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Recuerdo cómo me impresionaron unas palabras de F. Trias de Bes, en su libro El hombre que cambió su casa por un tulipán, en el que analiza las burbujas más irracionales de la Historia. En la última página del libro, dice: «Pasarán los años. Unas generaciones sustituirán a otras… Poco a poco, la gente olvidará. Por desgracia, la gente siempre olvida». Tito Berni ya está olvidado y los ERES andaluces son prehistoria… pero Franco está presente.
Según el autor, en un indeterminado futuro, los humanos volveremos a repetir las mismas- o parecidas- idioteces. En este caso, las dañinas burbujas. En España, sufrimos una burbuja inmobiliaria, cuyas perjudiciales consecuencias se hicieron sentir desde 2007 hasta 2017. Aproximadamente.
Supondré que hay tipos de olvido. Uno de ellos es consecuencia de fuertes golpes, o lesiones, en la cabeza; por el inadecuado desarrollo de las estructuras cerebrales (sistema límbico) que regulan nuestras respuestas al entorno; por tomar sustancias psicotrópicas, etcétera.
También hay diversas teorías sobre el olvido. Pero aquí me interesa hablar de olvidos y sufrimientos que todos, o casi todos conocemos, directa o indirectamente. Por ejemplo, ¿por qué, en general, se trata de olvidar a la persona amada que ya no lo es, por diversos motivos? ¿Por qué olvidamos cosas que nos han perjudicado y podrían volver a perjudicarnos si las olvidamos?
En relación con los desengaños amorosos, o desamores (aunque no sólo), recordaré una cita del filósofo Ludwig Wittgenstein que viene a cuento: «Nada es tan difícil como no engañarse a uno mismo».
¿Por qué es tan difícil no engañarse a uno mismo? Para no sufrir. Este es el meollo del asunto. Por otra parte, el sufrimiento no es algo objetivo. Tiene fuertes condicionantes sociales, además de una fuerte carga subjetiva. Pongamos un ejemplo. Cuando se produce un accidente importante en el que hay muchas personas involucradas, rápidamente se envían numerosos psicólogos para tranquilizar a las personas supervivientes.
¿Es malo? No. Solamente trato de decir que el sufrimiento tiene muchos condicionantes. Imaginemos un accidente, de características similares, en la época de nuestros bisabuelos. Ignoro si había psicólogos, pero lo importante es que las personas trataban -en general- de superar la adversidad en compañía de la familia y amigos íntimos. Tal vez, también, la religión.
Algo parecido sucede con los niños actuales. Cantidad de cosas podrían frustrarles. Lo que ahora se lleva es la superprotección de los niños. Lo que es un disparate porque les empuja a ser flores de invernadero. Cuando sean adultos -al menos en años- necesitarán drogas para soportar las adversidades, que llegarán. No todo el mundo puede tener un psicólogo, día y noche, así que es mejor acostumbrarse a afrontar las adversidades.
Pero, además de la obsesión anti-sufrimiento, está el problema de engañarse a uno mismo. ¿Por qué nos engañamos? Tomemos un ejemplo. Todos conocemos a alguien que se ha enamorado- o eso dice- de alguien. Supongamos que la familia y los amigos íntimos le desaconsejan esta persona. No te conviene. Pero la persona enamorada no escucha razonamientos de ningún tipo. Salvando las distancias, se comporta como los independentistas catalanes. Viven de sentimientos y emociones. Las razones y hechos adversos, por muy poderosos que sean, les rebotan.
Lo que nos lleva al filósofo David Hume. Decía que la razón, «no puede aspirar a otro oficio que el de servirlas y obedecerlas». Se refería a las pasiones. Lo cual es dudoso, dicho en los términos generales que afirmó Hume. Pero sí es cierto -y es mérito de Hume- que debe destacarse la importancia de las pasiones en la racionalidad humana, frente al exagerado optimismo de la Ilustración.
Nos podemos preguntar si nos convertiremos en mejores personas si, en cualquier situación de sufrimiento, nos refugiamos a toda velocidad en psicólogos, pastillas, etcétera. Por supuesto, no critico esta ayuda que algunas personas necesitan, pero deberíamos preguntarnos si rechazar todos los sufrimientos nos hace madurar como seres humanos o, por el contrario, facilita la infantilización.
Recordemos que no es lo mismo el dolor físico que el sufrimiento. Es razonable que nos aprovechemos de los avances médicos y aliviemos el dolor físico de nuestras enfermedades. Ahora hablamos de ‘sufrimiento’. Como el sufrimiento por la muerte de un ser querido, por el abandono de la persona amada, por la quemazón interior que nos produce una intolerable injusticia, y un largo etcétera.
En febrero de 2023 se destaparon los fraudes, drogas y putiferio de un corrupto diputado socialista, ‘Tito Bernie’. Y quince más. De momento. Vean las (falsas) ventajas del autoengaño. A pocos socialistas le afectará negativamente. Lo olvidarán pronto. Si soy socialista, estas cosas me disgustan. Pues eso, olvidemos. Autoengaño.
Insistamos. Los socialistas tienen socio bilduetarra (o sea, ETA en plan partido político), que presenta en sus listas electorales a 37 etarras que nunca han condenado a ETA, ni sus asesinatos. Han renunciado siete asesinos de ETA, que perjudicaban la campaña del PSOE, aunque seguirán en las listas porque la ley impide el cambio.
¿Merece llamarse democracia un gobierno de terroristas, comunistas, golpistas, coordinados por socialistas sin escrúpulos? Esto es una pocilga progresista, votada por votantes que- como los votados- desprecian nuestra democracia y la Constitución de 1978.
Despierte, antes de que sea tarde. Alberto y los grandes empresarios, también.
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