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El jueves 24 de febrero de 2022 fue el día en que se quebró la paz una vez más en Europa. Kiev, la capital de Ucrania, despertaba bombardeada por órdenes de Vladimir Putin que, después de asegurar que no lo haría, decidió invadirla desde Rusia y su satélite Bielorrusia. La entrada de tropas se realizó también desde las regiones separatistas de Donetsk y Lugansk -reconocidas por el Kremlin como repúblicas independientes- y desde Crimea, la península anexionada por Rusia en 2014.

A partir de ahí, los hechos consumados y las amenazas cumplidas: ciudades bombardeadas, barrios enteros arrasados, victimas indiscriminadas entre la población civil, más de un millón de mujeres y niños buscando refugio en Polonia, Hungría, Rumania y Moldavia. Ucrania es un país que está siendo arrasado.

Putin perdió toda legitimidad y cualquier argumentación. Ya no vale pretexto o motivación alguna. Ya no hay justificación valida ante una invasión a sangre y fuego al estilo de la guerra convencional que en el siglo XXI se creía superada hablando de guerra hibrida y ciberataques. De eso nada: carros de combate, tanques, cohetes, tropas desplazadas sobre el terreno, aviones, barcos y muertos civiles… la guerra de toda la vida y además la amenaza nuclear.

Rusia pidió que la OTAN retire sus armas nucleares de Europa. El ministro de Exteriores ruso Serguei Lavrov manifestó que “Para nosotros es inaceptable que las armas nucleares de los Estados Unidos sigan estando ubicadas en el territorio de varios países europeos”.  

Vladimir Putin en su discurso previo a la invasión dijo: “En cuanto a los asuntos militares, incluso después de la disolución de la URSS y la pérdida de una parte considerable de sus capacidades, la Rusia de hoy sigue siendo uno de los Estados nucleares más poderosos. (…) Además, (Rusia) tiene cierta ventaja en varias armas de última generación. En este contexto, no debería haber ninguna duda para nadie de que cualquier agresor potencial enfrentará la derrota y consecuencias siniestras si ataca directamente a nuestro país”.

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El presidente ruso advirtió a Occidente: “Quien intente interferir con nosotros desde el exterior debe saber que la respuesta será inmediata y conducirá a consecuencias más grandes de lo que ninguno de ustedes ha visto jamás en la historia. Todas las decisiones han sido tomadas, espero que hayan escuchado”.

Su argumentación en cuanto a los motivos para la invasión los fueron los siguientes: “Rusia se esforzará por la desmilitarización y la desnazificación de Ucrania, así como por llevar ante la justicia a quienes cometieron numerosos crímenes sangrientos contra civiles, incluidos ciudadanos de la Federación Rusa. (…) Las repúblicas populares de Donbás se dirigieron a Rusia con una solicitud de ayuda. En este sentido, decidí llevar a cabo una operación militar especial. Su objetivo es proteger a las personas que han sido objeto de abusos, genocidio por parte del régimen de Kiev durante ocho años”, ha señalado el presidente Putin.

Si los ciudadanos de la Federación Rusa sufrieron un “genocidio nazi” por parte de Ucrania desde 2014, parece que ha llegado un poco tarde para solucionarlo… ¿Tampoco dispuso en todos estos años de mecanismos de denuncia internacional para detenerlo? Estamos frente al mismo leguaje del imperialismo ruso que recuerda al de la Unión Soviética y a la misma forma de actuación. Ya no valen los pretextos, se caen por su propio peso.

Los ucranianos han demostrado en la resistencia a Putin un valor y coraje envidiable en la defensa de su patria, una autentica lección para esa Europa dormida y arrodillada por la corrección política. La heroica respuesta de los ucranianos cogiendo las armas en defensa de su nación es ejemplar para cualquier patriota dispuesto a defender su soberanía, su identidad, su cultura, su tradición y su familia.  Ejemplar como Iryna Tsvila, madre de 5 hijos, escritora y soldado, que murió en combate al detener un ataque ruso en las afueras de Kiev. Esta guerrera fue solo un ejemplo del 17% de las FFAA de Ucrania que está formado por mujeres y que cayó luchando por su patria.

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Como también es envidiable ver a esos voluntarios que cruzan las fronteras y llegan a su tierra para sumarse a la defensa de su país, junto los miles de milicianos y su Ejército para frenar la invasión extranjera, y demuestran que el amor a la patria es un valor que aún pervive en los pueblos que se resisten a ser esclavizados y masacrados.

Lo que está sucediendo en Ucrania, en este sentido, recuerda a la guerrilla surgida en España contra la invasión napoleónica yque se enfrentó con coraje al mayor imperio y ejercito de entonces. Esto demuestra que no todo está perdido y esta tragedia nos recuerda que la libertad y la patria se defienden con uñas y dientes. Y que los sátrapas, tiranos, autócratas y criminales, tarde o temprano morderán el polvo y se enfrentarán a la Justicia Divina.

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José Papparelli