22/11/2024 12:22
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Antes de que se comience la lectura debo aclarar el punto de vista desde el que está escrito este articulillo y su ámbito de aplicación.

Quien esto suscribe se considera miembro activo de la Iglesia Católica, Apostólica y Romana. Por clero debe entenderse el clero católico secular, formado por obispos y párrocos, no el formado por las órdenes religiosas. Entiendo por el Mundo el conjunto de personas cuyos principales móviles de actuación (o la forma que tienen de interpretar la realidad) son conseguir dinero, obtener poder (posibilidad de mandar sobre otros) y/o tener sexo. Es decir el Mundo está constituido por la inmensa mayoría de la población. De las generalizaciones que siguen se acepta que haya excepciones. 

Se observa que en muchas parroquias el sacramento de la Eucaristía se ha convertido en una producción a gran escala de sacrilegios en los que participa el propio párroco. Por ejemplo en los pequeños pueblos, donde todo el mundo se conoce y se sabe quién va a misa los domingos y quién no, cuando surge una celebración a la que asiste una parte numerosa de esa población gran parte de los asistentes pasan a comulgar y el párroco sabiendo que no van a misa les da la comunión. De modo que al mes, por hacer la vista gorda, el párroco correspondiente ha participado en centenares de sacrilegios.

Los mandamientos de la Ley de Dios y los de la Iglesia son masivamente desconocidos e ignorados por los feligreses, incluida la obligación de asistir a la misa dominical. Ítem más, me consta que en alguna parroquia es doctrina oficial, con conocimiento del obispo correspondiente, de cuyo nombre no quiero acordarme, que no es obligatorio para los católicos ir a misa los domingos. 

En muchas parroquias no está prevista la administración de la confesión por lo que los  fieles no pueden confesarse. 

Los vestidos de las mujeres permiten la exhibición de distintas partes de su cuerpo: hombros, espalda, tripa, muslos, a veces muestran parte de sus tetas y si así pasan a comulgar es el propio párroco quien les da la comunión. Con una diferencia de dos o tres semanas en la capital de una provincia española he sido recibido para consultas jurídicas  por las abogados responsables de dos despachos. En ambos casos era imposible mirarles a la cara sin observar una buena parte de sus tetas al descubierto por el diseño del vestido. 

Por otra parte, en la Cadena televisiva 13 TV, propiedad de la Conferencia Episcopal Española, noche sí y noche también nos obsequia con unos repugnantes combates de boxeo entre hombres o entre mujeres. ¿Es esa la caridad cristiana? Buena parte de los programas televisivos son claramente inmorales. 

Simultáneamente las distintas facetas de la ideología de género (la homosexualidad, el multiculturalismo, la eutanasia, el feminismo[1] , la agresión al hombre blanco y el aborto) son ignoradas por las homilías, en vez de proporcionar a los fieles argumentos contra estas aberraciones. Así que en general las homilías dominicales se dedican a tratar del sexo de los ángeles o versan sobre músicas celestiales. Este irse por las ramas del clero ante lo que ocurre en la realidad explica las anomalías más arriba citadas y explica que los templos, las iglesias, estén vacías. 

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¿Dónde está el clero que en el ejercicio de su función de magisterio, informa, recuerda y explica y en su caso, por su función de jurisdicción,  impone las normas de los Mandamientos de la ley de Dios y los de la Iglesia? 

Lo que sigue es un intento de comprender y describir el por qué de esta situación, que en mi opinión obedece a un plan estructurado en fases que se aplican a nivel mundial. De esta descripción acepto de entrada las oportunas correcciones. 

La ideología de género consiste en una serie de «facetas» concebidas para exterminar de la superficie terrestre a la raza blanca, la única que por sus valores cristianos puede rebelarse contra la tiranía que proyectan las multinacionales para maximizar su beneficio. Este es el motivo por el que financian todas esas facetas con millones de dólares anuales. 

