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Hace unas semanas escribí un articulo sobre las matanzas de italianos perpetradas por los partisanos comunistas yugoslavos durante y después de la segunda guerra mundial, conocidas colectivamente como la masacre de las foibe. El artículo me llevo a indagar sobre los crímenes cometidos por los comunistas de Tito contra sus oponentes en la guerra al acabar la contienda, sobre todo croatas y eslovenos. Sabía que habían cometido asesinatos en masa, pero no a semejante escala. Su magnitud y crueldad me llevo a ponerme en contacto con el historiador esloveno Roman Leljak, el primero en revelar estos crímenes en 1989. Sus documentales y libros arrojan luz sobre uno de los genocidios comunistas más atroces y menos conocido. Así fue como conocí la historia de Ivanka Škrabec, su asesinato y la carta que escribió a su hijo no nacido.
Ivanka Škrabec nació en 1915 en el pueblo de Hrovači, cerca de la ciudad de Ribnica. Su padre, Janez Škrabec, era sobrino de Stanislav Škrabec, un monje franciscano considerado el principal lingüista esloveno del siglo XIX. Mujer de firmes convicciones católicas, compaginaba su trabajo como maestra con las actividades en sociedades educativas y religiosas. En otoño de 1939, Ivanka comenzó a trabajar como maestra en el pueblo de Sodražica. Dos años después, en diciembre de 1941, contraía matrimonio con Franc Novak, intelectual católico y profesor de química.
El 28 de mayo de 1942, los italianos se retiraron de Sodražica y los partisanos liderados por Stanko Semic (primer esloveno en recibir la Orden de Héroe Nacional) ocuparon el pueblo. Ivanka, que estaba embarazada de seis meses, fue arrestada esa misma noche. Al día siguiente la golpearon brutalmente y la llevaron ceremoniosamente a la plaza del pueblo en donde fue interrogada frente a sus vecinos. Los comisarios la reprendieron por enseñar a sus alumnos que la guerra era mala y la acusaron de no expresar su apoyo al movimiento comunista. Le dijeron que uno de sus delitos era que su marido había sido reclutado en la Guardia Nacional Eslovena y por tanto era un enemigo de la revolución. Su marido estaba condenado a muerte y había una recompensa de 5.000 liras italianas por su cabeza. Después del interrogatorio y la humillación pública, Ivanka fue puesta bajo arresto domiciliario y apostaron guardias alrededor de la casa.
El 3 de junio, varios partisanos llegaron a la casa de Ivanka. La golpearon con tanta fuerza que su sangre salpicó las paredes. Después la arrastraron, ensangrentada y magullada, hasta un claro en el bosque. Le dieron una pala y le ordenaron que cavara su propia tumba. Les rogó que la dejaran vivir hasta que naciera su bebé. Sus torturadores ignoraron sus súplicas, le dijeron que se callara, que dejara de llorar y siguiera cavando. Después la estrangularon. Fue un acto de puro sadismo. Los asesinos arrojaron a Ivanka al hoyo, colocaron su abrigo sobre su cadáver y volvieron a taparlo con la tierra removida.
Su cadáver fue encontrado por los lugareños el 4 de agosto. En el bolsillo del pecho de su blusa se encontró una pluma y una carta medio destrozada. Ivanka, sabiendo que los partisanos iban a matarla, había escrito esa carta a su bebé no nacido. La carta, preciosa pero terriblemente triste, revela su amor por su hijo no nacido y su angustia al saber que iba a ser asesinado.
En unas horas terminará mi vida. ¡Oh, Dios mío! Sabes que muero inocente, como tu Hijo.
Mi niño, mi dulce ángel. ¡Cuánto anhelo ver tu rostro, adornado con una sonrisa, animándome y quitándome todas las preocupaciones! ¡Oh, hijo mío, mi dulce flor blanca! No viviré para ver tus pequeñas manos blancas. No viviré para sentir tu tierno abrazo. Nunca te acercaré a mi pecho, te dejaré sentir los latidos de mi corazón, aunque estés tan cerca, tan cerca de mí. ¡Nunca, mi dulce niño! Allá abajo, en las garras del bosque oscuro, descansaremos. Las flores de primavera adornarán nuestro hogar eterno.
Mis labios nunca te cantarán una dulce canción de cuna. Seré tu cuna, tu cama, pero fría y dura. Las ramas sobre nosotros te cantarán una canción de cuna. ¡Duerme ahora, duerme bien hijo mío! Estás cerca de mi corazón amoroso, siempre amoroso. Te amo mucho, pero estoy indefensa, no puedo salvarte de la muerte, hijo mío, no puedo salvarte. ¡Duerme bien ahora mi ángel! No puedes conocer el horror de lo que nos espera. Moriremos juntos, estaré en tus pensamientos cuando llegue el momento para calmarte. Y entonces cesará nuestro dolor y sufrimiento, acabará nuestra lucha. Viajaremos juntos hacia Dios. Cuando te sentí por primera vez sentí tu malestar. Soñé con llevarte a la presencia de Dios por primera vez, soñé con tu cabecita mojada con agua bautismal. Pero ahora, dulce niño, mi sangre correrá por tu frente. Con la sangre de tu madre, palpitante de amor, serás bautizado. Te vi inclinarte ante Cristo en la Eucaristía. Mi cuerpo pronto será un copón. Tú, hijo mío, serás su huésped. Una mano amorosa te sacará del copón y te incrustará en su sagrado corazón …
Entonces, hijo mío, te veré por primera vez. ¡Mi dulce ángel! Allí veré tu rostro. Allí verás a tu madre por primera vez y aprenderás tu primera palabra: “¡Mamá!”
Cuatro días después, Ivanka fue enterrada en su pueblo, Hrovači.
Leljak cree que esta carta tiene el poder de curar los corazones de aquellos que están enfermos de odio. Ojalá fuera así, pero hay demasiadas personas que tienen un corazón de piedra. Hay demasiados miserables que justifican toda clase de crímenes en nombre de un pueblo, la fraternidad universal o una religión de paz. Demasiados cobardes dispuestos a profanar las tumbas de las víctimas porque “eran del otro bando”. No obstante, eso solo debe darnos más fuerza para combatir ese mal. La historia de Ivanka y la carta de amor por su hijo no nacido es algo que todos debemos conocer.
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