08/05/2024 16:49
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A simple vista deberíamos tratar cuestiones más relevantes que la nieta que Ana García Obregón traerá de Miami tras un par de exclusivas para la prensa basura sensacionalista; a fin de cuentas, que los adinerados vayan al extranjero a adquirir niños que en circunstancias normales no podrían tener no es algo nuevo, con la diferencia de que el ¡Hola! no les presta ninguna atención en la mayoría de los casos, con la excepción de los famosetes. No obstante, dada la ola de indignación a la que hemos asistido en nombre de los derechos de la mujer, no viene mal poner algunos puntos sobre las íes.

¿Ana García Obregón ha comprado una niña? Sí, pero no menos que quienes adoptan niños recién nacidos en el extranjero desembolsando dinero para gastos ‘burocráticos’ en lugar de esperar durante años los trámites necesarios en España para dar un hogar a otros más creciditos. La diferencia es que en esos casos los mismos que han criticado a la Obregón lo justifican como una obra filantrópica, pero en realidad nos encontramos ante un fenómeno de compraventa de niños más o menos descarado.

Otros casos que podrían encajar perfectamente en el concepto de compraventa de niños son las reproducciones asistidas. Cada vez se ve más normal que una mujer, con independencia de su orientación sexual, recurra a estas prácticas porque, alegando sobre todo motivos laborales, no ha podido quedarse embarazada a una edad en la que biológicamente le resultaba más factible. Pero lo que antaño se presentaba como un milagro que ayudaba a ser padres a parejas con dificultad para engendrar hijos, ahora se ha convertido en todo un negocio bajo la tapadera del progreso científico, pero un negocio al fin y al cabo que también tiene a los niños como reclamo; no hay más que ver la publicidad y los precios de esas clínicas de fertilidad para darse cuenta de que la filantropía no es su motivación principal. Y precisamente es ese mismo progreso científico que tanto se reivindica el responsable tanto del negocio camuflado de la reproducción asistida como del negocio descarado de la compraventa de niños en algunos países por medio del eufemismo gestación subrogada.

Varios políticos progres han coincidido en reivindicar que los hijos no serían un derecho de los padres, sino un deseo; curiosamente, son los mismos que años atrás reivindicaban el derecho de las parejas homosexuales a tener hijos con ese mismo término, el de derecho. Pero ellos mismos caen en su propia trampa: precisamente el deseo de ser padres de algunas personas, impedido por la biología, dio origen al derecho con el que se justificó los ‘nuevos’ modelos de familia, un derecho que ahora negarían a la Obregón alegando también que se ha aprovechado de la situación económica de otra mujer. Pero centrémonos primero en la cuestión del deseo, el leitmotiv principal de nuestra época.

En nombre del deseo de ser madre una mujer lesbiana puede acudir a la reproducción asistida a cargo de los presupuestos generales del Estado; en cambio, un hombre homosexual con el deseo de ser padre se encuentra conque ese mismo Estado que le ha llenado la cabeza con su deseo de ser padre le niega tal derecho, quedándole únicamente la opción en España de adoptar. Al contrario de lo que presentó Aquí no hay quien viva hace veinte años por la televisión, los homosexuales no eran almas caritativas dispuestas a sacar niños de orfanatos y casas de acogida para darles un hogar donde recibirían todo el amor del mundo, sino personas que querían hijos biológicos o, en su defecto, recién nacidos, ya que es evidente que no es lo mismo criar un hijo biológico o, en su defecto, adoptado cuando aún no tiene uso de razón, que asumir la paternidad de un niño plenamente consciente de la ausencia de figuras paternas en su vida. De ahí las acusaciones entre lesbianas y homosexuales, respectivamente, sobre que unos fomentan la explotación de mujeres y otras les niegan el derecho a ser padres de hijos biológicos; para más información sobre estas broncas dentro del colectivo LGTB, ahí está Twitter, el manicomio público por excelencia de la época posmoderna.

El caso es que si tomamos el deseo como justificación para ser padre en la España del siglo XXI, tal y como pretenden los progres, los hombres homosexuales tienen motivos para sentirse discriminados frente a un Estado que no les facilita los medios en la misma medida que a las mujeres lesbianas, y de ahí que los mismos que ensalzan el deseo como motor de la paternidad no tendrían ninguna justificación para reprocharles nada por viajar al extranjero para hacer uso de la gestación subrogada, pero ni a ellos ni a la Obregón.

