09/05/2024 08:00
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En cuanto a las formas, siempre tan importantes, la coronación de Carlos III como rey de Inglaterra ha sido la coronación de todo un soberano. Coronación de un rey, como siempre se ha hecho: la Iglesia corona al nuevo soberano en la abadía de Westminster, entre dignatarios de todo el mundo, sometiéndolo a la autoridad de Dios, sometimiento al que el rey se obliga, manifestándolo públicamente… “Yo, Carlos, solemne y sinceramente en la presencia de Dios…,”. Que es lo que hizo Carlos III de Inglaterra, en lugar de retirar hasta la Cruz como hizo Felipe VI para contentar a la chusma rufianesca, a ETA y a la banda de okupas de Colau. ¡Qué país el nuestro!

    Por lo que se refiere al simbolismo, dos consideraciones.

    1ª. Carlos III, como jefe o cabeza que es de la Iglesia anglicana, manifiesta ante todos los presentes su fe… “prometo, testifico y declaro que soy protestante fiel y que, de acuerdo con la verdadera intención de las leyes que aseguran la sucesión protestante al trono…”.

    Al tiempo que mandaba un mensaje a Francisco, Papa de la verdadera Iglesia, la instituida por el mismísimo Cristo, la católica, que, obsesionado por unir ambas iglesias, la católica y la cismática, le regaló para la Coronación “fragmentos” de la Cruz en que murió Cristo; fragmentos que fueron añadidos, supuestamente, a la Cruz de Gales que el monarca inglés llevó en la procesión de la Coronación.

    2ª. Y justo en el momento en que es “ungido” con el aceite traído, supuestamente, del Monte de los Olivos de Jerusalén, a Carlos III de Inglaterra se le oculta la cara a la vista del público, utilizando una pantalla. ¿Por qué?, nos preguntamos. ¿Qué significado tiene este gesto?

    A estas preguntas podemos responder diciendo dos cosas. Que como el rostro tiene múltiples connotaciones, el acto de taparlo manifiesta la intención de confundir. Sigmund Freud dice que taparnos la boca denota que lo que decimos no es cierto, siendo así que, el gesto parece intentar contener la mentira en nuestro interior.

    Y por lo que respecta al posible secreto, afirmar lo que de sobra se sabe, que la Masonería, que nació en Inglaterra, desde el principio se ha identificado con la Corona inglesa hasta el punto que se puede afirmar que todos sus componentes desde 1.717 son masones; y lo es, por tanto, Carlos desde que fue entronizado como Príncipe de Gales, sucesor de su madre, Isabel II.

    Así pues, partiendo de este dato, se podría pensar que el hecho de ocultar su rostro a la vista del público fue para ocultar lo que dijera en voz baja, justo en el momento en que era ungido con el aceite traído, supuestamente, del Monte de los Olivos, o porque tuviera que hacer un gesto ostensible de desaprobación o repulsa ante esta “unción”. Que sería el mayor acto de repulsa a Cristo, Rey y Salvador.

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    Conviene, entonces, referir algo sobre esta secta luciferina que es la Masonería.

    Desde los inicios de la Masonería moderna (1.717) hasta nuestros días, la Iglesia católica ha condenado en más de doscientos documentos a esta secta. En todos ellos se condena a la Masonería como contraria a la justicia y a la moral natural. De hecho, se nos enseña que supone una esclavitud, una inmoralidad, una traición a nuestra fe y una apostasía. Sobre esta cuestión hay muchas encíclicas y documentos por parte de la Iglesia católica, la última condena la dicta la “Declaración de la Congregación para la Doctrina de la Fe”, de fecha 23/11/1983.

    La Constitución Apostólica “In Eminenti” de Su Santidad el Papa Clemente XII, de 28 de abril de 1738, 21 años después de la aparición de la Gran Logia de Inglaterra, indica las razones por las que las asociaciones masónicas deben ser condenadas desde el punto de vista de la moral, la política y la sociología cristiana y católica. Las razones son: 1ª. “Por el carácter peculiar aconfesional (anticristiano y anticatólico) y naturalístico de la secta, por medio de cual, teórica y prácticamente mina la fe cristiana en sus adeptos y por medio de ellos, en el resto de la sociedad, produciendo la indiferencia religiosa y el desprecio de la ortodoxia y de la autoridad eclesiástica”. 2ª. “Por el inescrutable secreto y el disfraz insidioso e inmutable de la asociación masónica y de su obra, por medio de la cual los hombres de su calaña irrumpen como ladrones en casa y como raposas tratan de arrancar de raíz el viñedo, pervirtiendo los corazones y arruinando su felicidad espiritual y material”.

