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Visto, y varias veces, la genial película La escopeta nacional, de don José Luis Berlanga, un duro y ácido retrato de las postrimerías del franquismo, en blanco y negro.
Real como la vida misma.
Unos empresarios, catalanes, por más señas, que pretenden conseguir la obligatoriedad de instalar determinados servicios en los edificios, de forma que puedan lucrarse rápidamente, con el monopolio u oligopolio del asunto, gracias a sus contactos con el ministro del ramo, etc.
Para ello consiguen ser invitados a las famosas cacerías a las que acudían los prebostes del régimen, asistidos por varias putas, a cual mejor, que pretendían excitar –y nunca mejor dicho-, el interés de los jerifaltes por el negocio.
No se ahorraban gastos, pero siempre a la búsqueda de negocios, que buenos son los catalanes para esto.
Y, si hacía falta, se les prestaba a las señoritas de moral distraída, como se decía entonces, para animar a los políticos de turno, con mando en plaza.
¡Qué poco hemos cambiado!
Siempre con las mujeres como moneda de cambio.
Pero, la corrupción y degeneración actual es peor, mucho peor, y ello por dos razones básicas:
- En el caso Tito Berni, por ejemplo, no son los empresarios los que se arriman a los políticos, para obtener beneficios, sino que son los propios políticos los que van en busca de empresarios, muchas veces desesperados, por la mala situación de sus empresas, la necesidad de mantener el empleo, etc., los que les ofrecen atajos al borde de la ley, realmente fuera de la ley, y claramente incursos en el Código Penal. –
- La utilización de altas instituciones del Estado, escaños de diputados y senadores, el propio Congreso de los Diputados, una institución tan prestigiosa como la Benemérita, y nada más y nada menos que un General de División del Cuerpo, etc., para dar la apariencia de que aquí mandamos nosotros, y nuestra palabra es la ley…
Todo ello adobado con decenas de putas, supongo que de alto standing, y drogas duras, cocaína, a kilos.
Y cuándo el súbdito, vasallo y contribuyente ve esto, él que lo está pasando tan mal para poder llegar a fin de mes, y al que cada día le es más difícil poder ahorrar algo, piensa, y con razón: ¿en qué mierda de país vivimos…?
¿Cómo hemos llegado a esta situación, que produce vergüenza ajena?
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Pues por la dictadura de los partidos políticos, las listas cerradas, que permiten «seleccionar» a los más inútiles y corruptos, etc.
Y la costumbre, tan española, de dedicarse a la política la gente que no sirve para nada, salvo honrosas y escasas excepciones, o, simplemente, no quieren trabajar.
Hoy por hoy, los pñolíticos son como la mayoría de los abogados: no resuelven problemas, sino que los crean.
Los partidos no son tales, pues no defienden ideologías, sino intereses.
Son partidas.
A su lado, los ladrones de Sierra Morena, eran unos simples aficionados…