17/05/2024 00:12
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Lenin es el protagonista de la Revolución Bolchevique en Rusia. Pero Lenin tiene otro motivo más importante para figurar en los anales de la Historia. Lenin fue el iniciador de la corriente denominada Progresía Caviar.

Lenin jamás trabajó. Lenin vivió toda su vida de las remesas dinerarias que le remitía su pobre madre. También ya talludito obtuvo ingresos como capo de una red de atracadores de bancos. Últimamente y antes de convertirse en el propietario de Rusia obtuvo grandes caudales provenientes del Gobierno alemán a fin de traicionar a Rusia, su propia patria. Lenin pasó toda su vida tratando de convencer, a base del crimen y la mentira, de que la cosmovisión que tenía de la realidad, había de ser la única que al resto de los seres humanos se les debía permitir poseer.

Estos hechos le otorgan méritos suficientes para definir a Lenin como el primer progre caviar de la historia.

Ser progre caviar significa estar castrado de todo resquicio de pensamiento personal y propio. Pensamiento personal y propio que no vaya dirigido al individual provecho, al egocéntrico interés. Un progre, es un ser humano que pretende vivir opulentamente, no desempeñando trabajo productivo alguno. Un lejano tufillo marxista le lleva, al progre caviar, al convencimiento íntimo de que el trabajo es una actividad alienante. Profesa el postmodernismo práctico. Consume con profusión, gusta de lujos. El enriquecimiento es su religión y el dinero su divinidad. Su única fe está en el carpe diem; su horizonte, el provecho propio. El otro para él no existe, sino como instrumento. La igualdad siempre está en su boca. La codicia y el privilegio en su conducta. Suelen girar en la órbita de la social democracia y del marxismo. Pero aunque en la izquierda política son legión (de ahí Izquierda caviar) no están ausentes en los espacios políticos del centro y de la derecha. Constituyen una mezcla del pícaro del siglo XVII, el señor de horca y cuchillo del siglo XI y el tahúr de ventaja del lejano oeste americano. Son artistas de la mentira. La verdad, para ellos es ignota. Su discurso es siempre un puchero de necedades condimentadas con salpicones marxistas, aunque militen en espacios políticos ajenos a la izquierda.

Como los marxistas, los progres caviar no son religiosos. Existen gentes que opinan que su inquina anticristiana se fundamenta en aquella sentencia que San Pablo en su Epístola a los Tesalonicenses (3.7-12), pronuncia con rotundidad: “El que no trabaje, que no coma”.

La Revolución es utilísima al progre caviar porque tan solo de ella depende su bienestar socio-económico.

Un progre caviar es un ser que actúa de forma similar a las grandes aves carroñeras de agudísima visión. Descubren la carroña que, a muchos kilómetros, en la llanura yace, y en veloz vuelo, aprovechando las corrientes de aire que le son favorables, se dirige con premura a gozar del banquete que le ofrece tanto la muerte como la desgracia ajenas. El progre caviar es un individuo humano que pasa los instantes que vertebran su existencia venteando los horizontes sociales en pos del hedor del beneficio, tras el aroma del provecho, guiado siempre por el olor que la ganancia desprende.

Es fácil contemplar a estos sujetos humanos defendiendo el aborto, y al mismo tiempo reclamar la supresión de las corridas de toros; exigiendo la eutanasia y al uní-sono dolerse por la muerte de una liebre en un lance de caza; exigir la desaparición de la enseñanza religiosa en las escuelas, mientras organizan una manifestación para rezar por el alma de los toros lidiados en el coso; proponer la legalización de las prácticas sexuales de adultos con niños y simular que se angustian por los abusos sexuales que tienen que soportar las gallinas por parte de los gallos…En fin, en todo lugar donde el conflicto, en la mayor parte de las ocasiones artificiosamente provocado, proporcione caudal abundante, será frecuente encontrar al progre caviar abrevando.

Lenin es materialista. También dicen serlo los progres caviar. Aunque realmente los progres caviar no son nada. Toman del postmodernismo la idea de que la verdad es líquida. Esto quiere decir que la verdad toma la forma del envase en el que se introduce. Y de este modo solo será verdad aquello que queda embotellado en el frasco de sus intereses.

Es curioso observar como Lenin va adoptando cien años antes de que surja el postmodernismo esta misma postura.

Traigamos hasta aquí  un ejemplo.

