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En el siglo XVI quemaron en la hoguera al médico Miguel Servet aparentemente por defender la verdad científica de la circulación de la sangre, en aquella sociedad calvinista de la Ginebra Suiza. Supuestamente, el oscurantismo de la época lo condenó por hereje.

En un Estado moderno del Siglo XXI la obligación del mismo es la neutralidad, respetando la libertad de opinión, la publicación de libros, la investigación y la divulgación de ideas, tal y como dice la tan cacareada como mancillada Declaración Universal de los Derechos Humanos.

Pero hoy como ayer, hoy al igual que en la Ginebra de Calvino, quien decide lo que es la verdad científica, o mejor dicho la verdad de cualquier índole, es el poder.

Lo que en realidad llevó  Miguel Servet a la hoguera, no fueron sus teorías sobre la circulación de la sangre, si no, que aquél médico español estaba cuestionando al poder político, con la propuesta de una visión antropológica peligrosa que podía desestabilizar al poder cimentado en aquel momento en la confrontación teológica.

El día 8 de febrero de 2021 un médico de la asociación, la cual tengo el honor de presidir, el cirujano Juan Mariano Perez Abad publicó un artículo cuyo titular rezaba de este modo:”Ocultan varios casos de encefalitis post-vacuna ingresados en UCIs de Murcia.” “la encefalitis es una enfermedad muy grave, pero afortunadamente, muy poco frecuente”. “A pesar de que la encefalitis está descrita como uno de los efectos adversos propios de esta vacuna, las autoridades no han querido dar por sentado aún la relación directa entre amabas cosas.”  Y ante esta información ocultada y denunciada, la reacción del poder fue inmediata, el indigno colegio de médicos de Murcia ha amenazado mediante un comunicado coactivo al médico Pérez Abad nada menos que con abrirle un expediente que podría inhabilitarlo. Eficaz aviso a navegantes, a aquellos otros profesionales que deberán por tanto aplicarse el cuento y la mordaza si no quieren ser arrojados a la hoguera de la inhabilitación o en el mejor de los casos del arrinconamiento profesional.

Ya son más de diez los países que se han sumando a la suspensión de la vacunación para el COVID-19 por haber observado efectos secundarios graves. Países como Noruega, Dinamarca, Islandia o Bulgaria, pero las supuestas autoridades sanitarias supranacionales, y que yo no entiendo muy bien el motivo de atribuirse esa autoridad, siguen avanzando en el empecinado camino de la propaganda y la mordaza para que todo el mundo se vacune.

Hubo un sabio que dijo, que “los arboles no nos dejan ver el bosque” y lo cierto y verdad es que para ver este bosque, sin duda es necesario salir de él. Y a poco que reflexionemos, nos daremos cuenta de que esto no es solamente un virus, ojalá fuera solo un virus. Estamos en un asunto turbio y político, valga la redundancia, y la supuesta pandemia no es otra cosa que una herramienta de poder. Si apagamos el televisor y salimos del bosque, solo entonces podremos hacernos las preguntas de fondo. ¿Quién mueve los hilos? ¿Quién se beneficia de todo esto? ¿Por qué nos ocultan información y nos mienten? ¿Por qué amenazan y coaccionan a las voces disidentes? La ciencia jamás habría avanzado sin opiniones discrepantes. Yo me pregunto, ¿Se busca una vacuna para un virus, o esto es un virus para una vacuna? ¿Cuál es la razón por la que impiden las autopsias, la investigación, la información y la divulgación de ideas? Es posible  que la razón sea la misma por la cual condenan a la hoguera del ostracismo a mi buen amigo el médico Juan Mariano Pérez Abad.

Sin duda con este acto en España muere un poco más la LIBERTAD, ¡DESCANSE EN PAZ!

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REDACCIÓN