09/05/2024 02:20
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1- Sí, hoy me gustaría contaros sobre Sandokán. Pero el de verdad.
Emilio Salgari (autor de la famosa novela) jamás estuvo en Indonesia, Malasia o Filipinas. Sin embargo, la descripción que hace de lugares y acontecimientos es de un realismo tal, que sólo se halla explicación en el hecho de que para escribir su libro de aventuras se documentó profusamente en los Archivos Vaticanos. Archivos donde existían un gran número de cartas, mapas náuticos y documentos escritos por un personaje de leyenda, por un ser extraordinario donde la realidad de lo que fue capaz de hacer y de su propia vida supera con creces cualquier ficción.
2- Un joven estudiante de marina mercante hace su primer viaje de Cádiz a Filipinas (5 meses) como piloto auxiliar a los 13 años. A los 21 ya es todo un capitán de la marina sutil (la flota mercante española que iba armada porque tenían que eludir o hacer frente a los piratas).
En este momento cumbre para cualquier marino, deja la seguridad de su oficio y se compra un barco para dedicarse, con una tripulación de malayos buceadores, a la búsqueda de perlas preciosas y tortugas de carey (para peines y peinetas).
Su negocio en pocos años lo hace inmensamente rico porque, además de las perlas y el carey, iba peinando los mares en busca de barcos hundidos, encontrando uno inglés lleno de lingotes de plata procedentes del comercio del opio con China.
3- Pero durante todo este tiempo nuestro marino, profundamente cristiano, contempla un hecho que le lacera el alma y le atormenta el espíritu: la esclavitud. El negocio más lucrativo de la zona de Malasia e Indonesia (regentado por musulmanes) es el secuestro de decenas de miles de personas que son vendidas como esclavos. Y nuestro marino, a partir de ese momento de suerte, dedicó todo su dinero tiempo, esfuerzo y vida a comprar personas en los mercados de esclavos para liberarles y devolverles a sus lugares de origen.
4- Pero se trataba de cientos y cientos de personas que había que buscarles un lugar donde vivir y alimentarlas mientras se veía cómo retornarlas a sus pueblos. Y como el sultán de Brunéi en un primer momento se niega a concederle terrenos para su obra benéfica, nuestro marino se viene a Roma y consigue que el Papa le haga obispo y le dé el permiso para construir tres misiones en Borneo. Una de las tres, curiosamente, los nativos la llamaban Sandokán.
A partir de aquí el marino gaditano, ahora monseñor, se gasta hasta el último céntimo de su dinero rescatando y liberando personas. Y cuando estaba escaso de fondos atacaba con los suyos, en mar o tierra, a los comerciantes musulmanes para rescatar a sus prisioneros.
5- Ahora quiero pediros que se imaginen en el lugar de alguien que ha sido secuestrado de su hogar y alejado de sus seres queridos para ser sometido a esclavitud, como en la película 12 años de esclavitud. Quiero que sintáis el dolor infinito, la frustración, la desesperación y el calvario por el que pasaban aquellas personas.
Pero en aquel instante aciago corría por toda Malasia, de boca en boca un nombre, en secreto, apenas como un susurro. Los miles y miles de cautivos de los musulmanes pronunciaban un nombre que les llenaba de fe y esperanza. Un nombre que les hacía pensar que aquella situación inhumana que vivían podía tener un fin. ¡Decían el nombre que se había vuelto el símbolo de la libertad! : Monseñor CARLOS CUARTERONI FERNÁNDEZ. 
Epílogo. Al final la maravillosa obra humanitaria del más importante de los abolicionistas del siglo XIX, Carlos Cuarteroni Fernández, es destruida por los intereses mezquinos de los gobernantes de la época, potentados que no le protegieron de los musulmanes. Quienes terminaron arrasando con odio y saña, a fuego y muerte, todas las misiones cristianas.
Y Cuarteroni, el extraordinario marino gaditano que inspiró a Salgari el personaje de Sandokán, regresó a su Cádiz para que le enterraran allí con solo 61 años. Porque el pesar, la tristeza y la desolación que le produjo ver destruida su obra de libertad, el saber que no iba a poder seguir rescatando personas de la esclavitud, le habían matado.
Conclusión: Amigos, como nos muestra la increíble vida de Carlos Cuarteroni Fernández, en un mundo plagado de egoísmo, de odio y de intereses mezquinos, se hace muy cuesta arriba andar con un corazón tan grande que no cabe en el pecho.
Pero parece ser que esto es lo que toca cuando se es ESPAÑOL. Yo estoy muy orgulloso de ello y sé que tú también lo estás.
Referencia. Cuarteroni y los piratas malayos (1816-1880). Libro de Alicia Castellanos Escudier.
Feliz domingo queridos amigos.

Autor

Hernan Perez Ramos
Hernan Perez Ramos
Hernán Pérez Ramos es un acertado analista sociopolítico caracterizado por su laconismo sustancial que brinda una comprensión diáfana de las situaciones que revisa en su apartado de ÑTV ESPAÑA: Análisis a vuelapluma.

Es un experto en Raíces Biológicas de los comportamientos humanos y autor de un libro con una nueva teoría de la evolución humana.

 
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3 comentarios
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Geppetto

Los españoles hicieron todo tipo de hazañas por estos mundos de Dios durante siglos…¿que fue de ese espíritu que lanzaba a los españoles a conquistar el mundo y dejar su benefica huella en el?

Pedro

El alcohol, el tabaco, las drogas y, sobre todo, la degeneración moral, el ateismo y el relativismo que todo lo invade, hicieron el resto.
Hoy, España no es ni la sombra de lo que fue, y los españoles todavía menos.

Ramón

Y dos huevos fritos con patatas…

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