10/05/2024 07:14
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Si las monarquías o repúblicas unificadas y conocedoras de sus objetivos pueden imponer a la política internacional nuevas escalas de poder, las naciones débiles y de tendencias centrífugas, como es en la actualidad España, se hallan incapacitadas para aportar nociones importantes al mundo. En primer lugar, el arte de la diplomacia, que es el arte de influir en él. En un ambiente áulico venal no caben las negociaciones patrióticas, que precisan de organización, vigor y sutileza.

Para realizarlas, los respectivos embajadores no pueden deberse a ideologías de partido, y han de estar rodeados de profesionales muy cualificados, agentes secretos y espías que traten de ganar partidarios en el campo enemigo, justo lo contrario de lo que nos ocurre, que somos nosotros los espiados y los atacados, incluso mediante la violencia de atentados sangrientos. Y no podía ser de otra forma dirigidos como estamos por los sicarios de la plutocracia globalista. Con los políticos de la democrática Transición y con sus asesores correspondientes, elegidos por amiguismos o méritos sectarios, con el visto bueno de los amos, es imposible participar en este juego diplomático en el que la profesionalidad, la habilidad y la fidelidad al pueblo son lo que cuenta.

Para coordinar una estrategia, para explotar todas las informaciones recibidas y para redactar las instrucciones consecuentes se necesita una organización burocrática inequívocamente nacional, a prueba de ablandabrevas, traidores, necios y oportunistas. Y sobre todo hay que tener en cuenta el sentido que, en cualquier Estado serio, es decir, soberano, tiene la palabra patria, inseparable de la noción de sacrificio y lealtad. Virtudes que hoy por hoy no se hallan al alcance de los que ocupan las altas jerarquías institucionales españolas, más preocupados por los intereses personales, globalistas y de partido que por el progreso y la libertad de España.

Las declaraciones de nuestros políticos en este aspecto están llenas de lugares comunes, vaguedades y ramplonería política. Ni definen la Europa -y, más allá, el mundo- de hoy, porque desconocen lo esencial de su historia, ni definen el papel de España en «lo universal», ni las posibilidades de nuestro país de estar en los puestos de cabeza, porque se deben al oro de los próceres globalistas. Abundan en las consignas recibidas o en esa imagen cansina de «proyecto para este país», saliéndose por la tangente, pero en realidad su único proyecto pasa por destruir a la patria, ejecutando el contenido de las libretas plutocráticas.

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Y así llevan desde que comenzaron con las reconversiones industriales y agrarias, que dejaron los sectores más rentables en manos de empresas multinacionales, y el resto encaminándolo al puro servicio. Obligando a España a tener menos margen de actuación cada día, y menos fuerza para imponer sus criterios. El poder desde el que se ha gobernado España en las últimas décadas está a su particular codicia y a la defensiva, sin un proyecto de futuro más allá de los dictados de la oligarquía financiera y de la pura ambición particular; sin embargo, aún sigue encandilando o confundiendo a los millones de votantes que pueblan Babia o que viven de la sopa boba distribuida por la iglesia capitalsocialista.

España, hoy, figura a la cabeza de esa Uropa diluida en la nada que se ha convertido en el sostén ideológico de todos los partidos proglobalistas del Viejo Continente, en especial los liberales y socialdemócratas. Una Europa que lleva décadas sumida en una crisis de identidad, por culpa de dicho globalismo, y que es producto de los errores y de la corrupción de sus mentores y dirigentes, y del acoso que sufre por parte de los otros tres grandes espacios económicos, políticos y religiosos: China, Anglosajonia e Islamandia.

Los herederos de los actuales estrategas capitalsocialistas que están plasmando las políticas nacionales bajo el signo de la corrección, van a tener trabajo para enderezar tantos yerros y espantos, y para unir las divisiones que se están produciendo vertiginosamente en el seno de Occidente, si es que cuando hereden queda algo civilizado en pie. Por lo que respecta a España, el tiempo es limitado y las instituciones se hallan moribundas, porque en la maquinaria más íntima del Estado están sentados traidores que sólo miran por su propio provecho y proporcionan regularmente noticias y facilidades a los enemigos de España, o permiten que éstos las descubran u obtengan.

¿Es concebible que las manos de dichos traidores lleguen tan lejos como para entrar en los bien nutridos sacos del marroquí, de los plutócratas del NOM o de los poderosos de Londres o de la Casa Blanca? O, dicho de otra forma: ¿es concebible que los mayores criminales, los principales adversarios de España, tengan comprados o extorsionados -del rey abajo- a los más altos dirigentes, a los ministros, consejeros, financieros y asesores del Reino?

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Cuando el poder político carece de nobleza ideológica y va sobrado de codicia, tiende a abandonarse en los círculos de las oligarquías financieras, a tomar parte de sus saraos y de sus maquinaciones, siguiendo una política condicionada por el arribismo social. De ahí que, de la mano de esta elite multinacional, especulativa y manipuladora, próxima a los poderes nacionales, los consejeros de Estado, los asesores áulicos, los ministros y exministros chantajeen e intriguen permanentemente.

Todos a consuno se cuidan de sus intereses particulares y se olvidan de los de la patria. Y con este mecanismo económico, cultural, social, educativo y político absolutamente corrompido, con este conjunto de secretos sórdidos, de recelos, sobornos, traiciones y crímenes, están logrando la destrucción de este ilustre país, porque ¿quién no intenta destruir lo que odia o no procura obedecer al amo que con tanta largueza te gratifica?

Lo más desalentador de todo esto es que en la España de hogaño la plebe se muestra asaz consentidora con sus serpientes, permitiendo que le muerdan una y otra vez. Y como no corta la cabeza a ninguna de ellas, no han dejado de reproducirse por miles, junto con todo tipo de alimañas, creándose una atmósfera de instintos sibilinos, rapaces, crueles y sanguinarios, dignos del bestiario más insólito y siniestro.

Autor

Jesús Aguilar Marina
Jesús Aguilar Marina
Madrid (1945) Poeta, crítico, articulista y narrador, ha obtenido con sus libros numerosos premios de poesía de alcance internacional y ha sido incluido en varias antologías. Sus colaboraciones periodísticas, poéticas y críticas se han dispersado por diversas publicaciones de España y América.
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Aliena

Gran artículo que toca un tema demasiado a menudo olvidado o, directamente, ignorado: la ausencia total en España de una política exterior, más la inquietante sensación de que el tiempo se acaba ( no parece ser preocupación de tantos conocidos míos, siempre confiados en las próximas elecciones o aconsejando: «Hay que esperar a ver», se diría que vivimos en una espera eterna ). Me ha encantado lo del «ambiente aúlico y venal» y la original «Islamandia». No recuerdo haber oído o leído la expresión «a consuno», solamente «de consuno» y me viene el recuerdo de «La señorita de Trevélez»: «Consultéle a mi corazón, pedíle consejo a mi hermano como usted indicóme (…) Y mi hermano y mi corazón, de consuno, decídenme a aceptar…«, pero verdaderamente no me atrevo a opinar.

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