21/11/2024 13:10
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Llegamos por fin al amén de este padrenuestro que ha sido el repaso al libro Largo Caballero, El tesón y la quimera, de Julio Aróstegui y que se nos ha hecho algo pesado. El personaje es árido como pocos; lo dice el propio Aróstegui, que trata de salvarle los trastos todo lo que puede, aunque tenga que tirar la toalla porque de donde no hay no se pueda sacar. Unas conclusiones para poner punto final a la serie.

Desde el punto de vista intelectual, estamos ante un individuo -Largo Caballero- que se puede poner para ejemplo del dicho “más peligro tiene un tonto que un malvado”. Y no porque fuera tonto, que no lo era en ningún caso, sino porque era de los de “pocas ideas, pero las pocas, fijas”. No se nos pasa que -curiosamente- de eso acusan los palmeros de la revolución (tanto los de izquierdas como los de derechas, ambos son revolucionarios) a los militantes de la reacción.

En efecto, quizás por falta de una educación académica mínima que le abriera la mente -de lo que obviamente no tiene ninguna culpa-, quedó enredado en las marañas de la demagogia marxista que se creyó a pies juntillas, porque el que no cree en Dios cree en cualquier cosa. Esto le hace repetir truños de la retórica demagógica marxista que llegan a dar vergüenza ajena, como el de “redención de la Humanidad” por “la clase obrera”. Indudablemente, nuestro flamante sindicalista se lo creía. Y no hacen falta más pruebas de sus limitaciones intelectuales y de formación.

Desde el punto de vista moral, destaca su obstinación, relacionada con unas orejeras obreristas tan rígidas que le impedían considerar otros puntos de vista o reconocer errores. Aróstegui indica que nunca reconoció sus errores -a diferencia de otros socialistas- imposible en él una frase como “Todos fuimos culpables” de Vidarte. Es esa también una característica del tipo “demócrata”. Cuando un aristócrata -uno de verdad, no el aseñoritado típico de los regímenes liberales- y en general hombre de honor compromete a otros en algo serio se hace responsable para disculpar a aquellos sobre los que tiene mando. Pienso por ejemplo en el Tte Col. Tejero. Si lo cree procedente, por ejemplo porque no cree que pueda resistir sin hundirse las represalias que le cabe esperar, se quita la vida. Los demócratas nunca hacen eso. Al contrario, reparten las culpas sobre los compañeros y los de abajo y se despiden altaneros, después de exigir una buena compensación o pensión. Porque son demócratas.

Sus quejas del trato recibido en el campo de concentración de Sachsenhausen -él, que había creado los campos de concentración frentepopulistas, que había presidido el gobierno de las chekas, el gobierno de las matanzas de Paracuellos y otras- ponen de manifiesto su arrogancia y su definitiva incapacidad para ponerse en el sitio de los otros. Esto es muy típico de la canalla progresista: equivocado es que prediquen la lucha de clases, pero lo verdaderamente indignante es que no acepten que la otra “clase” ejerza el derecho a defenderse con sus mismas armas y, que sus adversarios resultan vencedores les hagan pagar los platos rotos. No, no lo entienden. Cuando alguien se les opone a sus propósitos revolucionarios se lanzan al insulto (el preferido es “fascista”, venga a cuento o no) y a la condena moral, porque la historia está de su parte, y bla, bla, bla.

Se califica a Caballero en el libro de “calvinista”, acertadamente, y se nos cuenta de su “cruzada contra la apertura de las tabernas en domingo” y de que también era partidario de la supresión de las corridas de toros en domingo. Indudablemente, era un aguafiestas infumable.

En el libro leemos esto del personaje, que viene a ser la puntilla:

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… personalmente, un individuo unidimensional, marcado de modo indeleble por sus orígenes sociales, que no pudo liberarse de sus resentimientos

Desde el punto de vista político, su trayectoria, además de fracasada, muestra un oportunismo sin resquicios para la coherencia ni para la vergüenza. Como indicado: empezó como reformista, tratando de organizar sindicalmente a los obreros y participando políticamente en las instituciones de la Monarquía; pero en el 17 jugó a la revolución contra ella. Volvió a la cooperación con la Dictadura de Primo de Ribera; pero la abandonó cuando esta no daba más de sí y se apuntó a la rebelión contra la Monarquía en el año 30. Participa plenamente en el gobierno de la República “burguesa”, pero después se rebela contra esta. Vuelve otra vez a la cooperación táctica con los republicanos “burgueses” de izquierdas en las elecciones del 36, pero tras ganar las elecciones se dedica a agitar en sus continuos mítines contra ellos. Alcanza la presidencia en la Guerra Civil pidiendo paso a esos republicanos “burgueses” de izquierdas para reunir un gobierno obrerista; pero fracasa rotundamente en todos los frentes, no solo militares. Sería apartado por los comunistas en menos de un año, y después echado a un lado en el propio PSOE. Tras la derrota frentepopulista intentaría volver al pasteleo democrático incluso con comunistas y monárquicos juanistas.

