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El pasado 16 de julio, en una entrevista en un programa de radio matinal, el líder del PP Pablo Casado fue insistentemente preguntado por la posibilidad de reconstruir los puentes volados con Vox a raíz de la moción de censura del pasado otoño contra la tiranía criminal de P. Sánchez. Más concretamente, a Casado se le preguntó si tenía voluntad de reparar la ruptura provocada por su ataque personal a Abascal. Recordemos que en octubre de 2020, Casado convirtió la moción de censura contra el gobierno del “doctor” en un ataque contra el líder de la formación que presentó la moción: «Parece que usted es el único español valiente, el más sincero del mundo, pero ahora me toca a mí decirle alguna cosa sobre el Partido Popular. Señor Abascal, no es que no nos atrevamos, no es que nos hayamos rendido, no es que seamos cobardes, lo que ocurre es que no queremos ser como usted”.

Por lo visto, era el momento para desquitarse de un vejo agravio por la descripción de su partido como la “derechita cobarde”. Y como nada duele más que la verdad, así, en una moción contra la coalición gubernamental integrada por socialistas, comunistas, separatistas y terroristas, Pablo Casado decidió que el enemigo a batir era el líder de Vox. Toda su furia e inquina la dirigió contra Abascal, y en la misma intervención el líder del PP afirmó: «El Partido Popular es nuestro partido, pero no es nuestra patria. Nuestra patria es España y por nuestra patria este partido, que usted conoce bien y que a usted le conoce muy bien, ha pagado un tributo de sangre, que ahora pisotean personas como ustedes. No sé cuál es su idea de patriotismo, pero yo no lo concibo como un insulto a los que dan su vida por la libertad de todos, especialmente cuando han sido tus compañeros».

Como si no entendiera por qué Abascal y tantos otros antiguos miembros del PP, que se jugaron la vida en Vascongadas y vieron morir asesinados a sus compañeros, abandonaron el partido y crearon otro nuevo. Cuando aquel partido, de forma incomprensible, decidió traicionar la memoria de las víctimas, incluidas las de su propia formación, siguiendo el camino de Zapatero con las víctimas del PSOE. Asumiendo la derogación de la doctrina Parot, acercando a los terroristas a sus localidades y siguiendo con la liberación de asesinos sin cumplimiento de las penas y sin arrepentimiento alguno.

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Volviendo a la reciente entrevista del 16 de julio, Casado fue incapaz de suavizar o aclarar tan fea e injusta acusación, ni mucho menos hizo ademán de retractarse. Al contrario, después de evitar contestar hasta en tres ocasiones yéndose por los cerros de Úbeda, finalmente, enrocado en sus trece respondió: “lo que no podemos aceptar es que a un partido con veinticuatro víctimas del terrorismo se le llame cobarde”. Y volvió a repetirlo, por si acaso los periodistas o los oyentes no lo hubieran entendido u oído bien.

Ese es Casado y ese es el partido que dirige. Y esa es exactamente la cuestión. El PP actual no tiene nada que ver con el Partido Popular que defendía la libertad frente a la organización terrorista ETA. Aquel partido dispuesto a defender a los españoles frente al separatismo comunista, racista y asesino, hace mucho que dejó de existir. Aquel partido perdió la “p” de “popular” bajo la dirección de Rajoy, los Alonsos y las Sorayas. ¿Cómo va a ser popular abandonando los principios más elementales? Así lo ha venido reflejando su decreciente número de votantes en las provincias vascongadas y en Cataluña desde que abandonó la defensa de la Nación, la libertad y la vida.

Lógicamente, muchos españoles han percibido su desistimiento como una traición. ¿Y acaso no es una ignominia y una traición asumir que en Cataluña y en las Vascongadas reinen un atajo de ladrones y asesinos? Sí, con el apoyo siempre dispuesto de socialistas y comunistas, pero también con el silencio del PP.

Recordemos ahora lo que respondió Abascal ante el ataque de Casado:

«Por fin vuelve el PP de siempre, por fin vuelve en el día de hoy el vicesecretario de comunicación de Mariano Rajoy. Parece que ustedes hoy se han quitado la máscara, pero, lo que es peor, señor Casado, se ha unido usted hoy a la brutal caricatura de Vox, a la brutal caricatura de Santiago Abascal, al que usted conoce bien y no es el que usted ha descrito; se ha unido usted a la brutal caricatura de cincuenta y dos diputados, se ha unido usted a la brutal caricatura de los millones de españoles que nos han votado y se ha unido usted a la brutal caricatura de algunos españoles que todavía le votan a usted únicamente porque ven que en las expectativas electorales estaba por delante de nosotros».

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Efectivamente, en abril de 2008 Rajoy animó a marcharse del partido a los liberales y conservadores, pensando, con total desprecio hacia sus votantes, que éstos, como borregos, serían incapaces de caminar solos, independientes, sin su tutela. Suponía el percebe que entre sus filas todos eran como él, que se rodeó de un hato de dóciles mediocres. Pero mira tú por dónde que le salió mal y los conservadores se escindieron de aquella organización vieja, esclerótica y corrupta.

Y nació Vox: un movimiento transversal que osó crecer sin el apoyo mediático ni económico del IBEX35, valga la redundancia. Es más, que se alzó hasta los 52 diputados a pesar del hostigamiento constante de esos mismos medios al servicio de una partitocracia antidemocrática, empeñada en el saqueo y destrucción de España.

Rajoy fue incapaz de derogar ninguna de las leyes ideológicas de Zapatero. Ni siquiera la ley de memoria histórica que condenaba como parias en el presente y en el futuro a sus propios votantes. El PP que dejó era un nido de cobardes y alimañas. Y Casado se quedó en el partido. Un partido que ahora preside, y que pretende sea votado por una mayoría suficiente de españoles. El problema no es que al PP esté dirigido y compuesto por sabandijas sin escrúpulos, pusilánimes y traidores, sino que, al igual que al PSOE, le sobren la mitad de las siglas y ya sólo le voten mojigatos, tontos del culo y miserables con más miedo que vergüenza.

Rajoy llevó a sus ovejas al despeñadero sin remedio y a punto estuvo de que desapareciera el PP. Con un poco de suerte, Casado lo logrará.

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REDACCIÓN