Con la gestación subrogada queda la cuestión de ser un negocio que se aprovecha de la situación de mujeres con dificultades económicas en beneficio de parejas más adineradas. Obviamente, es algo moralmente censurable, un nuevo paso más en la trayectoria del modelo económico capitalista, que directamente pasaría de comprar la fuerza del trabajo a tener autoridad sobre los propios cuerpos, un retorno descarado a la esclavitud donde podríamos encontrar que las parejas con mayor renta, con independencia de su orientación sexual, podría utilizar a una mujer como incubadora y ahorrarse las complicaciones de un embarazo; en resumen, asistiríamos a una distopía donde los ricos no gestarían mientras que las personas de los estratos sociales más bajos alquilarían sus cuerpos como incubadoras en beneficio de los primeros, de modo que gestar pasase a ser algo propio de lúmpenes y otros individuos de baja estofa en comparación con las Obregón de turno, y sobre todo, las élites más privilegiadas del establishment.

Ahora bien, supongamos que la gestación subrogada pudiera ser algo altruista tanto en la teoría como en la práctica, como reivindican alguna asociación de hombres homosexuales, Ciudadanos y, desde hace nada, el Partido Popular, como de costumbre a la vanguardia en cuanto a defender los intereses de los adinerados en nombre de la libertad. En ese caso, si de verdad el deseo es lo que importa y realmente existiera la garantía de que no se está aprovechando la desesperada situación económica de una mujer, ¿qué motivo tendrían los progres para oponerse? Moralmente, ninguno. Si la familia y la paternidad pasan a ser un contrato justificado en el deseo y esas personas encuentran a una tercera sin circunstancias que adulteren su voluntariedad para prestarse a que en su vientre se desarrolle un nuevo ser humano, no quedan motivos para oponerse a la distopía huxleyniana; todo lo contrario, lo único que cabría es dar gracias a la ciencia, en sentido ambiguo y abstracto, por hacerlo posible y privar a las mujeres (mejor dicho, a algunas) de los problemas del embarazo.

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Afortunadamente, algún día todo terminará por estallar y, ya sea por las buenas o por las malas, la gente tendrá que recordar que los hijos no son fruto del deseo de quienes quieren traerlos al mundo; ni siquiera del amor, otra excusa muy habitual en estos casos. Los hijos son responsabilidad de quienes los engendraron y esa responsabilidad, como poco, viene de quienes facilitaron el óvulo y el espermatozoide que hizo posible su concepción; a ellos es a quien habrá que pedir explicaciones sobre por qué los trajeron al mundo. Y esa responsabilidad es un hecho objetivo, nada adulterado por sentimentalismos como los habidos cuando se habla de deseo y amor.

Antaño era habitual escuchar por boca de los progres que la sociedad era demasiado retrógrada y no estaba preparada para los ‘nuevos’ modelos de familia; hoy cabe decir que la sociedad volverá a estar preparada para la paternidad y la maternidad el día que deje de poner tronos a las causas y cadalsos a las consecuencias en nombre de una repugnante y tóxica sensiblería. Porque la cuestión no es tanto la orientación sexual ni la edad de los progenitores (no es imposible encontrar a homosexuales con hijos de relaciones anteriores con personas de otro sexo o a padres a muy tardía edad), sino la motivación que les llevó a traer a sus hijos al mundo; y si bien en el caso que ha desatado la polémica hay muchos motivos para sospechar que no ha sido la decisión más acertada de su vida desembolsar dinero para tener una nieta y afrontar el trauma de la muerte de un hijo (algo para lo que ningún padre o madre está preparado), tampoco es reivindicable que dos papás exhiban a un niño por TikTok manifestando que su hijo no tiene mamá pero sí una señora que le llevó nueve meses en el vientre y por eso ha enseñado una foto de esa mujer en el colegio con motivo del Día de la Madre, ni que dos mamás reduzcan la importancia del padre a un mero donante de semen.

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Geppetto

En una sociedad que tiene como primer deporte el matar seres humanos en su etapa fetal la llegada de un niño siempre debería ser un canto de alegría.
Los seres humanos, niños o adultos se compran por millones a todas horas, se les obliga a trabajar por estipendios miserables en una compra salvaje, se les roba la salud dandoles una sanidad cadavez mas deficiente por cuanto dicha sanidad esta rebasada con la llegada de millones de inmigrantes a los que se atiende a mesa y mantel sin importar que los recursos que han pagado millones de jubilados no se dedique a quien los paga y asi sucesivamente.
Ana Grarcia Obregon es cualquier cosa menos imbecil, habra sopesado cuidadosamente sus responsabilidades para con su hijo-nieto y según parece ha llegado a la conclusión de que cuando ella falte, el jovencito tendra de todo y en abundancia, como tiene tios, primos y demás familia no le faltara cariño y su vida sera la adecuada.
Al margen de conceptos morales y eticos que en la sociedad actual no valen tres pimientos la llegada la mundo de un niño querido es una bendición del cielo
Y que las abortistas rabien y se chinchen es agradable

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