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La izquierda tiene un problema evidente con la diferencia, lo peculiar le horroriza y la diversidad le resulta aterradora, por eso el objetivo principal del comunismo es crear una sociedad artificial donde todo sea idéntico, procurando eliminar cualquier elemento que destaque sobre el resto.
Esta idea tiene su origen en un hecho psicológico, la mente del hombre está preparada para distinguir inmediatamente lo ordinario de los extraordinario; veamos pues, un ejemplo: si vamos al llevarnos a la boca un trozo de pan comprobamos que está verde –como el pan por lo general es blanco– en seguida sospechamos que nos puede sentar mal, e instintivamente lo descartamos. Constituye este un mecanismo de defensa básico, primitivo y que a lo largo de la vida se va adaptando según la experiencia; que es la primera fuente del conocimiento.
Estas herramientas psicológicas pueden refinarse con la práctica, pero sobre todo empleando la razón; cosa que no es muy frecuente en la mal llamada progresía actual. Un uso adecuado de las facultades mentales nos conducen, normalmente, a la solución lógica, es decir; razonable. Lo que se traduce en constatar que las diferencias entre seres humanos son necesarias ya que nos vienen impuestas por el orden natural de las cosas; uno no elige su forma física, su sexo o su preferencia sexual si no que son hechos que provienen de la contingencia.
No dependiendo de uno algunas de sus circunstancias, en ciertos casos pueden darse algunas que limiten tanto a la persona que por proteger su dignidad y su bien estas necesitan una especial protección; por ejemplo: nasciturus, menores de edad, discapacitados físicos e intelectuales; otras sin embargo no limitan la capacidad del sujeto que la ostenta, pero de afirmarse –como hace la izquierda constantemente– que tales circunstancias si limitan la capacidad, esa afirmación constituye un atentado contra la dignidad personal.
Buen ejemplo de ellos es que desde 2004 el legislador español ha equiparado la condición de mujer con la minoría de edad, la discapacidad y la necesidad de especial protección; veamos la actual redacción del código penal en su artículo 172 «el que de modo leve coaccione al que haya sido su esposa, o mujer que esté o haya estado ligado a él por una análoga relación de afectividad aun sin convivencia será castigado con una pena de prisión de seis meses a un año» «la misma pena se impondrá al que de modo leve coaccione a persona especialmente vulnerable que conviva con el autor».
Esta equiparación legal es una barbaridad y es brutalmente ofensiva para la mujer, es considerar que no tiene arrestos mentales necesarios para enfrentar una coacción leve por el mero hecho de ser mujer; una consideración propia de una mentalidad ya no retrógrada si no inmersa en un prototipo ficticio histórico de conducta femenina que solo sostienen los defensores del patriarcado y de la teoría de género: el de una mujer sumisa e infantil; cuando el que tiene un mínimo conocimiento histórico se da cuenta del papel imprescindible, las inestimables contribuciones y del fuerte carácter que han demostrado muchas mujeres a lo largo del tiempo.
Son precisamente estos payasos semianalfabetos, profundamente ignorantes, brutos, zafios pero sobre todo primitivos los que confinan en guetos conceptuales, sociales y legales, o “colectivos”; que es la despiadada expresión que utilizan para referirse a aquellos que han decidido incapacitar socialmente por su sexo y preferencia sexual; luego se erigen como sus más profundos defensores prometiéndoles que si se dejan avasallar por sus prebendas y sus desvaríos de ingeniería social lograrán evitar alguno de esos pequeños problemas que a todos nos dan nuestras propias peculiaridades.
Estas tipejas y tipejos odian todo lo femenino por que es diferente, han asumido que el hombre ha tenido un papel destacado en la historia, que sus roles tradicionales han sido más productivos para la humanidad, destacan arquetipos masculinos de conducta despreciables como ejemplos a seguir e imitar–no les suena eso de “sola y borracha quiero llegar a casa”, entre otras lindezas–, tratan de igualar en cualquier mínima divergencia la homosexualidad a la heterosexualidad porque no pueden considerar que haya dos maneras muy distintas pero igualmente respetables de relacionarse sexualmente, o que el amor entre personas hoy día no tenga siempre fines reproductivos, o que no quieran imitarse mutuamente o ser lo mismo por imperativo legal.
A fin de cuantas que podemos esperar, estamos gobernados por asnos que no entienden que procurar la igualdad entre sujetos desiguales produce la injusticia más lacerante; que les voy a decir; que lean a Aristóteles: Ética Nicomano, descubrirán la equidad es la vía de la justicia. Y si por suplicar a Dios no vamos a perder nada supliquemos tener en el congreso a tías y tíos que al menos sepan leer y que ostente el cargo por su valía intelectual y no por su picaresca política o sexual.
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