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El gran fraude en la raíz de las derivas totalitarias actuales es la equiparación de democracia y antifranquismo. No hubo, y hay que insistir mil veces en esto, oposición democrática al franquismo, aunque comunistas y etarras se envolvieran en la bandera de la libertad: libertad de disgregar España, unos, y de sovietizarla, otros, rápidamente o poco a poco, pues no era otra cosa. Hoy vemos cómo unas bandas de delincuentes llaman democracia precisamente a la corrosión permanente de las libertades. Y de la herencia franquista.
Hubo al comenzar la transición un optimismo exagerado. Si al terminar la guerra mundial los manejos de Don Juan habrían provocado una nueva guerra civil, al terminar el franquismo ya era imposible, gracias a la nueva sociedad salida de aquel régimen. Además, los rupturistas que se consideraban herederos del Frente Popular se mostraban moderados, los separatistas se vestían de autonomista y hasta el PCE aceptaba la herencia franquista: bandera, monarquía, economía libre, pluralismo ampliado (el franquismo no fue un régimen de partido único). Por desgracia, la causa real de aquella moderación no era la convicción, sino la debilidad del momento, y, fuera de modo consciente o llevados por la propia dinámica de sus ideas y versiones históricas, se aplicaron a socavar el legado de Franco. Iban tan aprisa que se llevaron el susto del 23-f de 1981, pero persistieron luego con más calma. El fruto del antifranquismo ha sido la corrupción, las leyes a la soviética, el golpismo, la corrosión de la unidad nacional ligada a la de las libertades políticas, partidos convertidos en mafias delincuentes… Es más que hora de que percibamos con claridad el inmenso fraude y lo corrijamos. Porque o los delincuentes terminan en el banquillo, o ellos convierten a España en una cárcel o la disgregan en varias cárceles.
Ahora el 90 aniversario de la república, nos ofrece una buena ocasión para demoler uno de los principales mitos inspiradores del frente popular. Hay que plantearlo como una verdadera batalla de ideas, y creo que mi reciente estudio sobre la Segunda República proporciona la munición más eficaz. Como es lógico, en la falseada democracia actual, la Triple M se ha ocupado de silenciarlo e impedir el debate. Pero cada uno tiene la posibilidad, y la obligación moral de utilizar esa munición intelectual y política: “No pienses en lo que va a pasar, sino en lo que puedes hacer”, recomendaba Julián Marías.
Autor
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Nació en 1948, en Vigo. Participó en la oposición antifranquista dentro del PCE y el PCE(r)-Grapo. En 1977 fue expulsado de este último partido e inició un proceso de reflexión y crítica del marxismo. Ha escrito De un tiempo y de un país, sobre su experiencia como "revolucionario profesional" comunista.
En 1999 publicó Los orígenes de la guerra civil, que junto con Los personajes de la República vistos por ellos mismos y El derrumbe de la República y la guerra civil conforman una trilogía que ha cambiado radicalmente las perspectivas sobre el primer tercio del siglo XX español. Continuó su labor con Los mitos de la guerra civil, Una historia chocante (sobre los nacionalismos periféricos), Años de hierro (sobre la época de 1939 a 1945), Viaje por la Vía de la Plata, Franco para antifranquistas, La quiebra de la historia progresista y otros títulos. En la actualidad colabora en ÑTV, Libertad Digital, El Economista y Época.