28/04/2024 06:54
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En mi caso que, desde pequeño, me enseñaron el profundo respeto que le debo a la Bandera de mi Patria, símbolo preciado en cuyos pliegues se condensa no solo la historia, sino también el honor de España, a su Escudo y a su Himno como símbolos nacionales, nunca entendí que, al igual que en otras naciones, ese sentimiento de respeto y veneración no fuese compartido por la mayoría de los españoles.

No digo, líbreme Dios, de pensar que ese orgullo patrio sea privativo de unos pocos, antes bien, todo lo contrario, sin embargo, si creo que, por falta de la necesaria enseñanza de cultura patriótica, tal sentimiento no suele exteriorizarse.

Algunas noches de esas que el sueño tarda en concurrir a su cita, sentado en mi pequeño espacio de trabajo, visiono videos de Juras de Bandera e incluso de algún desfile militar por las calles de España en el que la fuerza participante marcha provista de Bandera o Estandarte. Pues bien, en todos los casos me llama la atención la escasa exteriorización, a base de gestos -inclinación de cabeza, adopción de una postura de máximo respeto o retirada de la prenda de cabeza- que muestra la ciudadanía en general, hasta el punto de que, en ocasiones, creo que la mayoría desconocen realmente lo que representa esa Enseña que desfila con la Unidad que transita ante su vista.

Pero si eso me llama la atención, hasta el punto de no comprenderlo, todavía la llama mucho más cuando visiono alguna Jura de Bandera de personal civil en la que, cuando la Enseña se incorpora a su puesto en formación y lo hace por delante de los acotados ocupados por los jurandos, son muy pocos los que inclinan la cabeza al pasar ante ellos.

Es cierto que en estos actos ves gestos muy emotivos, desde personas que se santiguan antes de besar la Bandera, sin duda reclamando la ayuda del Todopoderoso para que, llegado el caso, puedan dar cumplimiento fiel al juramento hecho, hasta otras que lo hacen en silla de ruedas y que, en un supremo esfuerzo, se ponen en pie antes de besar los pliegues de la Enseña patria. Sin embargo, no es así en todos los casos.

Doy por sentado que todos los jurandos lo hacen, más allá de la concurrencia a un acto social, asumiendo el supremo compromiso adquirido cuando, tras pedir su juramento o promesa, responden “si, lo hago” y las consecuencias que ello entraña de por vida.

Sin embargo, pese a que estas Juras, allá donde se celebran, son multitudinarias, no existe realmente esa conciencia de patriotismo, esa cultura patriótica de la que si pueden presumir otras naciones, incluso de nuestro entorno.

Todavía recuerdo una mañana de hace años cuando, de regreso a casa, me encontré con un grupo de niños de Educación primaria a la salida del Colegio concertado en el que realizaban sus estudios; pues bien, todos ellos llevaban en sus manos unas pequeñas banderas de Europa. Al preguntarle a uno de ellos el motivo de portar aquella enseña, me respondió que era el “Día de Europa” y que, a cada niño, le habían entregado una banderita.

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De inmediato le pregunté si alguna vez, por ejemplo, en las proximidades del 12 de octubre, les habían entregado una Bandera Nacional a lo que el niño, con rostro extrañado, me respondió que no, nunca le habían dado una Bandera roja y gualda e incluso estoy seguro de que nunca le hablaron de lo que significa.

Para más abundamiento, el otro día, alguien me comentó que en un aula de segundo de Bachillerato de un colegio concertado de origen religioso, alguien pretendió colocar una Bandera de España, gesto al que se opusieron varios alumnos aduciendo que tal colocación “podía herir susceptibilidades” (sic).

Supongo que tal oposición, como suele suceder siempre, procedería de una minoría debidamente aleccionada que, sin embargo, no se corta a la hora de colocar una bandera de la Comunidad autónoma correspondiente provista de una estrella roja de cinco puntas o, simplemente, esa bandera del arco iris que hemos visto incluso colgada de algún balcón de determinadas Instituciones públicas sin que nadie pueda argumentar, pues no es políticamente correcto, que tal colocación hiere susceptibilidades.  

Probablemente, la falta de cultura patriótica, necesaria en toda comunidad humana que se sienta unida por unos lazos de devenir común, sea una de las causas de que nuestra juventud se encuentre en la alarmante situación de absoluto relativismo y falta de horizontes en la que se encuentra, carente de valores claros y de sentimientos más allá de lo puramente banal y anecdótico.

¿Cómo es posible que se celebre el día de Europa, un conjunto de naciones carentes de una unidad de destinos, más allá de los meros intereses económicos y, sin embargo, no se conmemore el Día de España, patria común de todos los españoles?, ¿quién tiene la responsabilidad de todo esto?