Un ejemplo de su oportunismo: En 1915 había escrito que era un «convencido intervencionista»; en 1917 se lanza a la huelga política pidiendo gobierno provisional para un cambio de régimen. Tras el fracaso de la huelga y una corta estancia en la cárcel, en marzo de 1919, con Besteiro, Caballero solicita entrevista al jefe del Gobierno para que este se interese por «dar solución a los conflictos presentes de una manera racional y por procedimientos sensatos y medios jurídicos»…

En fin, fue un fracaso total como político y un personaje nefasto para España y los españoles. Salvó los trastos de su biografía al tener la suerte de sobrevivir a la derrota de Alemania.

El libro, y su autor Aróstegui, tratan de salvar al personaje en lo posible, mirando para otro lado en los asuntos más turbios como son la participación en la revolución del 17, en la Dictadura de Primo de Rivera, en la conspiración contra la Monarquía, en la revolución de Asturias, en la agitación del 36 y en los numerosos y horrendos crímenes del “Gobierno de la Victoria”. No hay ninguna crítica al respecto, incluso a veces se oscurecen las aguas para hacerlas más profundas. Esto dice Aróstegui sobre la cooperación con la Dictadura de Primo de Rivera:

En definitiva, el juicio histórico sobre esta etapa y, claro está, sobre el Largo Caballero de entonces, no puede hacerse desde criterios de una supuesta ortodoxia o pureza política ni aun desde criterios «utilitaristas» o de «oportunismo», sino más bien desde los que ponen el acento en las consecuencias de aquella política para el futuro, cosa a la que se atendió pronto en el seno del socialismo.

Ininteligible; en realidad no dice nada. Otro ejemplo de retorcimiento:

La República debería atravesar dos etapas, burguesa primero y social después, lo que se repetiría en sus pronunciamientos desde los años treinta hasta los momentos anteriores a su muerte en marzo de 1946. El gradualismo e instrumentalismo de Caballero aparecen meridianamente en ese comentario. Por tanto, la trayectoria de Caballero en su convicción republicana no es lineal, pero puede considerarse consecuente.

¿Qué quiere decir con eso en suma? Nada… y hasta la siguiente. La siguiente es la Revolución de Asturias, que para nuestro memorialista fue una “quimera insurreccional”. Incluso ni eso, porque “la orden que se cursó el 4 de octubre de 1934 no era de insurrección sino de huelga general” (el acopio de armas que hicieron ¿para qué sería?). Su conclusión: “no fue sino una lamentable quimera”. Mas de mil muertos, el centro de Oviedo en ruinas y la caja del Banco de España desvalijada. Una quimera… En ese punto, la credibilidad de Aróstegui me resultó irrecuperable y pasé el resto del libro como se pasa por un bosque con trampas.

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Algo más sobre el autor. El interfecto se apuntó al “memorialismo”: fue el primer director de la cátedra «Memoria Histórica del Siglo XX» de la Universidad Complutense de Madrid, dice la wiki. Lo más gracioso es la forma en que escupe contra el franquismo repitiendo acríticamente calificativos delirantes siendo que le hizo un buen provecho; hasta “estudio con beca”.

Su tesis y trabajos iniciales fueron sobre el carlismo. No sé si le da un tratamiento benevolente o crítico, ni voy a pararme en ello. Este fue su último libro, y el tratamiento es tan complaciente que en muchísimas ocasiones no queda claro si el texto presenta el punto de vista de Largo Caballero o es el autor quien habla desde el suyo propio. Si fuera el primer caso, Aróstegui tendría que advertirlo, pero no lo hace, por lo que parece que hace suyos muchos de los delirios marxistas de Caballero, porque ni advierte de que se trata de delirios ni trata de contradecirlo.

Para que no se vaya de rositas, volvemos a repetir la manipulación canallesca que perpetra en el libro, al afirmar sin contexto que Calvo Sotelo se declaró fascista (cosa que, desde luego, tenía todo derecho a hacer). Este es el párrafo entero del discurso de Calvo Sotelo:

Frente a ese Estado estéril, yo levanto el concepto del Estado integrador, que administre la justicia económica y que pueda decir con plena autoridad: no más huelgas, no más lock-outs, no más intereses usurarios, no más fórmulas financieras de capitalismo abusivo, no más salarios de hambre, no más salarios políticos no ganados con un rendimiento afortunado, no más libertad anárquica, no más destrucción criminal contra la producción, que la producción nacional está por encima de todas las clases, de todos los partidos y de todos los intereses. (Aplausos.) A este Estado le llaman muchos Estado fascista; pues si ese es el Estado fascista, yo, que participo de la idea de ese Estado, yo, que creo en él, me declaro fascista.

Evidentemente, Calvo Sotelo está diciendo que está contra huelgas, cierres patronales, intereses usurarios, capitalismo abusivo, salarios de hambre, etc. y que si eso se etiqueta como fascismo, no tiene reparos en ponerse la etiqueta por montera. ¿Será incapaz de entender eso un catedrático? ¿O es que quiere evitar que sus lectores se den cuenta de que la víctima de los pistoleros del PSOE tenía mayor preocupación por los obreros españoles que el partido que pretendía representarlos?

Amén.

Autor

Colaboraciones de Carlos Andrés
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