Veamos a continuación como el astuto Lenin actuó con respecto al propio concepto de materia, en el cual, necesariamente, habían de apoyarse sus convicciones materialistas:

 “La materia es aquello que actuando sobre nuestros sentidos crea la sensación; la realidad objetiva que se nos ofrece en nuestras sensaciones”[i] nos dice el viejo Lenin.

Esta  definición que de materia proclama Lenin  -tal como dice Luis Cencillo en su Historia de los Sistemas Filosóficos- podríamos afirmar que es congruente con los positivistas de su tiempo, e incluso podríamos ponerla en paralelo con las convicciones de la escuela neoescolástica por aquello de la  “adaequatio intelectus et rei y el nihil est intellectus quod prius non fuerat in sensu”..

Lenin continúa su  exposición afirmando que la materia “es una categoría filosófica para designar aquella realidad objetiva, que llega al hombre a través de las sensaciones y que es reproducida por ellas, copiada, fotografiada, a la vez que existe independientemente de ellas”.

Y en otro pasaje nos aclara Lenin: “La materia es aquello que actuando sobre nuestros sentidos crea la sensación; la realidad objetiva que se nos ofrece en nuestras sensaciones”.

Con estas aclaraciones sobre su concepto de materia lo que realmente quería el muy truhan era dejar a su definición fuera de las críticas que le pudieran venir por parte de la ciencia positiva, que ya había comenzado en aquellos tiempos a realizar análisis atómicos de la materia. Ya se hablaba del átomo, del electrón, del “éter” concepto muy de moda en aquella época.

Pero esto no era problema. Sus aclaraciones le permitían calificar dichos estudios de la ciencia positiva, como meras etapas en la profundización del conocimiento de la Naturaleza.

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Claro está que esta insistencia en lo tocante a que la materia era aquello  reproducido por las sensaciones, nos desvelan nítidamente algo sobre las preferencias lectoras tanto de Lenin como de los progres caviar, los cuales comparten con  Lenin su tozudez en lo que respecta a la defensa contumaz de sus intereses. Aunque dicha defensa deba de penetrar en los ámbitos del ridículo.

Ni Lenin ni los progres caviar leyeron jamás a Santa Teresa de Jesús.

Santa Teresa de Jesús, la santa abulense y genial doctora de la Iglesia, intuía, ya en el siglo XVI, que la materia escondía secretos insondables más allá de lo que percibimos y mucho más profundos de lo que la superficialidad de las sensaciones nos ofrecen:

“soy tan amiga de este elemento (el agua), que le he mirado con más advertencia que otras cosas, que en todas las que crio tan gran Dios, tan sabio, debe de haber hartos secretos de que nos podemos aprovechar, y ansi lo hacen los que lo entienden, aunque creo que en cada cosita que Dios crio hay mas de lo que se entiende, aunque sea una hormiguita!. (…)

…como unos pastorcillos bovos, que nos parece que alcanzamos algo de Vos y debe ser tanto como nonada, pues en nosotros mesmos están grandes secretos que no alcanzamos.[ii].

Nos colmaría de gozo que después de leer esta cita de Santa Teresa de Jesús viniera a la mente de los discípulos de Lenin la idea de que es más provechoso para el acercamiento a la Verdad leer a los místicos cristianos que a su venerado maestro.

Aunque, mucho nos tememos que un leninista de pro nos respondería, con su malhumorada jeta: ¿Y a quien, ¡coño!, le importa la Verdad?, con lo cual, sin duda, tendríamos que estar de acuerdo. Sobre todo si contemplamos el transcurrir de la sociedad española en los días que corremos.

Al fin y al cabo, hoy día en España, nos responde de igual modo la ingente infinitud de progres caviar que del conflicto hacen su herramienta del cotidiano sobrevivir, y que se agazapan en su discurrir tras la muralla que la líquida post verdad les brinda.

Pero es lo mismo. Si no fuera así jamás hubiéramos podido calificar a  Lenin como el profeta iniciador de la progresía caviar. Sabido es que la mentira es el alimento de sus vidas y el asiento de sus existencias. Ya lo decía el mismo Lenin: “Una mentira repetida mil veces se convierte en una verdad”. Frase que después asumiría su admirador, aunque enemigo, Joseph Goebbels, ministro para la Ilustración Pública y Propaganda del Tercer Reich alemán entre 1933 y 1945.

Pero dejemos de divagar y sigamos el hilo que nos ha conducido hasta aquí:

No eran solo las objeciones que desde la pretérita atalaya del siglo XVI le ponía Santa Teresa de Jesús a Lenin, sino que dentro del mismo marxismo había gentes que se percataba de las gilipolleces que decía su jefe. Budganov, Valentinov, Juskevitsch y junto con otros querían dar otros fundamentos al marxismo.

