11/05/2024 11:10

Bendala

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El Caudillo, días antes de salir con destino a Canarias, mantuvo la que fue su última reunión con Víctor Pradera –vilmente asesinado en San Sebastián en Septiembre de 1936– con quien Franco mantenía de antiguo estrecha amistad y cuyas obras tuvo como cabecera tras la guerra. Analizando la gravísima situación de España y la probable necesidad de un pronunciamiento cívico-militar, le dijo que, de llevarse a cabo “no volveremos a la base de partida”, expresión netamente militar que hace referencia a la retirada o repliegue de fuerzas a sus posiciones de origen cuando la ofensiva o el ataque ha fracasado, pero que Franco aplicaba entonces magistralmente bien que en contrario sensu, es decir, para caso de que el pronunciamiento triunfara. Y así sucedió, como sabemos, al menos durante cuatro décadas España no volvió a aquella tan nefasta base de partida.

Hoy, cuando vemos que ya están abiertas las taquillas del circo electoral; cuando los votantes vuelven con su ilusionado infantilismo a hacer cola ante ellas; cuando los más aficionados a dicho espectáculo corren de un lado para otro de titular en titular; cuando los tramoyistas se afanan en dar los últimos retoques para engordar el censo, diseñar papeletas engañosas y crear los algoritmos manipuladores de votos; cuando los actores secundarios se asoman por entre los huecos de los medios; y cuando se palpa el nerviosismo de los payasos, saltimbanquis, trapecistas, equilibristas, domadores y demás troupe de estrellas rutilantes, para quien posea un mínimo de aquel realismo y pragmatismo providencial que, entre otras muchas virtudes adornaron al Generalísimo, no cabe la menor duda de que España ha vuelto a la que fue su peor base de partida, aquella que acabó en una cruenta guerra civil y de liberación.

Hoy, como entonces, tenemos una monarquía carente de sentido por vacua, cuya existencia no se justifica ni haciendo un alarde de buenismo. Cuyos dos últimos representantes, Juan Carlos I y Felipe VI, han demostrado no merecer ni el pan con el que les alimentamos, ni las ropas con las que les vestimos, a costa de nuestros impuestos.

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Hoy, como entonces, ese cáncer que es nuestra “izquierda”, de siempre, y al parecer por siempre, toda ella extrema, ultra, radical, rabiosamente antinacional, revolucionaria, criminal, cainita, corrupta, depravada, anormal, discapacitada y suicida, a la que mal rayo parta, campa por sus fueros en pos de la misma revolución que asoló la parte de España que quedó bajo su yugo durante tres años con los terribles resultados que hoy procuran ocultar mediante desmemorias, al tiempo que endilgando a “los otros” los muertos que vilmente mataron.

Hoy, como entonces, ese otro cáncer que es nuestra “derecha”, de siempre, y al parecer para siempre, toda ella egoísta, estúpida, cobarde hasta las trancas, que “proclama a un Dios en el que no cree, y una Patria a la que no ama, y que sólo aspira a conservar privilegios” (Vázquez de Mella), a la que mal rayo parta, se le pueden y deben aplicar todos y cada uno de los epítetos adjudicados a la “izquierda”, más el de réproba por recalcitrantemente traidora, cuya única aspiración es la de alternarse cada equis años con aquélla, previa su autorización y sólo para consolidar lo por ella hecho.

Hoy, como entonces, pero incluso mucho más por mor de esa “derecha” que también se ha subido a su carro, campan a sus anchas con un descaro y chulería como nunca entonces, los separatismo antinacionales de toda ralea, que mal rayo parta, injustificados de todo punto de vista, producto de los desvaríos y alucinaciones de una raza, la española, de una nación, España, y de un pueblo, el español, que no sabe hacer de su rica variedad, su fuerza, de su insuperable historia, su referencia, ni de su posición geográfica y potencial, el arma con que mantener a raya a sus enemigos y dominar a sus amigos.

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Sólo hay hoy, a diferencia de entonces, dos instituciones que no han vuelto a la base de partida, para nuestro mal, que son la Iglesia y las Fuerzas Armadas, que, socavadas por la mayor de sus crisis jamás antes sufridas, se hunden, respectivamente, en la blasfemia y la apostasía, y en la cobardía y la traición, contemplando, una, la perdición de las almas, y, la otra, la de la Patria, al haber hecho ambas de la obediencia, sumisión, y de la neutralidad, inhibición.

Hoy, como entonces, pero debido a los tiempos que corren todavía peor, España ha vuelto a la base de partida y no parece que tenga remedio, ni de forma inmediata con el espectáculo electoral que se avecina, ni a corto, ni a medio, ni a largo plazo, y es que, señores, la historia siempre se repite, sí, y por desgracia en lo malo si no se ha sabido aprender de ella, pero nunca se repite exactamente igual, sino siempre a peor.

