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Esta es la decimocuarta parte del repaso al libro Mis recuerdos, de Largo Caballero. Las partes anteriores están aquí.
Carta decimoséptima: Al servicio de los comunistas
Largo Caballero vuelve a su sindicato -del que nunca debió salir-, pero no acabarían ahí sus cuitas:
Vuelvo otra vez a la Secretaría de la Unión General de Trabajadores, donde estoy en mi ambiente, en comunicación constante con los de mi clase, con lo sano, lo puro de la sociedad; con los que también se equivocan, pero procediendo de buena fe.
…
Ahora mi preocupación es: ¿Cuál será la suerte de España? ¿Qué van a hacer con España esos hombres sin escrúpulos, sin conciencia, en los que no preside otra idea que la del poder mismo; que no les guía otro sentimiento que el del rencor, el odio, el espíritu de venganza contra todos los que le salen al paso en sus trapacerías, aunque se trate de hombres a quienes han llamado compañeros y amigos? ¡Pobre España! ¡Tu suerte está en manos de la ambición, de la deslealtad, de la traición, y por ello vislumbro tu ruina material y moral! Esto es el soliloquio que mantengo en los momentos de soledad.
Le faltó concluir lo obvio: menos mal que perdieron los nuestros…
Una anécdota sobre el vividor Negrín:
Querido amigo: Al transferirme el Poder el señor Giral me hice cargo del Presupuesto en el que había un concepto denominado: «Gastos reservados… 4 000 000 de pesetas». El Ministro podía hacer uso de esa cantidad sin obligación de justificar su inversión, Giral, en dos meses y medio no utilizó ni una sola peseta de esa partida. En ocho meses y diez días que yo estuve en la Presidencia tampoco gasté un céntimo. Los cuatro millones de pesetas le fueron entregados íntegros al señor Negrín, con no poca sorpresa de éste. Resuelta la crisis de mayo, la prensa en general se dedicó a jalear al Presidente del Consejo. Éste invitaba a periodistas españoles y extranjeros a comidas íntimas, en las que se brindaba con champán por el triunfo de la República.
Le quitan los dos periódicos que le quedaban a Caballero, para callarlo
En las redacciones de los periódicos «Adelante» y «La Correspondencia» se presentaron los carabineros mandados por Enrique Puente, acompañados del nuevo Director, nombrado por la Ejecutiva del Partido Socialista y requirieron a su propietario para que entregara dichas redacciones, amenazando, en caso contrario, con tomarlas por la fuerza. Carlos de Baraibar requirió un Notario que levantó Acta del atropello.
Una curiosidad:
No han organizado los campos de concentración, pero Prieto organizó el S.I.M. (Servicio de Investigación Militar); organismo que no quise yo constituir a pesar de los requerimientos de que fui objeto; organismo que sirvió para todo menos para información militar, y que ha desprestigiado a la República en el extranjero.
En realidad, aquella república también tuvo sus campos de concentración.
Hasta le prohíben hablar en público:
Por tal razón adquirí compromisos para hablar en Valencia, Barcelona, Alicante, Albacete, Murcia y algunas otras localidades. … el viernes se publicó la noticia de que el Gobierno había prohibido dichos mítines. El juego, por burdo, era claro. Sentando ese precedente, se iba a impedir que yo continuase hablando en público. La convocatoria de los mítines de los pueblos era una estratagema para justificar la prohibición de mis conferencias.
…
En la mañana del domingo salimos en automóvil varios diputados, entre los que recuerdo a Llopis, Araquistain y Carrillo. A un kilómetro de distancia de Valencia nos salieron al paso en la carretera bastantes guardias de Asalto, cuyo jefe nos pidió la documentación. Todos presentamos nuestros carnets de diputados. Al devolverlos se dirigió a mí diciendo: «Señor Largo Caballero, tengo orden del Gobierno de comunicarle que no puede salir de Valencia». Pregunté si la orden era verbal o escrita, y me respondió que verbal. «Pues yo no puedo obedecer órdenes verbales de esa naturaleza. ¡Adelante!», dije. «Los coches no pueden continuar», dijo el oficial. «¡Pues a pie!», repliqué, y apeándonos de los coches seguimos carretera adelante.
Hay más detalles sobre el asunto aquí: Largo Caballero, El tesón y la quimera, de Julio Aróstegui – Últimos meses en España.