Pero claro, ante lo que Lenin percibe como una amenaza lleva a término un muy habilidoso regate, como hace el delantero ante el defensa del equipo adversario, y formula rápidamente una nueva definición empirio-criticista de Materia, justificándose con la afirmación: “no hay límites absolutos de la Naturaleza,  ya que un concepto fijo de Naturaleza sería burgués”. Afirmando que “toda tesis científica tiene un valor aproximado”. Y a fin de prescindir de los resultados de la ciencia positiva del momento se lanza a enunciar una nueva definición descriptivo-percepcionista de materia: “Materia es lo que percibimos por los sentidos”.

No podemos pasar por alto esta justificación que hace Lenin en su razonamiento: “Un concepto fijo de naturaleza sería burgués”. Y claro con tal premisa ¿quién va llevarle la contraria?. Lo grave es que un concepto que no es fijo, no es un concepto. Un concepto podrá evolucionar, podrá quedar superado; pero la formulación del mismo ha de ser objetiva, concreta y determinada. Es lo mismo que si dijéramos que una definición tiene que ser indefinida, y si no es indefinida es fascista.

Bueno, pero esto no nos debe asombrar. Ha transcurrido un siglo y en España, en los tiempos que corremos, cualquier progre caviar que se preste calificará de “fascista” a todo lo que se aleja de los dictados del pensamiento políticamente correcto. Hoy día llamar “fascista” a alguien en España, es lo mismo y tiene el mismo significado e idénticas  consecuencias que, cuando en los  tiempos de Lenin se llamaba “burgués” a un sujeto en Rusia.

Son cosas que pasan en algunos de “los paraísos de las libertades” que los progres caviar están empeñados en hacernos ver hoy día en el mundo.

Pero sigamos sin digresiones que nos hagan perder el hilo.

Es evidente que decir que “Materia es lo que percibimos por los sentidos” supone claramente la identificación de la materia y la sensorialidad.

Y esta identificación de materia y sensorialidad ya no es Santa Teresa de Jesús, sino un astrofísico de prestigio internacional, el Padre Carreíras, quien nos informa de que es una soberana gilipollez:

“La materia no es aquello que queda impreso en nuestras sensaciones. Yo sé con certeza, basada en fe humana, lo que me dice la teoría atómica. Y me dice que mi mano es una nube de partículas en algo que es prácticamente vacío, y que la mesa también es una nube de partículas en algo que es casi totalmente vacío. Y que cuando yo quiero pasar mi mano a través de la mesa, no pasa porque hay fuerzas de repulsión, pero que no hay nada sólido, ni en la mesa, ni en mi mano, no llegan a tocarse jamás dos partículas. Todo esto lo sé con certeza, a pesar de que va en contra de lo que dicen mis sentidos”[iii]

Nos informa Luis Cencillo- mi recordado profesor- que identificando la materia con la sensorialidad, lo que hace Lenin, es arrebatar a la materia todo valor ontológico. Describe Lenin a la materia carente de toda realidad cósmica.

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Este problema lo capta Lenin y a fin de soslayarlo, regatea ágilmente al defensa del equipo contrario, formulando una nueva definición de materia. Nueva definición que traerá como consecuencia una problemática más honda y profunda, pero Lenin se queda más ancho que largo.

Esa realidad que llega al hombre a través de los sentidos es simplemente infinita: “el electrón es tan inagotable como el átomo; la naturaleza es infinita”.

A este respecto Luis Cencillo dice: “Con esto se ha dado un salto enteramente transmaterial y del cual va a seguir sacando consecuencias el materialismo dialéctico. La Materia queda transformada en una entidad metafísica con atributos transcendentes y teológicos”.[iv]

Ante esta situación lo lógico sería suspender el partido, pero esto no ocurre.

Continúa el juego.

Claro está que dicha definición plantea problemas en la cancha. Es evidente que los materialistas dialecticos de tendencia leninista, o sea los discípulos prácticos de Lenin, han continuado sacando consecuencias de este inverosímil planteamiento, tal como sugiere Luis Cencillo. Pero eso realmente no ha complicado el devenir intelectual de muchos de los que se confiesan leninistas.

A nivel personal, para ellos, lo verdaderamente importante es la economía progresista. Dicho de otro modo: el progresar personalmente en el abundamiento individual respecto a la teneduría dineraria.

