28/04/2024 20:42

mature woman with black pillow on white bed

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Imaginemos el lema “[A nosotras] nos gustan maduritas, ¿y a ti?”, como eslogan de  una campaña feminista a favor de la lesbiandad  para rescatar de la “invisibilización” heteropatriarcal  y machista por la edad a la mujer madura tras el cambio climatérico, ahora que la promoción gubernamental globalitaria  de la Agenda 2030 de la pederastia pasa de “En los brazos de la mujer madura” del húngaro Stephen Vizinczey a menores.

   Supongamos, además, que ese mensaje se desprendiera, por connotación afectivo-sexual, de la imagen de un producto alimenticio de género (gramatical, claro está) femenino, como piezas de fruta (peras, sin ir más lejos, o manzanas, o ¡¡papayas?) ¿Se entendería el mensaje como incitación a la depredación sexual o a la antropofagia?

   Y suprimamos, finalmente,  y en virtud (o defecto, más bien) de la elipsis, a dichas beneficiarias, tal como se omite el sujeto “ellas”, aludido icónicamente por la imagen. ¿Prescindiría entonces el mensaje de las eventuales beneficiarias de tal gusto por el hecho de que se diera cabida, a gusto del consumidor, a beneficiarias y/o… beneficiarios?

   No, antes bien la connotación erótica de la expresión, su significado subjetivo en español, de carácter generalizado con sentido heterosexual unívoco de varón a mujer (y me resisto a hablar de “machismo” si se mantiene el interdicto sobre el “hembrismo”), se amplía a la eventual relación homosexual femenina que el feminismo reivindicaría.

   Pues bien, pasemos de fiction a faction, de una especulación así a un caso “basado en hechos reales”: “Nos gustan las maduritas, ¿y a ti?” figura como leyenda sobreimpresa en la fotografía de una hamburguesa de Campeonato (y nunca mejor dicho, pues se trata de la campaña publicitaria de un restaurante para un certamen gastronómico español).

    Salvando las distancias entre la alegoría sexual hortofrutícola de connotación positiva “vegana” y la más pecuaria (y en el punto de mira de la ecologicísima Agenda 2030) del trozo de carne “rubia gallega madurada 80 días con el sistema dry aged”,connotada negativamente como “encarnación de los placeres de la carne con la agravante de estereotipo ario del pelo rubio de la dehesa de su denominación de origen, ¿el mismo eslogan se trueca en prueba indiscutible de sexismo animalizador de la mujer en virtud (o pecado) de la lujuria y la gula, amén de una incitación al canibalismo propio, pongamos por caso, de los aztecas, al ginocidio o, pongamos por caso, genocidio de los Astrazeneca?

   Algo así parecen haber entendido, ante la exhibición de dicho anuncio del restaurante “Doce más uno” de Gijón en la trasera de un autobús urbano del servicio municipal, las mentes calenturientas del Instituto Asturiano de la Mujer que, a partir de una supuesta “queja” anónima (protegida ¿o imaginaria?) han dado parte al “Observatorio de la Publicidad e Información no Sexista del Principado de Asturias”, que a su vez ha acudido al “Observatorio de la imagen de las mujeres”, dependiente del Ministerio de I(gualdad) Montero, saldándose con la retirada del eslogan de dicho vehículo, contratado para todo el año tras haber superado restauradora y creativa publicitaria los controles pertinentes, sin otra explicación, ni cauce de apelación, ni más disyuntiva que “el cambio de lema o la rescisión del contrato”, según ha informado La Voz de Asturias,  por ser “ofensivo” e   “incitar al odio o la discriminación por razón de género” [o más bien, de “sexo”, puesto que “hamburguesas” y “maduritas” es de género femenino] “o fomento de desigualdad de la mujer”, según prescribe la “Ley General de Comunicación Audiovisual” en vigor.

   Dejando a un lado la hipótesis de la competencia desleal, de parte, de las instituciones públicas, favorables a descalificar (socialmente o de facto), por tratarse de un premio de Campeonato, a una de las concursantes, cabe preguntarse ante una sentencia de censura de la libertad de expresión de la connotación subjetiva del lenguaje en nombre del totalitarismo de la neolengua globalitaria, qué fue antes: ¿los prejuicios o la ignorancia?, ¿las consignas o la (in)cultura de la cancelación?, ¿la enmienda de atavismos del lenguaje o el sabotaje a la lengua común?, ¿el sometimiento de pequeñas y medianas empresas, en cada vez más casos, dirigidas por emprendedoras, o la interiorización de la autocensura mediante escarmientos, escarnecedores y en carne propia, por medio de la penalización?

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    Parece evidente que sancionar una connotación “pecuaria” con un castigo pecuniario, habida cuenta aquí del  contrato del servicio para todo un año, haciendo oídos sordos al horizonte igualitario que abre la interpretación del mensaje en la nueva situación comunicativa, delata la intención del feminazismo de imponer sus propios tópicos caducados.

   Y no digamos ya, en el mismo Ministerio de Igualitarismo (que no de Igualdad) que, cabalgando la contradicción de su absurdo congénito, anula la condición de “mujer” en nombre de la “ideología de género”, para la que no existe como sexo, sino como uno de los innumerables géneros opcionales en que cualquiera puede instalarse ocasionalmente, lo cual abriría aún más la semiosis interminable de la deconstrucción trans-humanista al permitir que “maduritas” pueda referirse a transexuales varones (de promoción),o hamburguesas de carne transgenérica o transgénica, burguesas bisexuales, o intersexuales o “raritos” (queers) de género fluido como su mostaza y otros jugos o secreciones. O las asturianas no binarias neobablantes que lean “A nós/otres nos gustan maduritas, y a ti?”

   “Maduritas” o “poco hechas” (ha escrito un ingenio castellano), trans-feminista lela o de género lelo, subvención y chiringuito, tendrás que estar “a las duras y a las maduras”. Es lo que hay, ¡oh bella ingrata, amada enemiga mía!” El caballero de la Triste Figura.

 

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