Carta decimoctava: El gobierno Negrín-Prieto
Naturalmente, Largo caballero lo critica amargamente:
El Ministro de Defensa Nacional realizó ofensivas que más parecían perseguir efectos morales para distraer a la opinión, que interés por ganar la guerra o, al menos, posiciones; así sucedió con la toma de Teruel … Lo mismo aconteció en la ofensiva de La Granja, posición inferior a la del Puerto Alto de las dos Castillas que estaba en nuestro poder. También allí se sacrificaron vidas sin objetivo bien determinado.
…
De otra parte, en las esferas gubernamentales todo eran intrigas y zancadillas. Prieto creyó manejar a Negrín a su antojo, y se equivocó, porque Negrín era prisionero del Partido Comunista. Éste pensó que Prieto se le sometería como Negrín, porque gracias a él era Ministro de Defensa Nacional; pero Prieto no se somete a nadie; por el contrario, su deseo es que todos se sometan a él. Su propia sombra le estorba. No se entendían. La traición de mayo del 37 no les sirvió de provecho. Se devoraban entre sí, mientras los milicianos perdían su vida en defensa de la libertad y la independencia.
Se desencadena el enfrentamiento en el gobierno que acabará con Prieto. Detrás de todo están los manejos del PCE, la mano alargada de Stalin:
A los amigos nos pareció que no convenía permitir que los comunistas triunfasen en esa maniobra y que debíamos ayudar a Prieto antes de que aquellos ganasen la partida. Tanto a Prieto como al Presidente de la República señor Azaña, se les informó en detalle de lo que se tramaba. Pero éste último carecía de energías para resolver por sí los problemas difíciles con la resolución y rapidez que exigían
…
Los representantes de los partidos se inclinaron del lado de Negrín y de los comunistas. El más decidido contra Prieto fue González Peña, Presidente del Partido y de la Unión y Ministro de Justicia gracias a su protector Indalecio, ahora traicionado.
…
Prieto se enteró y dio orden de poner a mi disposición un avión para la ida y la vuelta. Salí aquel mismo día, y al siguiente estaba de regreso en Barcelona con mis hijas. No sería noble silenciar este rasgo de Prieto, y seguramente ésta sería la última orden que dio como Ministro. Este favor que siempre he recordado y agradecido, puede absolverle de todas las malas acciones que ha realizado contra mí, y tal absolución nunca me pesará. Pero de lo que no podrá ser absuelto jamás, es del mal que ha ocasionado al Partido Socialista, a la Unión General y a España.
El desbarajuste monetario de la república frentepopulista:
Mi ocupación era asistir a las reuniones del Consejo del Banco de España, trasladado a Barcelona. … Gracias al Gobernador del Banco, señor Nicolau D’Olwer, que demostró que a la Institución Cesáreo del Cerro no se la podía dejar sin representación en el Consejo, pude tomar posesión.
…
… la circulación del papel moneda; ascendía a más de doscientos por ciento de lo legal, pero era consecuencia inevitable de la guerra. En el Consejo me encontré con un comunista que decía ser representante del personal. A mí no me parecía mal que el personal tuviera un representante en el Consejo, pero la Ley del Banco no lo autorizaba, y Negrín no se opuso como lo hizo conmigo aunque ostentaba un derecho indiscutible. El dato es interesante.
Agonía de la república
La nueva huida del gobierno, después de Madrid y Valencia, Barcelona, y está vez es una desbandada en plan sálvese quien pueda:
Es bien doloroso confesar que la guerra iba de mal en peor para la República. Los bombardeos de Barcelona eran incesantes de día y de noche. La ofensiva del Ebro había fracasado, a pesar de los esfuerzos de los milicianos, y aunque los partes oficiales querían disimular el peligro todos sabíamos que los falangistas se dirigían rápidamente a Barcelona…
… a los pocos días las Ejecutivas del Partido y la Unión abandonaron Barcelona sin aviso alguno, dejando que cada cual evacuara como pudiese. Yo salí con mis hijas para Bañolas, y allí nos reunimos las familias Araquistain, De Francisco, Menéndez y Llopis, que pudieron salir de Barcelona gracias al auxilio que les prestó el Jefe de Sanidad Militar, compañero Arín.
Fue un sálvese quien pueda, porque le estuvieron diciendo a la población hasta el ultimo día que resistiera.
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