    De todo lo cual se desprende, que el catolicismo y la Masonería son esencialmente opuestos, porque la Masonería es una organización que profesa una fe religiosa diluida; creencia que constituye su religión, que entiende es natural y universal por estar confeccionada por todas las doctrinas filosóficas y religiosas. Por lo que es la religión que debería profesar toda la humanidad. De ahí, que en la Masonería haya una fuerte y violenta oposición a los credos cristianos, fundamentalmente al católico, al que trata de combatir por todos los medios posibles. En definitiva, la Masonería por sus convicciones y creencias es incompatible con la Revelación divina, con la fe cristiana.

    Por ello, Clemente XII, en esta Constitución apostólica, expresa con toda rotundidad:

    “Hemos resuelto y decretado condenar y prohibir ciertas sociedades, asambleas, reuniones, convenciones, juntas o sesiones secretas, llamadas Francmasónicas o conocidas bajo alguna otra denominación. Las condenamos y las prohibimos por medio de esta Constitución, la cual será considerada válida para siempre. Recomendamos a los fieles abstenerse de relacionarse con dichas sociedades para evitar la excomunión, que será la sanción impuesta a todos aquellos que contravinieren ésta Nuestra orden”.

    Con todo, la más extensa y reveladora de las encíclicas contra la Masonería es la Humanum Genus de León XIII, de fecha 1884, en donde se expone y desvela el engaño masónico y sus verdaderos objetivos: “El fin de la Masonería es derrocar el orden religioso y político del mundo que ha producido la enseñanza cristiana y sustituirlo por un nuevo orden de acuerdo a sus ideales”.

     Y es que la Masonería, por su credo, profesa un relativismo absoluto, defendiendo como dogma inmutable e indiscutible la negación de la posibilidad de un conocimiento objetivo de la verdad. En consecuencia, la Masonería intenta imponer a las sociedades civiles su moral y sus creencias. Que es por lo que habla de una moral civil, porque no se ajusta a la ley natural, intentando imponer la laicización y el laicismo de Estado, a fin de imponer sus criterios e ideas a la sociedad civil desde los organismos del poder político y mediático (medios de comunicación social), así como a través del control de la educación.

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    Este podría ser el secreto en la Coronación de Carlos III de Inglaterra, manifestado de forma oculta y en voz baja, cuando se ocultó su cara a la vista de los mortales.

  • Ricardo de la Cierva, que se ocupó con profundidad de la Masonería, en su libro Masonería, satanismo y exorcismo (Ed. Fénix, 2011) dice: “los masones de grados superiores creen que Lucifer es realmente Dios y se refieren a Yahvé por su nombre Adonai. Los libros masónicos que se entregan a algunos miembros selectos de los grados 32 y 33 dicen que Jesús es un impostor y que Lucifer es el verdadero Dios”. Y refiere los testimonios de dos conocidos ex masones mundiales, el de Pierce Dodson, que manifiesta que “todo el corazón de la Masonería es luciferino”. Y el de Manly Palmer, que afirma: “muchos candidatos a la Masonería no tienen ni idea de que al llegar a la iniciación les serán comunicadas muchas mentiras, o que el corazón de los masones es un receptáculo de las secretas doctrinas de Lucifer, porque un masón está perdido en las tinieblas del tiempo”.
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José Luis Fernández

Partiendo de la base de que estoy en contra de todas las monarquías hay que recordar que durante la época de las Cruzadas (desde el Siglo XI al Siglo XIII), Inglaterra fue uno de los paises de la Cristiandad que más contribuyeron para la recuperación de Tierra Santa, que estaba en poder de los árabes desde el Siglo VII.

Aliena

No lo sabía, Sólo sabía que fueron a combatir Ricardo Corazón de León ( y con él su esposa Berenguela de Navarra ) y el príncipe de Gales Eduardo, futuro Eduardo I ( con su esposa Leonor de Castilla, hija de Fernando III el Santo ).

Aliena

Como apunte: no deja de ser irónico que Felipe VI, su Católica Majestad, se plegase a no tener siquiera una «Coronación» – el sarao se redujo a una «proclamación» austera tirando a cochambrosa – pero en el momento actual prácticamente todos los medios han celebrado, jaleado, alabado, admirado y rendido pleitesía al solemne, recargado y lujoso ceremonial británico, con comentarios del tipo: «Sólo los ingleses saben hacer estas cosas!» Hace falta tener valor. Y yo me pregunto qué pensará Felipe VI, suponiendo que piense.

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