España es pasto, de nuevo, de sus peores demonios, y esta vez, ojalá me equivoque, no va a salir del pozo en el que voluntariamente se ha arrojado porque… tocado fondo, se empecina en escarbar.

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Roberto Valdez

Estoy de acuerdo al 100 %. España avanza imparable hacia su autodestrucción, pero esta vez no habrá un Caudillo que la salve. Probablemente tampoco lo merece.

Hakenkreuz

1º Franco, que tuvo un ejército a su mando, acaudilló a millones de católicos dispuestos a defender la Santa Iglesia Católica y a España de las garras del Kremlin y sus vasallos de aquí, pues fueron conscientes de la gravedad de la situación si España sucumbía bajo la URSS. Hoy la apostasía, la herejía, la blasfemia y la traición a la Verdad, por desgracia, está muy extendida, ni los católicos se imaginan la maldad y perversidad del marxismo, es más, lo consideran bueno para los pobres y trabajadores (incluso doctores en teología opinan así. Mayor locura no es concebible). Y el patriotismo no existe ni en los cuarteles, plagados de mercenarios y funcionarios que sirven a la OTAN, no a España (muchos ni la conocen, como para amarla).

2º Franco se apoyó en el Ejército, sí, en la Legión y los Regulares, sí, pero también en la ultra extrema derecha de entonces: Falange y el Requeté, que fueron los primeros y, por tanto, los elementos clave de su victoria, pues fueron los que se jugaron la vida sin ningún tipo de prevención sobre sus vidas y bienes terrenos y derramaron sangre desde un primer momento, cuando había incertidumbre sobre el triunfo o no de la sublevación, sin arribismos de última hora, como los señoritos de la derecha conservadora, que no derramaron gota de sangre alguna por España y que huyeron cobardemente desde el primer día, no contribuyendo a la victoria más que con sus fortunas, ampliamente recuperadas tras la victoria. Hoy ni siquiera existe la ultra extrema derecha en España, daño irreparable para cristianos, especialmente los pobres. Y, por supuesto, no hay gente sensata que se lance a luchar contra los rojos para que luego acabe gozando del triunfo la nobleza, los aristócratas, los ricos y los poderosos, que se aprovecharán, como siempre, de la sangre ajena derramada (por eso piden valentía, pero desde lejos del peligro).

3º Franco tuvo imprescindible e invalorable apoyo exterior de Hitler y los nazis voluntarios (nazis, que no alemanes de reemplazo) que lucharon aquí codo con codo derramando su sangre en favor de la España católica, arriesgándose de modo extremo a comprometer a Alemania en una guerra contra UK y Francia, como deseaba Stalin, como después ocurrió con Polonia, luego el favor hecho a España y los españoles católicos trasciende lo que los fariseos de hoy no quieren reconocer ni nunca reconocerán por su soberbia desorejada. Pero Dios es justo y a Él esto no se le escapa, como tampoco se le escapa que sin nazis, hoy el mundo no existiría, pues el comunismo lo habría destruido con mucha antelación. Hoy no hay nazis, es decir, cruzados anticomunistas, luego no hay apoyo exterior alguno y sí deseo ardiente de destruir España para bien de los enemigos de España, todos en la UE aparte de UK y USA, China y cada vez más países de pasado español en América, tarea en la que llevan más de cuatro décadas prodigándose con apreciable éxito y que solo Dios ha impedido porque es todopoderoso.

4º Franco tuvo apoyo no buscado del fascismo italiano, aviones aparte. Además tuvo el apoyo de varias naciones hispanoamericanas y el petróleo de Texaco. Hoy a España no la ayudan ni 25 millones de españoles que acuden a las urnas a apuntalar la destrucción de España voten a quien voten. Solo Dios mantiene España con vida, como prometió al Beato Bernardo de Hoyos.

5º Franco fue un caudillo católico ejemplar, intachable militar y español. Hoy ni los obispos creen en Dios como Franco dio muestras de creer verdaderamente y hacer cumplir su Palabra en España, es decir, que no solo honró a Dios de voz, sino con frutos. Ni siquiera los obispos españoles actuales piden la beatificación del católico generalísimo que hizo más por España de lo que hizo Isabel la católica en su tiempo, que no vio amenazada España por el peor ataque del infierno en toda la historia de la salvación, el desencadenado por el infernal comunismo. Además, Franco no cometió el pecado mortal de obligar a su hija a casarse con un jefe de estado de su conveniencia, ofensa a Dios como también lo es el divorcio, pues el matrimonio es Voluntad de Dios, y no de la política. Por eso Franco, con el NT en la mano, merece mucho más que la gran Isabel la Católica, un proceso de canonización.

Hoy España no ha vuelto a la situación de entonces. Dios lo quisiera, pero no. Hoy está incomparablemente peor y sin solución salvo que llegue del Cielo, que no de ningún iluminado que quiera utilizar el malestar en su beneficio político o personal. Que todos los que han condenado a Hitler y a Franco, ahora sufran en sus carnes las consecuencias de sus condenas.

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