Hemos de recordar que a la muerte de Lenin, su colosal fortuna, reclamada por Stalin a la banca suiza, le permitió a éste la remodelación del ejército rojo.

No se nos debe de olvidar que Lenin profesionaliza la labor revolucionaria.

Lo cual quiere decir que para un leninista la revolución es similar a lo que son los campos para el labriego, el taller para el mecánico, el despacho para el profesional, la bolsa de valores para el financiero. La Revolución será el abundante manantial del cual nacerán los bienes del leninista y el motor que ponga en marcha su prosperidad. Exactamente igual que lo consideran los progres caviar.

Sea como sea, y volviendo al hilo, lo cierto es que para Lenin la física moderna (se refiere a Einstein y su Teoría de la Relatividad y a Max Plan con su Física Cuántica) ha caído en errores idealistas por ser ajena a la dialéctica materialista.

Dice Lenin que “el error nace de que al negar los físicos modernos la inalterabilidad de los elementos conocidos, que es negar las propiedades de la materia, han llegado también a negar la realidad de la materia misma, lo que es negar la realidad objetiva del mundo físico[v]”.

¡Parece mentira! Pero es cierto.

No solo niega los paradigmas de Einstein y Plank sino que los acusa de que aceptándolos se llega a la negación de la propia materia.

Y no se para ahí. Lenin llega a decir que “la moderna física está en los dolores del parto. Está trayendo al mundo el materialismo dialéctico”. Con lo cual, imagino quería decir que Einstein y Max Plank debían dejarse de bobadas con su ley de la Relatividad (Einstein) y con su Física Cuántica (Max Plank) y asumir las interpretaciones que del cosmos lleva a término el Materialismo Dialéctico. O sea, él. Y su “peculiarísima” concepción de la materia. Que por otro lado, como hemos podido ver en el texto de Luis Cencillo, era una concepción, en  muchos aspectos, anclada en los más retrógrados ámbitos medievales.

Es el colmo.

A esto sí se puede decir que es tener alta la autoestima.

Vamos, señores leninistas, que lo que hace su maestro es pasarse dos pueblos.

Ahora bien, evocar los razonamientos de Lenin tiene, sin duda, un aspecto positivo. Nos conducen a rememorar a Rafael “El Gallo”, el inefable torero de últimos del siglo XIX y primeros del XX y junto con él, exclamar aquello de: ¡Hay gente p ´a tó!.

Y ya que hemos traído a colación a un torero genial habremos de aceptar que la Materia no es aquello inmediato y tangible que, según Lenin,  reproducen, copian y fotografían nuestros sentidos, sino que, por el contrario, la Materia es la puerta de cuadrillas por donde el Hombre penetra en el inmenso ruedo del Misterio.

En la Materia existen más aspectos, niveles, estructuras y sistemas de los que ésta deja impresos en nuestras sensaciones. La Materia está preñada de Misterio. Cuando el Hombre contempla la Materia siempre la ve en pleno lance amoroso, obsceno, impúdico y lascivo con su gran amante: el Misterio.

Pero ¡quítate tú ya!, le vas a venir con estas milongas a un leninista o a un  progre caviar, que para el caso es lo mismo.

Quizás fuera este cúmulo de afirmaciones, junto con la creencia marxista de que la cultura es la herramienta de la que se valen los explotadores para mantener su estatus frente a los explotados, lo que llevara a los marxistas leninistas al convencimiento de que era necesario “someter todas las ciencias a una revisión marxista-leninista”[vi].

Aspecto este sobre el cual trataremos en otro momento; cuando muestro sentido del humor nos lo per

[i] Materialismo y Empiriocriticismo. Ed. de Moscú. 1947. Pág. 273

[ii] Santa Teresa de Jesús.- Obras Completas.-Las moradas.- Moradas cuartas. Capítulo 3.- Puntos 2 y 5.- Pag.385 y 386.-Ed. Editorial Católica. 1.972.-Madrid.

[iii] Manuel Carreira. Ciencia y Fe. Relaciones de complementariedad.- Ed. Voz de Papel. Colección Veritas.- p. 20.-Madrid.-2004.

[iv] Luis Cencillo, Filosofía fundamental, Tomo II. Historia de los sistemas filosóficos, ed. Sintagma, Madrid 1968, pág. 198 y 199.

[vi] Ramiro de Maeztu. España y Europa. Ed. Espasa Calpe. Colección Austral. P.146-148. Buenos aires. Argentina. 1947

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Blancart

Estupendo artículo. Muchas gracias

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