19/05/2024 08:37
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Semana larga y complicada. Finalmente acabó la Cumbre del G20 de Roma, coincidiendo con Halloween, el 31 de octubre. Movilizados y reunidos los líderes mundiales con todo su séquito, jets privados y caravanas de coches oficiales blindados que asaltaron la Ciudad Eterna con las mejores intenciones, las del Desarrollo Sostenible de la ONU, las de la Agenda 2030. Buenas intenciones, las mismas de las que está empedrado el camino al Infierno.

Joe Biden -el presidente de los Estados Unidos de facto- se dio el gusto de pasear por las estrechas calles romanas con la famosa Bestia, el coche fantástico del Jefe de Estado de la ex primera potencia mundial, según la segunda predicción de las ocho lanzadas del Foro Económico Mundial para el 2030.

El coche del presidente durmiente no fue solo, sino acompañado de otros 84 que formaron la larga comitiva que acabó en el EUR, el monumental barrio romano donde tuvo lugar el encuentro. Sí, el mismo que fue construido por Benito Mussolini a principios de los años 40 y que sigue en pie gracias a que en Italia aún no hay Ley de Memoria Democrática.

Eso sí, todo ha sido muy sostenible, con distancias de seguridad, en exterior y no en interior, igual que el uso de las mascarillas… Se han visto los choques de puño sanitarios de rigor, junto al roce de codos y las sonrisas para las cámaras.  La cumbre del G20 terminó con acuerdo en dos de los problemas globales más acuciantes y que preocupan a la población mundial más que otra cosa: la fiscalidad global y el cambio climático. Además, se ha adquirido el firme compromiso respecto a la vacunación mundial generalizada contra la COVID-19.

La lucha contra la inmigración ilegal totalmente descontrolada, la protección de las fronteras, el fomento de la natalidad para evitar el remplazo poblacional y cultural, la creación de condiciones para la inversión y el trabajo, la reducción de los impuestos, el fortalecimiento de la soberanía nacional o la calidad de la enseñanza, han quedado para otra oportunidad. Es que estos asuntos son aparentemente menos sostenibles…

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Los jefes, los que mandan, son los que nos guardan de la catástrofe global, los que velan por nuestras vidas y los que nos castigan por lo mal que cuidamos del planeta o porque no usamos correctamente la mascarilla, ni sabemos lavarnos las manos. Ellos son los que se reúnen para salvar nuestras vidas, los mismos que pulsaron el botón del Gran Reseteo del Foro de Davos.

Y luego de Roma, a Glasgow, a la cumbre internacional sobre el cambio climático. 400 jets privados colapsaron su aeropuerto. Más que huella de carbono dejaron una grieta como la del cañón del Colorado.

Es la última oportunidad de actuar. El reto climático es enorme, el futuro de la Humanidad está en riesgo”, avisó el príncipe heredero Carlos. Mario Draghi, el presidente de consenso italiano, llamó a actuar “rápidamente para evitar consecuencias desastrosas. Porque lo dice la ciencia”, han sido algunas de las perlas que nos dejaron los lideres reunidos.

Y aquí en España, acuerdo PSOE-UP para derogar la reforma laboral y acuerdo PSOE-PP en la renovación de la justicia. Digamos, acuerdos PP-UP… ¿Derogar, modernizar, transformar? Esa es la cuestión y donde digo dije, digo Diego, y qué más da que da lo mismo.

Semana también del debate de Presupuestos Generales del Estado en el Congreso de los Diputados. España endeudada como ninguna otra nación y con los gastos disparados. Sin embargo, “El compromiso de este Gobierno es seguir reduciendo el déficit y la deuda pública”. Digamos que una cosa y la contraria para este gobierno es posible.

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ERC y PNV amenazaron al gobierno con soltarle la mano si no cede en sus peticiones. Bildu dijo en el Parlamento -literalmente- que es insaciable. Los tres partidos enemigos de España, como es lógico, con su negativa a las enmiendas de la totalidad, terminaron apoyando los presupuestos del gobierno. Era lo esperado y deseado por ambas partes. Nunca antes estuvieron en sintonía con sus objetivos ni tan cerca de conseguirlos.

La ministra Montero hizo una apelación al Partido Popular, que sufre una guerra civil entre Casadistas y Ayusistas: “Con la ultraderecha no se compite, a la ultraderecha se la combate” (…) “Vamos a intentar que no participen de ningún Gobierno en este país. Lo haremos tendiendo la mano al PP”. Aún se dice que, formalmente, España es un Estado democrático y de derecho.

Mientras tanto, el aumento de los precios está disparado, la factura de la electricidad sigue batiendo récords, el desabastecimiento de materias primas ya es un hecho, y el volcán de La Palma sigue expulsando lava… La ruina económica -con lo que ello trae aparejado- se vislumbra cada vez más cercana.

Y como cada día es más evidente, el Poder y la política están cada vez más lejos de la realidad y de las necesidades de los ciudadanos.