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No es la primera vez que las encuestas dan buenos resultados a Marine Le Pen. Además, una táctica muy común en los medios de comunicación es publicar encuestas antes de las elecciones en las que inflan los resultados de la “extrema derecha” para asustar a las abuelas y movilizar el voto de la izquierda y de los abstencionistas. Sin embargo, aún falta un año para las próximas presidenciales francesas que tendrán lugar en abril de 2022 y las encuestas dan la victoria a Le Pen frente a Macron en la primera vuelta, un 27% frente a un 24%, pero esto tampoco es una novedad. Lo que no había sucedido nunca es que los resultados estuviesen tan ajustados de cara a la segunda vuelta, donde Macron tiene una ligera ventaja, 52%, frente a un 48% de Le Pen, que sigue creciendo en intención de voto. Pero no sólo las encuestas auguran esa posible victoria. En unas recientes declaraciones, Arnaud Montebourg, exministro del gobierno socialista de François Hollande, manifestó que, de un modo similar a lo ocurrido con Trump y con el Brexit, Le Pen “va a ganar” frente a un presidente de la República que es “odiado porque es arrogante” y lleva a cabo políticas para la “oligarquía”.
El 23 de marzo Le Pen anunció que si era elegida presidente el próximo año celebraría un referéndum sobre inmigración. “En Francia es relativamente sencillo llevar a cabo un referéndum y éste será sobre la aprobación de un proyecto de ley, preguntando a los ciudadanos franceses si están de acuerdo o no con él. Durante décadas los distintos gobiernos han estado tomando decisiones sobre asuntos de inmigración sin que el pueblo francés haya sido escuchado o preguntado sobre este tema”. Le Pen también señaló que ese proyecto de ley contemplaría la suspensión de algunos de los motivos por los que se concede la ciudadanía, para que “la nacionalidad francesa sea heredada o ganada”, y el fin de la reunificación familiar, además de que las solicitudes de asilo se procesaran en los consulados y embajadas francesas. “También eliminaremos todos los obstáculos para la expulsión de criminales y delincuentes extranjeros”.
Manifestación contra RN en Burdeos
Además del referéndum, Le Pen anunció que su segunda medida iría destinada a un mayor control de las fronteras, “le diré a la Comisión Europea lo que considero innegociable en el marco de la soberanía nacional y en particular en el control de nuestras fronteras”. Por último, afirmó que su tercera medida sería una reforma fiscal para aliviar a la clase media que en su opinión está sufriendo una presión “insostenible”. Todas estas promesas han causado el espanto de la clase política francesa, pero el apoyo a Le Pen y su partido, Reagrupación Nacional, crece a diario a pesar del acoso continuo por parte de los medios de comunicación y de que sus sedes y militantes sufren con frecuencia la violencia de la extrema izquierda.
El pasado 4 de abril dos militantes de RN fueron agredidos por un grupo de cinco antifas mientras repartían propaganda en Les Halles de Saint-Nazaire. Benoît Glotin, de 49 años, y Gauthier Bouchet, de 33, fueron golpeados y el primero sufrió una fractura de tobillo y tuvo que ser trasladado al hospital de Saint-Nazaire por los servicios de emergencia. Como señaló Philippe Vardon, consejero regional de RN de Provenza-Alpes-Costa Azul, en Twitter: “Benoît no aparecerá en la portada de los periódicos. Es un militante de RN, así que, de alguna manera, tal vez lo estaba pidiendo, ¿no es así? Pocos lo dirán; muchos lo piensan”. El movimiento antifa está cada vez más radicalizado en Francia. En diciembre del año pasado, siete militantes de extrema izquierda fueron acusados de formar una organización criminal y de preparar atentados contra policías y soldados, incautando a los detenidos sustancias para fabricar explosivos, armas de fuego y alijos de municiones. Unos meses antes, en mayo, dos militantes de antifa fueron detenidos tras adquirir armas de fuego para “matar policías” cerca de Lyon. Sin embargo, la persecución política en Francia se dirige hacia la derecha, como hemos visto con la ilegalización de Generación Identitaria, mientras cada vez más barrios son presa de la violencia callejera e islamista.
La islamización y la violencia islamista son otro problema que el gobierno de Macron parece incapaz de resolver pese a la guerra propagandística contra el separatismo islamista. Una islamización que en muchos casos recibe el apoyo entusiasta de la izquierda francesa y que cuenta con el beneplácito de una mentalidad buenista en buena parte de las instituciones francesas. Marine Le Pen reaccionaba indignada el pasado martes a la decisión del tribunal de casación de no considerar legalmente responsable a Kobili Traoré del asesinato de Sarah Halimi. Traoré, un joven de 27 años, golpeó y arrojó al vacío a su vecina judía Sarah Halimi, de 64, mientras gritaba “Allahu Akbar”. Según los expertos, Traoré, que había cometido el crimen después de tomar drogas, habría sufrido un trastorno psíquico transitorio por lo que no puede ser juzgado penalmente. Esta clase nueva de trastorno transitorio parece extenderse por toda Europa, como acaba de suceder en Alemania. Sarmad A., un solicitante de asilo iraquí de 30 años, atropelló a varios motoristas en una autopista alemana en agosto, hiriendo a seis personas, tres de ellas de gravedad. Tras el atropello, salió de su vehículo y gritó “Allahu Akbar”, añadiendo que todos morirían. Aunque se asumió la motivación islamista del ataque, Sarmad ha sido considerado como un enfermo mental por las autoridades germanas y, por lo tanto, no puede ser considerado legalmente responsable por sus crímenes. Es de locos.
Manifestación pidiendo justicia por la muerte de Sarah Halimi
Macron, el antiguo empleado de los Rothschild, está en sus niveles de popularidad más bajos y su política ha castigado severamente a la clase media y trabajadora francesa, que salió a la calle en masa durante la revuelta de los chalecos amarillos. La gran esperanza del globalismo, aupado por una enorme campaña de los medios de comunicación, ha sido una enorme decepción que no ha logrado detener la violencia rampante que asola Francia, e incluso algunas voces consideran que el país galo se encamina hacia una guerra civil. Por esa razón puede que haya llegado la hora de Le Pen o que esa hora esté próxima, porque lo que se juega en Francia, y podemos extender esto a la mayor parte de Europa Occidental, es mucho más que una política u otra, lo que está en juego es su propia supervivencia.
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