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“Soy un conservador en un país donde no hay nada que conservar”; “Todas las revoluciones comienzan en la calle y terminan en la mesa”; “Sólo bajo una dictadura puedo creer en la democracia”; o “No es la libertad lo que falta en Italia. Faltan hombres libres”.
Estas palabras, estos aforismos, pertenecen a Leo Longanesi, periodista, escritor, editor, pintor, ilustrador, publicista, guionista, caricaturista… Un artista, un intelectual inactual, un artista de las letras a contracorriente, libre y audaz. Fue sobre todo un hombre, osado y firme en sus convicciones a pesar de ser inconvenientes o de ir a contracorriente.
Longanesi fue una especie de anarquista de derechas, un hijo de la burguesía, pero hipercrítico e irreverente con su clase, que había perdido el rumbo cayendo en la decadencia, convirtiéndose en una caricatura flácida de lo que debería de ser. Fue un italiano con amor patriótico, con sentido de la tradición, de la libertad, la familia, un burgués sutilmente anárquico, pero con un fuerte sentido del Estado.
Su genialidad, sin precedente en el periodismo, inició al mismísimo Indro Montanelli en la profesión: fue su mentor. El respeto y la admiración intelectual que se tenían no impidieron tampoco la confrontación y la polémica entre ellos, y que hoy son parte de la historia grande del periodismo italiano.
Longanesi adhirió al fascismo temprano y también fue un disidente. Su visión crítica y satírica de la sociedad lo mantuvo a los márgenes de la corriente ciega de la estupidez y la hipocresía de las masas, sin perder su esencia, sin dejar de ser el hombre que siempre fue.
Durante el ventenio fascista fundó y dirigió la revista L’Italiano y el semanal pionero Omnibus. En 1946 fundó la editorial que lleva su apellido, que aún perdura, y también el periódico Il Borghese, cuyo lema era “Imparate a disprezzare la democrazia con rispetto” (Aprende a despreciar la democracia con respeto). Por sus páginas pasaron firmas legendarias de la Destra, la derecha italiana, convirtiéndose en un referente editorial del pensamiento libre y disidente durante casi medio siglo.
Leo Longanesi, fue un intelectual inconformista, brillante, incisivo. Fusionó su gusto por la tradición con una actitud rebelde, ecléctica, original y creativa, logrando conjugar el Orden con la Anarquía, a Sorel con Rimbaud.
Según el propio Montanelli no soportaba la banalidad, y ello era uno de los motivos por lo cual plasmó muchas de sus ideas en aforismos que sintetizaban lo esencial despreciando lo accesorio, el vacío del relleno. Un ejemplo de ello es el magnífico y descarnado “Un verdadero periodista explica muy bien lo que no sabe”.
Longanesi acuño también el concepto del “l’uomo biscotto” –el hombre galleta-, es decir, el hombre cuya cabeza es tan débil que si lo sumerges en una taza de leche se desarma, se deshace. Es el conformista, el anti-Leo Longanesi.
Longanesi bregó por un conservadurismo italiano, local, identitario podríamos decir hoy, e intentó crear un movimiento nacional, conservador, popular y burgués que no fuera neofascista, ni liberal, ni mucho menos democristiano. Soñaba con el orden y vivía en un heterogéneo y aparente vaivén vitalista. Poco antes de su prematura muerte a los 52 años, quiso plasmar su proyecto de fundar una auténtica derecha en Italia con base en la sociedad civil que fue un fracaso. Curiosamente se lo conoció con el nombre de la Lega dei Fratelli d’Italia, y esto mucho antes del nacimiento de Matteo Salvini y Giorgia Meloni…
Resulta significativo que haya sido el mismo hombre que forjó la famosa frase “Mussolini ha sempre ragione” –Mussolini siempre tiene razón-, y a su vez “Credi ma disubbidisci” -Cree, pero desobedece-. Sin duda ese es el mejor ejemplo de quién fue Longanesi.
Seamos como Leo Longanesi, seamos hombres libres, seamos inactuales, creamos, pero desobedezcamos, seamos libres, pero de verdad.
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