21/11/2024 10:17
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El pasado día 24 de abril pasará a la reciente historia de España como una de las fechas más negras y vergonzosas. Que después de haber transcurrido más de 86 años desde que José Antonio Primo Rivera fuese fusilado, por orden del Gobierno del Frente Popular (lo del juicio en el que fue condenado no fue más que una trágica farsa), y después de llevar enterrado 64 años en la Basílica del Valle de los Caídos, haya sido ignominiosamente profanada su tumba por el actual Gobierno frentepopulista, heredero ideológico del que ordenó su asesinato es algo que clama al cielo, una cobarde y asquerosa venganza contra un español ejemplar, que luchó denodadamente para que España fuese para los españoles una Patria regida por la Justicia, y en la que no faltase a nadie el pan y la cultura.

Esa venganza, promovida por el okupa de la Moncloa, apedillado Sánchez por más señas, y gran aficionado a la profanación de las tumbas de personajes históricos, no va a impedir que el nombre de José Antonio Primo de Rivera figure de forma permanente, con letras de oro, en la historia de España. Justo lo contrario del oprobio que va a seguirle como su sombra a ese siniestro personaje, que se ha convertido por méritos propios en uno de los presidentes de España más indignos, canallescos y criminales de todos los tiempos, en dura competencia con su predecesor, el nefasto Rodríguez Zapatero.

Aunque la satánica fechoría perpertrada nuevamente por el Gobierno de delincuentes que padecemos nos duele profundamente a muchos españoles, sean o no falangistas, por su maldad intrínseca y su repulsiva cobardía, no podemos por ello caer en el desánimo, ni ser presa de la desesperación. Me lleva a esa reflexión el hecho de que un numeroso grupo de españoles, entre los cuales tuve el honor de encontrarme, permanecimos a las puertas del Cementerio Sacramental de San Isidro durante horas, a la espera de la llegada del Jefe, a pesar de organizarse un considerable dispositivo policial abusivo y hostil para los allí congregados.

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Si bien es cierto que no pudirmos entrar en el camposanto, al impedírnoslo los numerosos policías antidisturbios, que cargaron violentamente como auténticos mercenarios uniformados, contra los falangistas allí reunidos , sin embargo no consiguieron, ni conseguirán nunca que dejemos de perseverar en nuestros ideales, contra viento y marea. Buena prueba de ello fue que durante la dura refriega policial entonamos los allí presentes, con más emoción que nunca, nuestro hermoso himno de amor y de guerra, el “Cara al Sol”. Se cumplió así, una vez más,  aquello de ser inasequibles al desaliento, aunque a algunos camaradas, como el valeroso Martín Sáenz de Ynestrillas, les costase ser detenidos, tan injusta como arbitrariamente.

Y si esa mañana del día 24 de abril no pudo ser, ¡vive Dios! que será otro día cuando los falangistas y cualquier otro español de bien rindamos el homenaje debido a José Antonio Primo de Rivera, con el compromiso de defender hasta el final, como él  y otros muchos miles de camaradas hicieron, el sagrado ideal de la Patria, en la que la justicia y el pan estén al alcance de todos los españoles. Así podremos decir con orgullo, de nuevo, como en aquel lejano 29 de octubre de 1933 en el Teatro de la Comedia, que la bandera está alzada.   

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REDACCIÓN
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Antón

La presencia de falangistas, mínima.
Y es triste decirlo.
¿O es que en España lo que había eran muchos franquistas, pero poco falangistas, de verdad…?

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