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Ayer vinieron unos amigos de Madrid y no tuve más remedio que enseñarles Córdoba: las Tendillas, la Mezquita, la Judería, el Alcázar, los jardines de la Victoria, el Museo Romero de Torres, mi barrio de San Lorenzo (viví dos años en la calle María Auxiliadora, frente por frente de los Salesianos) y el barrio de Santa Marina (entre otras joyas cordobesas). Naturalmente, al pasear por Santa Marina nos detuvimos ante el grupo escultórico levantado en recuerdo de Manolete… y eso abrió de par en par mi baúl de los recuerdos. Porque de pronto se me vino a la cabeza aquella tarde fatídica de Linares, pues, aunque no se lo crean, yo estuve allí. Sí,yo estuve aquel 29 de agosto del año 1947 en la plaza de Linares. Verán.

Tenía yo ya 7 años (nací el 5 de abril de 1940) cuando mi padre, un empedernido aficionado a los toros, me dijo aquella mañana: «¿qué, te gustaría venir a los toros?»… Sí, sí, papa -le respondí sin pensarlo. «Pues, anda, ve a la barbería y que te corten el pelo, no vienes conmigo con esas greñas, pero al rape»…(y es que yo tenía unos pelos que me llegaban a los hombros, nunca quería cortarme el pelo).Así que me fui rápido a la barbería y le dije al barbero: «Juan, me ha dicho mi papa que me cortes el pelo al rape, que si no, no me lleva a los toros»…»¿Al rape? Muchacho, tú sabes lo que es al rape». No, pero es lo que ha dicho mi papa y yo quiero ir a los toros – respondí. ¡Ah, Dios, pero cuando vi en el espejo mi cabeza rapada me eché a llorar como un niño, lo que era, y le pedí que me pegara los pelos, entre las risas de los que esperaban turno. En resumen, que a las 5 de la tarde ya estaba sentado y al sol aplaudiendo junto a mi padre en la plaza de Linares. Hasta que de pronto vi cómo aquel toro inmenso le clavaba los cuernos a Manolete y mi padre y sus amigos se quedaban mudos. Y así, llorando todos, volvimos al pueblo. El alcalde, cuando se confirmó la muerte de Manolete, mandó poner crespones negros en todas las casas durante una semana.