21/11/2024 19:24
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“El tiempo nos ha dado la razón y los cambios no han servido para mejorar la nefasta gestión de este gobierno”

Pocas ilusiones y poca esperanza con la remodelación de este gobierno. Unos inútiles serán sustituidos por otros iguales o peores. Lo importante es cogerles la matrícula para conseguir sentarles en el banquillo más pronto que tarde, según vayan perdiendo su inmunidad. Pedro Sánchez movió ficha para culpabilizar a otros de su gestión, siguiendo esa costumbre tan española de individualizar los éxitos y socializar las pérdidas para repartir fracasos y responsabilidades. Pedro Sánchez no tiene éxitos de los cuales presumir, motivo por el cual lanza una cortina de humo para entretenernos estos calurosos días estivales.

Que nadie se confunda, que nadie se lleve a engaño. Los “nuevos” ministros serán igual de ineptos que los destituidos. El Presidente no quiere a nadie que le haga sombra, y para eso es muy importante rodearse de mediocres y pelotas, cosa de lo que por desgracia anda muy sobrada la política española. Basta con hacer un poco de memoria y recordar aquel primer gabinete de Pedro Sánchez, y como algunos comunicadores que se encuadran dentro de lo que muchos entienden como derecha sociológica, alababan y comentaban que el nuevo gobierno tenía esa cursilada de “buena música”, solo faltaba la letra. Éramos pocos los que afirmábamos que era un ejecutivo de lunáticos con algún que otro astronauta. El tiempo nos ha dado la razón, y los cambios realizados hasta la fecha, tampoco sirvieron para mejorar la nefasta gestión de este gobierno.

Entre los destituidos, destaca muy por encima de lo demás la conocida como “la berberecho” Carmen Calvo. Una ministra todopoderosa, vicepresidenta del Gobierno y responsable del Ministerio de la verdad; una de las personas que con más empeño y ahínco ha trabajado a favor de la crispación y la división entre españoles. Carmen Calvo seguirá en esto de la política, como lleva haciendo toda su vida, una indigente intelectual de manual que incluso llegó a ministra de cultura en los gobiernos de José Luis Rodríguez Zapatero.

Otro al que tampoco echaremos de menos, aunque nos ha dejado tardes de gloria y momentos para la posteridad, es el ministro “tabernario” José Luis Abalos, al que también despiden de la secretaría de organización del partido. Pocas son las explicaciones que se nos han dado como justificación de su cese, pero lo cierto es que su verborrea barata y sus formas le hacían parecer como recién salido de un bar de carretera, de esos con muchas luces de colores, olor profundo a cine de los años 70 y un humo de cigarrillos que nunca se apagan, con un fajo de billetes en rulo y enganchados por una goma. También nos deja la que fue ministra de educación, la señora Celaá, la que afirma sin ningún pudor que los niños no son de los padres y la que acabó por cargarse lo poco que de calidad le quedaba a la enseñanza pública, mientras sus hijas han estudiado en colegios religiosos y concertados.

La terna de cesados se completa con Duque “el astronauta”, del que sinceramente dudo que alguna vez estuviera en el espacio, sobre todo después de conocer su pericia a la hora de colocarse una mascarilla. De AranchaGonzález Laya destacamos sus vestidos en forma de cortinas recién arrancados de las ventanas del palacio de Santa Cruz o su obsesión por introducir la diplomacia feminista en el servicio de exteriores. Su papelón con Marruecos y el dirigente del Frente Polisario, o como el tabernario Abalos la quito de en medio en ese mítico encuentro en el aeropuerto de Barajas, con la vice presidenta del narco estado venezolano Delcy Rodríguez. Juan Carlos Campo, el ministro de Justicia también nos deja después de su indigno papel en defensa de los indultos a los golpistas del 1 de Octubre, y por último un desconocido José Manuel Rodríguez Uribes, que por no saber, no sé ni cuál era su ministerio.

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También nos deja el gran “Chaman” de la Moncloa, el “Oráculo” al que Sánchez consultaba antes de tomar cualquier iniciativa, el responsable de las producciones, los reportajes y las fotos glamurosas. El de los viernes sociales y los videos enternecedores, el de las frases lapidarias, largas, repetitivas y vacías de contenido y de compromiso. El fiel escudero ha caído en desgracia. Todo tiene un principio y un final, e Iván Redondo paga los platos rotos de varios meses de despropósitos y de un desprestigio del presidente que parece imparable.

Nadie debe preocuparse por el futuro de los cesados o destituidos, pronto tendrán acomodo en esas empresas tan cercanas al poder, con esas puertas giratorias tan cómodas y discretas que facilitan el futuro de aquellos a los que tanto deben. En el peor de los casos, siempre les quedará el recurso de continuar en política, una profesión que parece no pasar factura a los protagonistas, por muy mala y pésima que haya sido su gestión.

Autor

REDACCIÓN