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La imagen corresponde a la acogida triunfal que recibió el etarra Francisco Aldanondo, en su localidad de origen, Ondárroa, en Vizcaya, en diciembre de 1977 al beneficiarse de la amnistía para los terroristas que había promulgado el gobierno de UCD en el mes de octubre anterior.

La nefasta amnistía de octubre de 1977 vació las cárceles de etarras poniendo en libertad a casi 200 de ellos, incluyendo a todos los que tenían delitos de sangre. Los etarras fueron recibidos en sus pueblos de origen en Vizcaya y Guipúzcoa como auténticos héroes, viéndose humillada la dignidad de sus víctimas y la de todos aquellos que se sentían españoles en Vascongadas.

El etarra de la imagen, Francisco Aldanondo Badiola, alias «Ondarru»( Ondárroa en vasco) fue el último etarra en salir de la cárcel, en su caso la de Martutene, en San Sebastián, el 9 de diciembre de 1977. Aldanondo había sido detenido por la Guardia Civil el 8 de marzo de 1977 en un control de carretera de la Guardia Civil en la localidad guipuzcoana de Ichaso, tras un tiroteo en el que murieron los otros dos etarras que viajaban con él, Sebastián Goicoechea y Nicolás Mendizábal.

En su caso se dio la circunstancia de que el Consejo Supremo de Justicia Militar denegó la amnistía de Aldanondo por su evidente falta de arrepentimiento pero el entonces vicepresidente del Gobierno, el general Gutiérrez Mellado, forzó al Consejo Supremo de Justicia Militar a otorgar la amnistía a este etarra, igual que había hecho en muchos otros casos de terroristas ( éstas son las cosas que hacían que Gutiérrez Mellado fuese tan impopular entre sus subordinados, los militares españoles de la época)

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Ondárroa, villa pesquera vizcaína, antiguo bastión carlista y requeté en las guerras del siglo XIX e incluso en la Cruzada, fue objeto de la increíble revolución contracultural que vivió a partir de los 70 España y muy singularmente el País Vasco. El mismo País Vasco que pocos años antes recibía triunfalmente a Franco, cuando el Jefe del Estado visitaba aquellas provincias. Ondárroa se convertiría en un feudo de HB a partir de finales de los 70.

El terrorista Aldanondo fue objeto de un multitudinario recibimiento mientras saludaba en coche descubierto como si fuese un deportista campeón o un soldado heroico que vuelve de la guerra. En muchas localidades de Vizcaya y Guipúzcoa ocurrió lo mismo al regresar los terroristas amnistiados.

En el caso de Aldanondo como tantos otros etarras amnistiados no tardó en volver a las armas. Lo hizo en la escisión etarra conocida como los Comandos Autónomos Anticapitalistas ( CAA).

Se le vincula con el asesinato del jefe de policía municipal de Pasajes el 13 de diciembre de 1978 y con el intento de secuestro de un industrial guipuzcoano. Sus andanzas terminaron el 18 de octubre de 1979 cuando agentes de la Guardia Civil de paisano trataron de detenerle en un caserío cerca de Tolosa, Guipúzcoa. Aldanondo intentó huir por una ventana y disparó a los agentes, a los que lanzó también una granada que no estalló. En el tiroteo consiguiente resultó muerto. Hoy en día el mundo proetarra le recuerda con impunidad con una placa en Ondárroa, tal como ha denunciado el colectivo de víctimas de terrorismo COVITE.

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Siendo justos es bueno recordar que la intención original de Suárez y UCD era que los etarras no estuviesen incluídos en la amnistía pero los partidos de izquierda, sobretodo PSOE y PCE, así como los medios de comunicación de izquierdas, insistieron y presionaron para que la amnistía fuese total. Suárez cedió para conseguir que el PSOE aceptara colaborar con el nuevo régimen . La víctimas del terrorismo quedaron olvidadas y pisoteadas en la fiesta democrática. La consecuencia de aquella infame amnistía fue que los crímenes de ETA se multiplicaron casi por 10 al año siguiente, 1978 y se entró en el negro periodo de » los años del plomo».

Triste responsabilidad ante la historia de España con la que cargarán siempre los que estuvieron implicados en la decisión de conceder una amnistía tan infame.