20/05/2024 21:51
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Hace 20 años, en el año 2000 debía de haberse celebrado institucionalmente en Guipúzcoa una efemérides de especial relevancia histórica. Se trataba de los 800 años de la unión voluntaria de Guipúzcoa al reino de Castilla. La fecha que marcó y simbolizó la unión voluntaria entre esta importante provincia vasca y el resto de los españoles.
 
Sin embargo, en 2000, en una Guipúzcoa dominada por el nacionalismo vasco y dónde aún se hallaba muy presente la sombra terrorista de ETA, nada o prácticamente nada se conmemoró a nivel oficial. Y sin embargo esa efemérides se había considerado siempre como uno de los grandes jalones históricos de la historia vasca y española.
 
Guipúzcoa, como las otras dos provincias vascas, Vizcaya y Álava, había estado al principio de la Reconquista en la órbita del reino de Asturias pero más tarde, alrededor del año 1000 habían pasado al dominio del reino de Navarra de Sancho III el Mayor (que se tituló «rey de España», por su decisiva influencia sobre toda la España cristiana, incluyendo los condados catalanes).
 
En el año 1076, los vizcaínos, guipuzcoanos y alaveses de pusieron libremente bajo la jurisdicción de Alfonso VI de Castilla y León, aunque Vizcaya tuviese sus propios señores, vasallos de Castilla. Pero Guipúzcoa y Álava volvieron a la órbita de Navarra, después de que Alfonso VIII de Castilla y Sancho el Sabio de Navarra pactaran un intercambio de territorios en 1179. La Rioja quedó para Castilla y Álava y Guipúzcoa volvieron al dominio navarro.Pero los guipuzcoanos volvieron a demostrar que querían ser parte de Castilla y no de Navarra. La incorporación definitiva de Guipúzcoa se produjo en 1200. En ese año estaban en guerra Castilla y Navarra y los castellanos y vizcaínos sitiaban Vitoria. El rey de Navarra, Sancho el Fuerte, pidió a las milicias de Guipúzcoa que acudieran a Vitoria a ayudarle en la guerra.
 
Pero los guipuzcoanos hicieron todo lo contrario. Una comisión de la Junta General de Guipúzcoa se presentó ante el rey de Castilla y le ofreció la unión definitiva de Guipúzcoa a Castilla, a cambio del respeto del rey a sus fueros e instituciones. Alfonso VIII aceptó de inmediato. De hecho Alfonso VIII pasó en ese momento » sin soldados» a Guipúzcoa donde fue aclamado, especialmente en San Sebastián y Fuenterrabía. Después volvió al sitio de Vitoria.( Este enfrentamiento no impidió más tarde a los reyes castellano y navarro el ser estrechos aliados en la gran batalla de las Navas de Tolosa, en Jaén, contra los musulmanes marroquíes almohades en 1212).
 
Los propios historiadores nacionalistas vascos no han tenido más remedio que reconocer que «los guipuzcoanos tomaron más interés por la prosperidad y empresas de Castilla que por la nación vasca» . Además no consta que hubiese agravios de Navarra hacia Guipúzcoa sino simplemente que los guipuzcoanos prefirieron vincularse al reino de Castilla, bajo el amparo de cuyo rey, fundaron 24 villas en esos años, que seguir vinculados a Navarra, a la que veían como un reino decadente.
 
La lealtad de los guipuzcoanos a Castilla durante toda la Edad Media fue total. Y posteriormente a España y a su imperio, como es de todos conocido. La participación de soldados guipuzcoanos en las campañas de la Reconquista, en Andalucía fue muy importante, especialmente durante el reinado de Alfonso XI, en el siglo XIV. La participación guipuzcoana en la batalla del Salado, cerca de Tarifa, en 1340, o en el durísimo asedio de Algeciras fue muy destacada.
 
Además hay que recordar las luchas constantes entre los guipuzcoanos y la Navarra gobernada por dinastías francesas en los siglos XIII y XIV . Episodio destacado de esas luchas fue la batalla de Beotibar en 1321, en la que las milicias  guipuzcoanas al servicio de Castilla, derrotaron a un ejército navarro compuesto mayormente por franceses.
 
En 1468 el rey Enrique IV de Castilla se vio obligado a jurar ante la Junta General de Guipúzcoa que «nunca enajenaría de su Corona pueblos, villas, ni Guipúzcoa, ni a disponer de la suerte de Guipúzcoa apartándola de la unión con la Corona de Castilla, ni siquiera con la dispensa del Papa». No se puede expresar más férreamente la voluntad de los guipuzcoanos de formar parte de Castilla y de España.
 
Por ello hay que insistir en que el nacionalismo vasco y en especial lo ocurrido en Guipúzcoa y Vizcaya en las últimas décadas supone una ruptura total con la historia y la tradición de aquellas tierras. La realidad histórica de Vizcaya, Guipúzcoa y Álava firmemente fieles a Castilla y opuestas a Navarra significa la negación total del mito de  ‘Euskal Herria».
 
Por eso en las últimas décadas algunos autores nacionalistas tratando de retorcer al máximo la historia han intentado señalar que lo ocurrido en 1200 fue una conquista militar y no una unión voluntaria pero ellos mismos se han visto obligados a reconocer que no hay ninguna prueba de lo que afirman. De hecho, los documentos y el testimonio de todos los historiadores guipuzcoanos durante siglos y el de los historiadores vascos actuales mínimamente rigurosos certifican que la unión fue voluntaria, y la total colaboración de Guipúzcoa con Castilla durante  los siglos siguientes es la mejor demostración.
 
Pero la manipulación y la falsedad más descaradas continúan. Así por ejemplo, el libro de propaganda » Por qué luchamos los vascos? de la editorial proetarra Txalaparta, publicado en 2004, habla de «sangrientas conquistas militares por Castilla de cada territorio vasco al amparo de las oportunidades que brindaba el sistema feudal». Luego afirma que «Gipuzkoa tuvo que aceptar como Señor de Gipuzkoa al rey castellano en 1200».
 
Una explicación que no puede ser más demencial y que cualquier historiador mínimamente riguroso puede desmentir pero así se van construyendo los mensajes de odio para engañar a la gente, sobretodo a los niños y jóvenes.
 

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Rafael María Molina
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