Dado que la ideología de género promociona comportamientos que son contrarios a la naturaleza humana: la eutanasia, la homosexualidad, el libertinaje sexual, etc. hubiera sido muy fácil desprestigiarla y aniquilarla si el clero católico lo hubiese intentado, ya que disponía del número de personas, organización, doctrina y recursos con las que combatir y vencer a las pretensiones aberrantes de esa  ideología. Por eso era imprescindible el silencio del clero católico para su implantación y aplicación. 

 Y en esa tesitura se convocó el Vaticano II. Juan XXIII pretendía adaptar el mensaje de Cristo a los nuevos tiempos, para que fuese agradable al Mundo, reduciendo las rigideces de la moral. Juan XXIII, el Papa Bueno, de los masones[2] y el Papa masón para uno de los máximos expertos en masonería, el sacerdote Juan Guerra Gómez[3] convocó el Concilio Vaticano II, que complementariamente  estuvo controlado por cardenales masones como Bugnini, Lienart y Bea. 

El Pacto de Metz, previo al Concilio, garantizaba a los líderes de la Unión Soviética que del Concilio no saldría ninguna condena del régimen comunista, a pesar de ser incompatible con la dignidad humana y por tanto con la moral de la Iglesia Católica. Así, antes de iniciar el Concilio, el clero, ya renunciaba al ejercicio de parte de  su función magisterial y ponía límites a la posible inspiración del Espíritu Santo. 

El objetivo del Vaticano II fue mostrar al Mundo una imagen agradable de la Iglesia Católica. Eso implicaba que el clero católico debía ser simpático al Mundo, lo que no es compatible con las exigencias de los mandamientos y las prohibiciones de la moral de la Iglesia Católica. En su obsesión de presentarse de forma atractiva a los feligreses  se ha inventado  a un Dios campechano y jovial, por lo que algunos curas llegan en sus homilías a afirmar que «Dios quiere que seamos felices en esta  tierra», quitando de esta manera, sin darse cuenta,  su razón de ser a los innumerables mártires que ha habido en los veinte siglos de la historia de la Iglesia. Por esa misma razón se quitaron los reclinatorios, en los que arrodillarse para recibir la comunión. 

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Ante la tesitura de ser rigurosos con las normas éticas o complacer al Mundo, el clero católico masivamente optó por complacer al Mundo y renegó de ejercer la función de magisterio (explicar a los fieles lo que está bien y lo que está mal desde la moral católica). 

Como consecuencia del rechazo al ejercicio del magisterio, el clero ha reducido su función a administrar  los sacramentos por lo que se ha convertido en un colectivo de funcionarios o algo muy parecido. 

Si el clero es quien debe recordar la existencia de las normas, en especial cuando éstas se incumplen, al callarse y no recordarlas cuando debe hacerlo, implica que la norma ha sido suprimida. Por ejemplo. Durante los años 60s del pasado siglo XX, en la vestimenta de las mujeres era norma que para entrar en la iglesia las mangas debían llegar hasta el codo y la falda por debajo de las rodillas. En época de verano no era infrecuente que las mujeres se pusieran una chaqueta. Y no era por el frío existente en el templo. Tras el Concilio esa norma dejó de aplicarse porque el clero dejó de recordarla. Y hoy algunas mujeres van como van. 

¿Dónde está el clero? No se sabe dónde está. El clero católico ni está donde debe ni se le espera. Hace tiempo que se rindió sin lucha para salvaguardar sus intereses económicos (su salario mensual y su casa parroquial o palacio episcopal).

¡Y así nos va!

 

[1] Por feminismo entiendo la pretensión de que los hombres y mujeres son igualmente aptos para               realizar cualquier tipo de tareas.

[2] La masonería es una seta satánica, como han declarado repetidamente diferentes Papas

[3] El árbol masónico. Digital Reasons, Madrid2017. Página 317

Autor

REDACCIÓN