Cualquier sociedad, y la juventud forma parte de ella, necesita no solo alimentar su cuerpo para sobrevivir, necesita, en igual medida, alimentar su espíritu fomentando ideales y metas en lo universal y de ese necesario alimento parece que nos hemos olvidado los españoles.

La cultura patriótica, aquella que nos hace sentirnos orgullosos de ser españoles más allá de localismos aldeanos, es una enseñanza que debería aprender todo español y ese aprendizaje debería impartirse desde las escuelas, de lo contrario ese enorme vacío que deja el no cultivar el amor patrio será cubierto -de hecho, lo está siendo ya- por ideas impostadas, supuestos rasgos culturales diferenciadores, en la mayoría de los casos inventados por los movimientos separatistas y secesionistas que saben aprovechar estos vacíos.

Es triste transitar por una calle o plaza donde se ubica una instalación militar llegado el momento del reglamentario toque de Oración y ver que nadie, o muy pocos, se detienen y con un gesto de respeto asisten al acto diario de arriado de la Enseña Nacional y de recuerdo a nuestros caídos. Es posible que algunos no se detengan por temor a llamar la atención y que la miserable ultraizquierda los tache de “fachas”, sin embargo, otros no lo hacen simplemente por desconocer el verdadero significado del acto ya que nadie se lo enseñó y, mucho menos, desde que desapareció el Servicio Militar obligatorio.    

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Es imprescindible sin realmente queremos salir de esta alarmante situación de pérdida de valores, reaccionar cuanto antes y enseñarle a los más jóvenes que los símbolos de la Patria, representan al conjunto de todos los españoles, más allá de banderías políticas y de localismos aldeanos. Si no somos capaces de lograr este objetivo por todos los medios, el fin de España, como patria común de los españoles, está próximo.

Autor

Eugenio Fernández Barallobre
Eugenio Fernández Barallobre
José Eugenio Fernández Barallobre, español, nacido en La Coruña. Se formó en las filas de la Organización Juvenil Española, en la que se mantuvo hasta su pase a la Guardia de Franco. En 1973 fue elegido Consejero Local del Movimiento de La Coruña, por el tercio de cabezas de familia, y tras la legalización de los partidos políticos, militó en Falange Española y de las J.O.N.S.

Abandonó la actividad política para ingresar, en 1978, en el entonces Cuerpo General de Policía, recibiendo el despacho de Inspector del Cuerpo Superior de Policía en 1979, prestando servicios en la Policía Española hasta su pase a la situación de retirado.

Es Alférez R.H. del Cuerpo de Infantería de Marina y Diplomado en Criminología por la Universidad de Santiago de Compostela.Está en posesión de varias condecoraciones policiales, militares y civiles y de la "F" roja al mérito en el servicio de la Organización Juvenil Española.

Fundador de la Comisión Promotora de las Hogueras de San Juan de La Coruña, del Museo Policial de la J.S. de Policía de Galicia y de la Orden de la Placa y el Mérito de Estudios Históricos de la Policía Española.

Premio de narrativa "Fernando Arenas Quintela" 2022

Publicaciones:
"El Cuerpo de Seguridad en el reinado de Alfonso XIII. 1908-1931" (Fundación Policía Española)

"La uniformidad del Cuerpo de Seguridad en el reinado de Alfonso XIII 1887-1931 (LC Ediciones 2019)

"Catálogo del Museo Policial de La Coruña". Tres ediciones (2008, 2014 y 2022)

"Historia de la Policía Nacional" (La Esfera de los Libros 2021).

"El Cuerpo de la Policía Armada y de Tráfico 1941-1959" (SND Editores. Madrid 2022).

"Policía y ciudad. La Policía Gubernativa en La Coruña (1908-1931)" (en preparación).


Otras publicaciones:

"Tiempos de amor y muerte. El Infierno de Igueriben". LC Ediciones (2018)

"Historias de Marineda. Aquella Coruña que yo conocí". Publicaciones Librería Arenas (2019).

"El sueño de nuestra noche de San Juan. Historia de la Comisión Promotora de las Hogueras de San Juan de La Coruña". Asociación de Meigas (2019).

"Las Meigas. Leyendas y tradiciones de la noche de San Juan". Comisión Promotora de las Hogueras de San Juan de La Coruña (2011).

"Nuevas historias de Marineda. Mi Coruña en el recuerdo". Publicaciones Arenas (2022). Ganadora del premio de ensayo y narrativa "Fernando Arenas Quintela 2022".