08/05/2024 05:28
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Espero lograr una buena contribución a la claridad de ideas en relación a la joven profesión de las Relaciones Públicas.

Insisto en destacar la opinión  errónea que muchos tienen al respecto, y gran parte de la culpa la tienen las empresas al ponerlas al servicio del Marketing,  cuando su función  es únicamente estar al servicio del jefe supremo de las políticas de la Empresa, de la persona que ahora llamamos CEO.

Resultará fácil de entender la razón, pues la principal misión de las Relaciones Públicas es tener bien  informado,  al responsable máximo,  de la buena o regular  marcha del negocio, de “cómo lo ven los consumidores de sus productos, los distribuidores y los vendedores de los mismos y,  además,  sus empleados   para, con esa información, tomar siempre las mejores decisiones”.

Para que  esa información sea exacta y verdadera,  el responsable de las mismas debe tener libertad absoluta para señalar cualquier política equivocada, incluida la “política comercial” de la empresa. Pues bien, si el jefe de Relaciones Públicas depende del Jefe de Márquetin nunca tendrá verdadera libertad para denunciar una política comercial equivocada.

Ese error, cometido por “Roca” a raíz de su reestructuró, cuando en 1970  vendieron el 20% de las acciones a los americanos,  fue la verdadera razón de mi dimisión. Nadie entendió nunca mi decisión (fuera de los dueños que conocieron el motivo): no comprendían que,  teniendo el puesto más envidiado y gozando de la confianza total de los Roca, yo me despidiese. Después de un año, negándose Antonio Roca a consentir mi salida,  acabó convenciéndose de que no tenía otra si no cambiaban el nuevo organigrama, cuando llegó el primer enfrentamiento serio con quien había ocupado el puesto que había dejado Jorge Oriol. Había una diferencia: él, era de la familia y, por lo tanto CEO a todos los efectos; cualidad que no tenía su sustituto.

Y es que, para mí es absolutamente fundamental la independencia del Director de Relaciones Públicas. Cuando fui Gerente, reservé esa función para mí.

Antes de continuar con las consecuencias que tuvo mi trabajo para Roca-Radiadores es importante aclarar que,  por la forma como estaba estructurada la empresa  hasta que adoptó el sistema normal y piramidal no me dejaron trabajar en las Relaciones pública internas. La causa fue esta: como la empresa había nacido del trabajo de cuatro hermanos (Ángela se retiró,  al fusionarse Talleres Roca con American Radiators y nacer Cía. Roca- Radiadores en los años veinte) muy unidos siempre se convirtió en un “¡estado de las Autonomías!” pues cada familia era autónoma en lo que regía: Antonio Roca (hijo de D. Martín), las fábricas, Jorge Oriol (yerno de D. José) todo lo comercial, el Dr. Amat (yerno de D, Matías) los laboratorios y la calidad.  La consecuencia fue que,  como “nadie pisaba el terreno del otro”, cuando me dijeron  de crear el Departamento de Relaciones Pública, limitaron mi campo a las Relaciones pública externas (Jorge Oriol)  y me vedaron lo más importante para mí, las Relaciones internas.

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Esta limitación le salió muy cara a “Roca” porque,  con unas buenas Relaciones Públicas internas, como lo fueron la externas,  se habría impedido un clima nefasto entre los trabajadores y la Empresa que culminó, –precisamente meses después de haberme despedido yo–, en una huelga general de muchas semanas con gran coste para Roca. Han pasado más sesenta años y hace unos días me lo recordaba un gavanense cuyo padre trabajaba en Roca.

Durante once años sufrí impotente viendo que no se hacía nada para evitar lo que sucedió finalmente. No fue ninguna broma: baste recordar que tuvieron a un técnico atado en un vagón para quemarlo vivo,  pasándolo por un horno túnel,  donde las temperaturas son de 1200 grados… Por suerte lo impidieron algunos que no habían perdido la cabeza.

Les garantizo que todo ese escándalo se hubiera evitado si me hubieran permitido las Relaciones Públicas Internas. Era más difícil cambiar la imagen de “Roca” y lo conseguí en tiempo record.

Mi felicidad en Roca –que fue indescriptible—hubiera sido perfecta si me hubieran autorizado a trabajar las relaciones internas. Hubo encargados que me lo pedían, yo  bien informado del clima reinante,  pero tenía las manos atadas y no podía intervenir.  Hubo un día en que Jorge Oriol, a primera hora de la mañana me encomendó una misión de varios días  en las fábricas de Gavá pero a media tarde,  me llamó para retirar el encargo…

Ya conocen que el diseño y el ninguneo de los arquitectos eran, cuando inicié mi trabajo,  el principal foco de repudio por parte de quienes dependía el proyectar nuestros productos en la construcción,  y que esperaban vengarse cuando Roca ya no pudiese trabajar como monopolio. No lo era de derecho pero no tenía rivales.

En  un par de años habíamos ido cambiando su modo de pensar visitándolos a todos  dos veces por año al menos. Mis delegados eran probablemente los únicos “visitantes” de los estudios de arquitectura que eran siempre atendidos  “personalmente” por los arquitectos que agradecían que nos interesásemos por atender sus deseos e indicaciones.

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Mejoró aún más su opinión  cuando vieron que, efectivamente, Roca tenía ya departamento de diseño y cumplía sus deseos. Llegó un momento en que algunos me dijeron, ¡ojala! todas las empresas proveedoras de la construcción tuvieran su organización e ideas y se preocuparan de escucharnos.

Mientras se se montaba el departamento de diseño, pedía a Jorge que tres diseñadores de fama,  “Tous- Fargas-Marquina”,  –que  habían diseñado entre otras cosas la famosa  “Moto Impala”–, arquitectos,  y  los dos primeros grandes amigos míos, diseñaran un cuarto de baño completo. Digamos, que fue el remate.

Pero,  había otros motivos de queja.

Me contaba otro arquitecto:

— “¿Sabes cómo pedimos el catálogo de “Roca”, cuando queremos consultar algo?”

– Tú dirás.

– “Pásame el TEBEO”…

Las razones eran varias: la principal que los rendimientos que dábamos no eran reales. Los arquitectos reducían los datos en un buen tanto por ciento, y  no sabían  nunca si acertaban en el cálculo. Por otra parte, ¿para qué sirve –me decían– esa literatura inútil? “Nosotros necesitamos, ‘datos fiables’ ‘cotas exactas”…—que no tienen sus catálogos–  lo demás sobra. Lo tuvimos en cuenta y hoy esos instrumentos necesarios para el proyectista, son modélicos. Continuaremos

Las Relaciones Públicas. Por Gil De la Pisa Antolín

Las Relaciones Públicas II. Por Gil De la Pisa Antolín

Autor

Gil De la Pisa
Gil De la Pisa
GIL DE LA PISA ANTOLÍN. Se trasladó a Cuba con 17 años (set. 1945), en el primer viaje trasatlántico comercial tras la 2ª Guerra mundial. Allí vivió 14 años, bajo Grau, Prío, Batista y Fidel. Se doctoró en Filosofía y Letras, Universidad Villanueva, Primer Expediente. En 1959 regresó a España, para evitar la cárcel de Fidel. Durante 35 años fue: Ejecutivo, Director Gerente y empresario. Jubilado en 1992. Escritor. Conferenciante. Tres libros editados. Centenares de artículos publicados. Propagandista católico, Colaboró con el P. Piulachs en la O.E. P. Impulsor de los Ejercicios Espirituales ignacianos. Durante los primeros años de la Transición estuvo con Blas Piñar y F. N., desde la primera hora. Primer Secretario Nacional.
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