522. La Compañía de Jesús empezó con 9 compañeros, recordando a los 9 caballeros del Temple, como milicia que llevaría al control absoluto de una Iglesia Mundial. La financiación provino de Francisco de Borja (bisnieto del papa Alejandro VI) que se convirtió en el tercer General Superior de la Compañía. Donde hubo un santuario a la Madre Tierra en Monserrat, se instaló una virgen negra: “La Moreneta” que, vinculada con los templarios, representa a diosas paganas antiguas: Isis, Astarté, Cibeles o la «Reina del Cielo», como la llamaba Bernardo de Claraval. Camuflaron a la diosa madre bajo esta imagen, asociándola a María Magdalena.

Hoy día, la misma universidad jesuita de Georgetown donde se gobierna realmente USA es un estado aparte con leyes aparte.

En cuanto al acontecimiento de Rennes-le-Château, cuando el abad Bérenger Saunière encontró en 1885, pergaminos relacionados con la misma genealogía de la rama salomónica merovingia, siendo financiado por los Habsburgos y por María Teresa de Austria, se empezó a rodear de pavos reales y monos como lo hizo el rey Salomón en su época.

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

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